La Eucaristía se describe en el catecismo como la “fuente y cumbre” de nuestra fe. Encontrar tiempo para ir a adorar al Señor en la Eucaristía puede ser difícil, pero si vamos con un corazón abierto, los resultados serán sorprendentes.

Fuente: ChurchPop 2018
Nutre nuestra alma
Existe la anorexia física, pero también la anorexia espiritual, padecida por aquellos católicos que no se alimentan de la Sagrada Eucaristía, al menos todos los domingos.
Consuela y conforta
Durante el día, cuando estamos cansados, frustrados e incluso desconsolados, la Santísima Eucaristía nos ayuda. Lee Mateo 11: 28-30: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”.
Refuerza nuestra virtud y debilita nuestros pecados y vicios
Cada vez que recibimos la Comunión, recibimos a “la totalidad de Cristo”: su cuerpo, sangre, alma y divinidad. Ocurre una especie de trasplante de mente y corazón. San Pablo dice: “Ahora tenemos los pensamientos de Cristo”. Después de recibir la Sagrada Comunión, en efecto tienes la mente de Cristo.
Te prepara para el martirio
En un estudio sobre los mártires de México – y esto ocurre con casi todos los mártires – se profundizó en su gran amor por la Santa Misa y la recepción de la Sagrada Eucaristía.
Energía
La Sagrada Eucaristía proporciona al alma y al cuerpo la energía necesaria para llevar a cabo aquellas tareas que parecen sobrehumanas. ¡La Eucaristía es nuestro combustible!
Sanación
Un efecto secundario de la Sagrada Eucaristía es la curación de nuestras enfermedades cotidianas. El Concilio de Trento dijo en este sentido: la Sagrada Comunión es el antídoto contra nuestras enfermedades cotidianas.
Santa Faustina sufrió terribles problemas pulmonares, recibió la Sagrada Comunión y sintió una corriente eléctrica espiritual fluyendo a través de su cuerpo ¡allí experimentó una verdadera sanación!
¡Salvación!
Jesús promete: “Yo soy el pan de vida; el que come mi cuerpo y bebe de mi Sangre, tendrá vida eterna y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6). Esto significa que aquellos que reciben la Eucaristía con fe viva, con frecuencia (con suerte todos los días si es posible) con fervor y amor se salvarán.
Que Nuestra Señora, que dio forma al Sagrado Corazón de Jesús en su seno, interceda por ustedes y les permita alcanzar la gracia de enamorarse de la Misa y de la Sagrada Comunión, tal vez a diaria. ¡Entonces podrás convertirte en apóstol de la Eucaristía!

Oremos…
Al Corazón Eucarístico De Jesús
¡Oh Corazón eucarístico, oh amor soberano del Señor Jesús, que habéis instituido del augusto Sacramento para permanecer acá abajo en medio de nosotros, para dar a nuestras almas vuestra Carne como alimento y vuestra Sangre como celestial bebida! Nosotros creemos firmemente; ¡oh Señor Jesús!, en este amor sumo que instituyó la Santísima Eucaristía, y aquí delante de esta Hostia es justo que adoremos este amor, que lo confesemos y lo ensalcemos como el gran centro de la vida de vuestra Iglesia. Este amor es para nosotros una invitación apremiante, para que Vos nos digáis: ¡Mirad cuánto os amo! Dando mi Carne como alimento y mi Sangre como bebida, quiero con este contacto excitar vuestra caridad y uniros a mi; quiero llevar a cabo la. transformación (de vuestras almas en mí, que soy el crucificado, en mí, que soy el pan de la vida eterna; dadme, pues, vuestros corazones, vivid de mi vida, y viviréis de Dios. Nosotros lo reconocemos, ¡oh Señor!, tal es el llamamiento de vuestro Corazón eucarístico, y os lo agradecemos, y queremos, sí, queremos corresponder a él. Otorgadnos la gracia de penetrarnos bien de este amor sumo, por el cual, antes de padecer, nos convidasteis a tomar y a comer vuestro sagrado Cuerpo. Grabad en el fondo de nuestras almas el propósito firme de ser fieles a esta invitación. Dadnos la devoción y la reverencia necesarias para honrar y recibir dignamente el don de vuestro Corazón eucarístico, este don de vuestro amor final. Así podamos nosotros con vuestra gracia celebrar de modo efectivo el recuerdo de vuestra Pasión, reparar nuestras ofensas y nuestras frialdades, alimentar y acrecentar nuestro amor a Vos, y conservar siempre viva en nuestros corazones la semilla de la bienaventurada inmortalidad. Así sea.