Especial: Fátima, Historia de los tres pastorcitos

En la última aparición los acompañaron 70.000 personas. La historia de los pastorcitos

Los tres pastorcitos a quienes se les apareció la Virgen en Fátima son Lucía de Jesús Dos Santos (que tenía 10 años) y sus primos Francisco (9) y Jacinta Marto (7).

Los extraordinarios secretos que, según el catolicismo, la Virgen le reveló a tres pastorcitos

Revista Semana.com 11 de mayo 2017

Visiones del infierno, del fin de la guerra y del futuro del mundo: hace cien años, tres niños recibieron el peso de las revelaciones divinas en Cova de Iría, Portugal. Dos de ellos acaban de ser canonizados.

Su último capítulo acaba de ser escrito por el papa Francisco, que convirtió en santos a los hermanos Jacinta y Franciso Martos, quienes, junto a su prima Lucía, recibieron las revelaciones divinas y sufrieron el peso las mismas. Así es como el catolicismo, en el libro Biografías de Santos, cuenta la historia.

La vida de los tres pequeños se transformó en 1916. Jacinta (6 años), Francisco (9) y Lucía (10) pastoreaban un rebaño de ovejas en Cova de Iría, un poblado de Portugal, cuando se les apareció un ángel. Era el enviado para preparar a los pequeños. Los niños, que no sabían leer, fueron aleccionados en el sacrificio cotidiano como expiación de los pecados y recibieron la comunión de ese ser celestial que los visitó varias veces más.

Al año siguiente, el 13 de mayo, la madre de Jesús se les apareció. «Brillaba más que el sol», contó Lucía. Estaba vestida de blanco y cubierta por un manto con bordes dorados. La Virgen les pidió que durante los siguientes cinco meses, el día 13, visitaran al mismo lugar. Entonces, comenzaron las revelaciones que cambiaron a los niños para siempre.

Los pequeños provenían de una familia campesina que vivía apenas con lo necesario, y su forma de vida no distaba mucho de la de cualquier niño de su edad, marcada por juegos y rabietas. Luego de las apariciones de la Virgen, cuenta Lucía, quien fue la encargada de dar testimonio, su prima se convirtió en una niña de una madurez profunda, que rara vez se ocupaba de asuntos pueriles, y cuyo carácter se había tornado amable y tranquilo. Francisco, por su parte, optó por la soledad y el silencio en sus concentradas jornadas de oración. Esas transformaciones fueron fruto del carácter de lo que les fue revelado.

La primera visión que les mostró la Virgen fue la del infierno, un mar de fuego habitado por demonios y almas de seres humanos. Una imagen espantosa, durísima para ellos, pero aliviada por la promesa divina de que nunca lo padecerían, pues irían al cielo.

En la segunda revelación, la Virgen les comunicó que la Primera Guerra Mundial estaba por acabarse, como ocurrió dos años después, y que se avecinaba una nueva gran guerra. Además, contó Lucía, la madre de Dios predijo el crecimiento del poder de Rusia en todo el globo, «promoviendo guerras y persecuciones a la iglesia».

El último secreto solo fue revelado por el papa Juan Pablo II en el año 2000. En el relato de Lucía, la Virgen les mostró a un pontífice y a otros miembros de la Iglesia siendo asesinados por soldados que les disparaban balas y flechas.

Cuando los niños contaron en el pueblo sus encuentros con la Virgen, nadie, a excepción de los padres de Jacinta y Francisco, creyó en sus relatos. Pero la historia se extendió y cobró fuerza hasta el punto que el alcalde de Vila Nova de Ourém los secuestró y los maltrató para que les contara los mensajes recibidos. Después de las apariciones, los pequeños se dedicaron a las prácticas de fe. Oraban e incluso se sometían a dolores y penitencias físicas para redimir los pecados de la humanidad.

La Virgen también les había anunciado a Jacinta y Francisco que morirían pronto. Y en diciembre de 1918, los niños se contagiaron en medio de la epidemia de gripa que azotaba a toda Europa. Francisco murió el 4 de abril de 1919. Casi un año después, en febrero de 1920, falleció su hermana, víctima de una infección y en un hospital de Lisboa, lejos de su familia, tal como se lo había anunciado la Virgen María.

Quince años después, los restos de Lucía fueron exhumados para trasladar su cuerpo a Fátima. La sorpresa en ese proceso fue que el cuerpo de la pequeña estaba incorrupto, como si hubiese acabado de morir.

El culto a la Virgen de Fátima se extendió por todo el mundo, acrecentado por el hecho de que uno de los secretos revelados a los niños permanecía guardado.

El 13 de mayo de 2000, el papa Juan Pablo II beatificó a los hermanos y el 13 de febrero de 2005, Lucía dos Santos, la depositaria de los secretos de la Virgen de Fátima, murió, cuando tenía 97 años.

