Un alma del purgatorio me ha pedido ayuda

Tal vez te haya sucedido alguna vez y no lo has entendido. El padre Francisco Javier Domínguez te ayuda a esclarecer estas situaciones…

Era una tarde de Octubre, una señora que asiste a varias de mis conferencias sobre “¿Qué hay después de la muerte?” decide venir a visitarme a mi parroquia para pedirme que celebre en Noviembre varias misas por sus difuntos. Me deja un papel con los nombre y se marcha.

Ese día tuve una jornada de muchísimo trabajo y llegué muy tarde a casa del despacho parroquial. Al volver veo que tengo en el teléfono móvil varias llamadas de la señora que ha estado por la tarde en la parroquia. Como era muy tarde decido esperar a la mañana siguiente para llamarla.

La señora estaba nerviosa cuando la llamé. Le dije que me contara por qué se encontraba así y me cuenta que tras llegar a su casa después de haber estado en mi parroquia, se sentó a hacer punto de cruz antes de acostarse. En varias ocasiones levanta la vista y le parece ver la imagen de su marido, el cual lleva quince años muerto.

Ella en un principio cree que es una alucinación por estar cansada la vista. Pero a la tercera vez que levanta la mirada su marido le habla. Le da indicaciones muy precisas, que no tenga miedo, le habla sobre cómo se encuentra tras haber traspasado el umbral de la muerte y le da a entender algo que la desconcierta: Habla con el padre Javier.

Yo nunca conocí a este hombre. Cuando hablo con la señora no se a que se podía referir su marido, hasta que siento dentro de mí un impulso de coger el papelito que me dio la señora con los nombres de sus difuntos. En ese momento empiezo a leer el papel y es cuando puedo observar que la señora se había olvidado de pedir una Misa por el alma de su marido. Por un despiste esta señora se ha olvidado de escribir en el papel el nombre de su marido, y éste la ha visitado para hacerle ver la necesidad tan grande que tenía de que se ofreciera esa Misa por Él.

Las almas del purgatorio necesitan oraciones, Misas, rosarios, sacrificios… Ya que ellas no pueden hacer nada por quitarse tiempo de permanencia en el purgatorio. Somos nosotros, los que aún vivimos en la tierra los que podemos hacer que ese proceso de purificación sea más liviano. Alguna vez escuché a un buen sacerdote que ayudar con la oración a un alma del purgatorio es una obra de caridad más grande que cualquiera que se haga en la tierra con nuestro prójimo.

Además no podemos olvidar que las almas del purgatorio, cada vez que las ayudamos, ellas pueden ayudarnos a nosotros con su intercesión y especialmente en el momento de nuestra muerte.

Para que entendamos el purgatorio imaginad una tabla preciosa, la más hermosa del mundo. Pues esa tabla es nuestra alma. Cada vez que pecamos, según la gravedad del pecado, clavamos en la tabla puntillas, clavos, chinchetas o agujas. Eso es lo que hace el pecado en nuestra alma. Con esos pinchos no podemos ir al cielo.

Cuando una persona va a un sacerdote a confesarse, Jesucristo a través del sacerdote saca los clavos, saca las puntillas… Quita todos los pecados. Es el milagro de la confesión. Pero ¿Qué ocurre al quitar los clavos y agujas? Que se quedan los agujeros. Esos agujeros hay que taparlos en el purgatorio para poder ir al cielo. Cuando la tabla vuelve a estar como Dios la creó puede pasar a la alegría eterna junto a Dios en el cielo. ¡Qué importante es rezar por las Benditas Almas del Purgatorio!

Las almas del purgatorio van al cielo, es decir, el purgatorio es como la antesala del cielo. Ojalá muchas almas vayan al purgatorio. Porque quien va al infierno ya no sale más, es eterno. Pero quien va al Purgatorio se ha salvado. Y para ello solo hay que dejarse quitar los pecados antes de morir, por eso es tan importante confesarse.

Algunas personas me han preguntado ¿Me puedo confesar directamente con Dios?

Hay una posibilidad para ello. SI una persona ve que está a punto de morir y no hay un sacerdote cerca que le pueda dar el perdón de Dios, si pide perdón al Señor por amor, porque sabe que ha ofendido a su Padre, al que más le ama, en ese caso queda perdonado como si hubiese un sacerdote. A Dios se le pide perdón con un acto de contrición:

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta. Amén.

O diciendo: Dios mío perdóname.

