Un paso al día 👣🌎
Cuando todo parece cerrarse, cuando hasta la noche se hace larga y los silencios aturden, Dios nos abre sus brazos para que nos abandonemos en El.
Padre, me abandono en tus manos; el abandonarse es un compromiso solo con, y en la madurez de Cristo Jesús.
Es un dejarse ir. Es una ruptura con las cuerdas por las cuales uno manipula, controla, administra, la fuerza de la propia vida.
El abandonarse es no manejar nada, no esperar nada; el abandonarse es recibir todas las cosas de manera en que uno recibe un regalo con las manos abiertas, y el corazón abierto.
El abandonarse es ser dirigido, no por las necesidades humanas, sino por Dios; el abandonarse es más que un compromiso, es no hacer nada para Dios, sino dejar que todo sea hecho por Dios.
El abandonarse se hace solamente en la esperanza que la vida de Dios rodee todas las cosas, que venga su Reino, que su voluntad sea cumplida.
El abandono exige un constante dar o darse para poder crecer en tu vida.
* Si te abandonas, has de abrir tu vida a una plena y progresiva desposesión de ti mismo. Es la pobreza de alma. Esta pobreza tiene una doble perspectiva: en un primer momento es una realidad ascética de esfuerzo, lucha y atención personales pero, fundamentalmente, es una obra de Dios en ti. Él la realiza siempre con gran amor, aunque a ti te pueda parecer costosa y de cruz.
* Con el crecimiento del abandono se irá produciendo en ti una gran libertad interior. Para entrar en tierra de Dios necesitas estar muy libre de ti mismo, con las velas de tu barca plenamente desplegadas al soplo del Espíritu Santo.
* El abandono te llevará a vivir de la fe. Teresa del Niño Jesús llegó a decir estas impresionantes palabras: “No deseo ver a Dios en la tierra. Prefiero vivir de la fe”. Por esto, si te abandonas, recuerda que tu luz, tu única luz en muchos momentos, será la fe. La fe desnuda y pobre. La fe llena de confianza en la misericordia de Dios.
* El abandono te conducirá a fundir en el mar de Dios todo lo que sean actitudes cerradas de autoprotección o defensa. Deberás dejar el orgullo, el egoísmo, el deseo de vivir para ti, la pereza en la disponibilidad o en el servicio a los hermanos. Deberás fundir tus miedos, tus tristezas, tus melancolías, tus desánimos, tus temores a las exigencias de Dios… o, como siempre, tus deseos de seguir siendo dueño de tu propia vida. Podrá llegar, incluso, el momento en que te hagas esta pregunta, o le hagas esta pregunta al Señor: “Pero, Señor, ¿qué queda de mí, qué queda para mí?”.
Él, como el Padre del hijo pródigo, sólo te dará ésta escueta respuesta: “Quedas tú y quedo yo. Y todo lo mío es tuyo”. Es la conclusión a la que llegó Teresa de Jesús cuando concluía su conocida poesía “Nada te turbe” con estas palabras: “Sólo Dios basta”.
* El abandono te llevará a una aceptación plena y gozosa de la voluntad del Padre por incomprensible que ésta te parezca. Algunas veces sentirás a Dios cerca, cerca en tu vida, cerca en tu oración. Y en otras tendrás la impresión de que está muy lejos. Sin embargo, el que se ha abandonado cree estar en las manos del Padre y esto le basta.
Nuestra maestra del abandono, Teresa del Niño Jesús, lo expresaba con una imagen muy gráfica: “Soy una pequeña pelota. Jesús me puede dejar en cualquier rincón. A lo mejor me recoge diez años más tarde”.
* El abandono exige también confianza. Una confianza asentada en la firme convicción: “Dios es amor. Dios me ama. Dios me ama en la cruz. Dios me ama en el gozo”.
* Los barcos tienen el ancla con la que se afirman en la profundidad del inmenso mar. La confianza propia del abandono consiste en arrancar el ancla de la seguridad de tu propia vida, arrancarla de ti mismo y lanzarla, en un gesto de entrega y de amor, al corazón de Dios. O también, permitir que Dios con su mano derecha, o su mano izquierda, vaya haciendo el traslado del ancla de tu confianza. No te olvides de que la mano derecha de Dios es suave, pero la izquierda es terrible.
* El abandono te llevará a tener una gran fe en el perdón, en la bondad y en la misericordia de Dios Padre.
Desde esta misericordia reconocerás que tu pobreza, tu castidad, tu obediencia, vividas desde el abandono adquieren una dimensión de amor con un horizonte sin fin.
Oración De Abandono
Padre, en tus manos me pongo,
haz de mi lo que quieras.
Por todo lo que hagas de mi, te doy gracias.
Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal de que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi alma entre Tus manos, te la doy, Dios mío,
con todo el ardor de mi corazón porque te amo,
y es para mi necesidad de amor el darme,
el entregarme entre tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tu eres mi Padre.