En 2013, un niño de cinco años se cayó por una ventana, a una altura de seis metros. Las heridas en su cráneo le dejaron en coma. Sufrió dos paros cardíacos y estuvo a punto de morir. Entonces, su familia lo encomendó a los pastorcillos y, dos días después, el pequeño se recuperó y ante el asombro de los médicos, abandonó el hospital sin secuelas físicas.

Se cumplió un siglo desde la primera aparición de la Virgen a los pastorcillos, el papa Francisco declaró santos a los hermanos Martos. El sustento de la canonización es ese milagro que habrían realizado en Brasil, uno de las decenas de relatos increíbles que hay alrededor de los pequeños de Cova de Iría.

Los hechos sucedieron entre mayo y octubre de 1917 y los testimonios indican que la niña Lucía -muere en 2005- era la que mantenía los diálogos con la Virgen. La menor, Jacinta, escuchaba su voz y Francisco sólo se concentraba en mirarla.

La cronología de la historia del Misterio de Fátima es la siguiente:

  • Primera aparición: domingo 13 de mayo. Los tres niños habían llevado a pastorear a su rebaño a un lugar llamado Cova de Iría y vieron un relámpago en el cielo despejado. Se les apareció la Virgen, quien les pidió que volvieran durante seis meses seguidos los días 13, a la misma hora.
  • Segunda aparición: miércoles 13 de junio. Cerca de 50 personas acompañaron a los chicos. La imagen de la Virgen se les aparece a ellos tres y les anuncia que a Francisco y a Jacinta los llevará al cielo en breve. A Lucía le dice: «Jesús quiere servirse de ti para hacerme conocer y amar».
  • Tercera aparición: viernes 13 de julio. Concurren más de 2000 personas. La Virgen les muestra a los niños la imagen del infierno y les anuncia tres mensajes: que la Guerra Mundial va a terminar, pero se desencadenará otra peor; que si Rusia no se convierte esparcirá sus errores por el mundo y perseguirá a la Iglesia, y el tercero es el revelado ayer.
  • Cuarta aparición: miércoles 15 de agosto. Los chicos habían sido secuestrados tres días por el administrador de Ourém, que quería arrancarles los secretos de la Virgen. Los niños le piden la curación de unos enfermos y ella promete curar a algunos durante el año.
  • Quinta aparición: jueves 13 de septiembre. Entre 15.000 y 20.000 personas los acompañan. Les dice que continúen rezando el rosario para alcanzar el fin de la guerra.
  • Sexta y última aparición: sábado 13 de octubre. Concurren 70.000 personas. La Virgen les pide a los niños que levanten allí una capilla en su honor. Anuncia que la guerra va a terminar en breve y pide que no se ofenda más a Dios.
  • Un año después de la última aparición de la Virgen, Francisco y Jacinta enfermaron de bronconeumonía. El niño murió el 4 de abril de 1919, y su hermana, el 20 de febrero de 1920. Sus restos reposan desde 1952 en la basílica de Fátima.

LUCÍA DOS SANTOS

Lucía Dos Santos nació el 22 de marzo de 1907 en el seno de una familia humilde de Aljustrel, un pequeño pueblo de pastores a 160 kilómetros de Portugal. Sus padres eran António dos Santos y María Rosa Ferreira.

Era la pequeña de siete hermanos, cinco chicas y un varón, lo que le permitía el lujo de ganarse los mimos y privilegios de su madre. Desde pequeña fue adquiriendo una gran devoción por la Virgen.

A los seis años hizo su primera Comunión, donde recibió la primera caricia de su Santísima Madre. Durante la ceremonia, una vez recibida la Comunión, se dirigió a una capilla lateral de la Iglesia dedicada a una advocación de la Virgen. Al mirarla pudo comprobar cómo la Señora le sonreía, acontecimiento que quedó fuertemente grabado es su corazón.

Lucia fue la encargada de llevar a pastorear el rebaño desde 1915, ya que así lo requerían las necesidades de la familia. A partir de 1916 sus primos Jacinta y Francisco le empezaron a acompañar en esta misión. Fue precisamente en ese año cuando empezaron a acontecer sucesos sobrenaturales; primero, las apariciones del Ángel de la Paz y, meses más tarde, las de la Virgen.

Durante el tiempo que duraban las apariciones, por ser la mayor de los tres, se encargaba de hablar con la Virgen. A pesar de significar una gran alegría, las revelaciones también supusieron un fuerte sufrimiento para la joven vidente. En primer lugar por la incomprensión por parte de su familia y la gente que le rodeaba. Tachada de mentirosa y embustera, su madre le golpeaba  e intentaba corregirla. Ante esta situación, Lucia, angustiada, llegó a plantearse la posibilidad de que las apariciones fueran obra del diablo. No obstante, atravesados los momentos de duda, y gracias al apoyo de sus primos, siguió fiel a los mandatos de la Virgen.