Pero no podemos ser insensatos y esperar al momento de la muerte para pedir perdón por los pecados. Porque hay mucha gente que muere en accidentes de moto, durmiendo… Y no les da tiempo a pedir perdón. Siempre hay que estar preparados porque no sabemos ni el día ni la hora en la que nos tocará partir. Lo que si sabemos es lo que nos vamos a encontrar. Muchas personas se niegan a creer en la Palabra de Dios sobre lo que hay después de la muerte, y eso es de insensatos, porque como dijo el padre Loring: Aunque te empecines en creer que no existe ni Juicio Particular, ni purgatorio, ni infierno…, por encima de lo que pienses seguirá existiendo. Todas las noches debemos terminar el día antes de acostarnos rezando tres Ave María que son prenda de Salvación Eterna y pedir perdón a Dios por nuestros pecados, por si acaso hoy es nuestra última noche.

¿QUÉ DICE LA IGLESIA EN EL CATECISMO?

El cielo

1023 Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven “tal cual es” (1 Jn 3, 2), cara a cara (cf. 1 Co 13, 12; Ap 22, 4):

«Definimos con la autoridad apostólica: que, según la disposición general de Dios, las almas de todos los santos […] y de todos los demás fieles muertos después de recibir el Bautismo de Cristo en los que no había nada que purificar cuando murieron […]; o en caso de que tuvieran o tengan algo que purificar, una vez que estén purificadas después de la muerte […] aun antes de la reasunción de sus cuerpos y del juicio final, después de la Ascensión al cielo del Salvador, Jesucristo Nuestro Señor, estuvieron, están y estarán en el cielo, en el Reino de los cielos y paraíso celestial con Cristo, admitidos en la compañía de los ángeles. Y después de la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo vieron y ven la divina esencia con una visión intuitiva y cara a cara, sin mediación de ninguna criatura» (Benedicto XII: Const. Benedictus Deus: DS 1000; cf. LG 49).

La purificación final o purgatorio

1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.

1031 La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador:

«Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, Dialogi 4, 41, 3).

El infierno

1033 Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios. Pero no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra Él, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos: “Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él” (1 Jn 3, 14-15). Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de Él si no omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos (cf. Mt 25, 31-46). Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra “infierno”.

1034 Jesús habla con frecuencia de la “gehenna” y del “fuego que nunca se apaga” (cf. Mt 5,22.29; 13,42.50; Mc 9,43-48) reservado a los que, hasta el fin de su vida rehúsan creer y convertirse , y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo (cf. Mt 10, 28). Jesús anuncia en términos graves que “enviará a sus ángeles […] que recogerán a todos los autores de iniquidad, y los arrojarán al horno ardiendo” (Mt 13, 41-42), y que pronunciará la condenación:” ¡Alejaos de mí malditos al fuego eterno!” (Mt 25, 41).

El Juicio final

1038 La resurrección de todos los muertos, “de los justos y de los pecadores” (Hch 24, 15), precederá al Juicio final. Esta será “la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz […] y los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación” (Jn 5, 28-29). Entonces, Cristo vendrá “en su gloria acompañado de todos sus ángeles […] Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda […] E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.” (Mt 25, 31. 32. 46).

1039 Frente a Cristo, que es la Verdad, será puesta al desnudo definitivamente la verdad de la relación de cada hombre con Dios (cf. Jn 12, 49). El Juicio final revelará hasta sus últimas consecuencias lo que cada uno haya hecho de bien o haya dejado de hacer durante su vida terrena:

«Todo el mal que hacen los malos se registra y ellos no lo saben. El día en que “Dios no se callará” (Sal 50, 3) […] Se volverá hacia los malos: “Yo había colocado sobre la tierra —dirá Él—, a mis pobrecitos para vosotros. Yo, su cabeza, gobernaba en el cielo a la derecha de mi Padre, pero en la tierra mis miembros tenían hambre. Si hubierais dado a mis miembros algo, eso habría subido hasta la cabeza. Cuando coloqué a mis pequeñuelos en la tierra, los constituí comisionados vuestros para llevar vuestras buenas obras a mi tesoro: como no habéis depositado nada en sus manos, no poseéis nada en Mí”» (San Agustín, Sermo 18, 4, 4).

Oremos…

Oración por las almas del purgatorio

«Padre Eterno, yo te ofrezco la preciosísima sangre de tu Divino Hijo, Jesús, en unión con las santas misas celebradas hoy en todo el mundo, por todas las Santas Almas del Purgatorio, por todos los pecadores en todas partes, por los pecadores en la Iglesia universal, para aquellos en mi propia casa y también dentro de mi familia. Amén.»

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