Por otro lado, la Virgen le reveló que Jacinta y Francisco morirían pronto, pero que ella debía quedarse en la tierra. Pensar en que podría quedarse sola le supuso gran miedo y tristeza, pero la Señora le consoló prometiendo que siempre estaría junto a ella.

Una vez terminadas las apariciones, Lucia quiso cumplir el mandato de la Virgen y empezó a asistir a la escuela para poder aprender a leer. Gracias a su ingenio y gran memoria, pronto aprendió las primeras letras.

Pero pasadas las apariciones, la situación de Lucia no dejaba de ser la de una vidente, y así era vista por todo el mundo. El recién nombrado obispo de Leiria estaba preocupado por su situación y buscó que dispusiera de una buena educación. Así pues, el 17 de mayo de 1921 Lucia entró como educanda en el Colegio de las Hermanas de Santa Dorotea.

En el Colegio, la vida intensa de piedad le llevó a plantearse su vocación. En 24 de octubre de 1925, con 18 años, inició el Noviciado como Carmelita en Tuy. Allí pasa dos años del Noviciado, para profesar el día 3 de octubre de 1928.

A fines de mayo de 1946, se le ordena volver a Portugal. Después de estar unos días, visitando y reconociendo los lugares de las Apariciones, en la Cova da Iría y en Aljustrel, es destinada a la Casa de Sardão, en Vila Nova de Gaia, cerca de Oporto.

Y, finalmente, renovando antiguos deseos de retiro y soledad, alcanza del Papa Pío Xll, la gracia de pasar al Carmelo de Santa Teresa en Coimbra, y a él llega el 25 de marzo de 1948, para llevar una vida de oración y penitencia.

Tan sólo volvió a Fátima para ocasiones especiales, como la visita del Papa Pablo VI o las de Juan Pablo II años más tarde. El 13 de febrero de 2005, poco antes de cumplir los 98 años, fallece en Coímbra con fama de santidad. A lo largo de toda su vida siguió recibiendo apariciones de la Virgen.

FRANCISCO MARTO

Francisco Marto nace en Aljustrel, Fátima, el 11 de junio de 1908 y 9 días más tarde, el 20 de junio, es bautizado. Al igual que su prima, pertenece a una humilde familia de pastores y a partir de 1916 acompaña a Lucia y a su hermana Jacinta a pastorear a las ovejas.

Recibió la primera comunión en 1916 de mano del Ángel de la Paz, junto a su hermana pequeña.

Desde pequeño fue un joven de pocas palabras, tímido y reservado. Tal vez por este motivo, y a diferencia de Jacinta, no fue gran inconveniente para él tener que ocultar a sus padres las apariciones.

Durante las apariciones, Francisco no podía escuchar lo que la Virgen decía, tan sólo podía verla. A pesar de ello, llamaba la atención la devoción y el recogimiento que presentaba. Se tomó muy en serio el mandato de la Virgen de mortificarse y rezar por la conversión de los pecadores; pero su principal preocupación era la de consolar a Jesús por los pecados de los hombres.

Muy a menudo se retiraba discretamente de sus amigos para irse a rezar frente el Sagrario, donde podía pasar largas horas. La noticia de la Virgen de que iba a morir pronto le produjo gran serenidad y alegría, ya que “pronto podría estar en el Cielo”.

En diciembre de 1918 cayó víctima de una neumonía, lo que le obligó a guardar cama durante meses. Vivió su enfermedad de forma heroica, siendo un gran ejemplo para su familia, quienes admiraban la profunda devoción y el espíritu contemplativo de un niño de apenas diez años. Un día le reveló a su hermana que ofrecía todos sus sufrimientos, que no eran escasos, para consolar a Jesús.

A menudo, cuando su prima Lucía se acercaba a visitarle, le pedía con tristeza: «¿Nuestro Señor aún estará triste? Tengo tanta pena de que El este así. Le ofrezco cuanto sacrificio yo puedo.»

Finalmente el 4 de abril de 1919, tras meses de larga y dolorosa enfermedad, habiendo recibido los últimos sacramentos, falleció santamente en su casa de Aljustrel, acompañado de su familia.

Su cuerpo reposa en el interior de la basílica de Fátima, junto a su hermana y su prima. San Juan Pablo II lo beatificó el 13 de mayo del año 2000 en Fátima, frente a centenares de millares de fieles. El Papa Francisco lo proclamará santo el 13 de mayo de 2017, en el centenario de la primera aparición de la Virgen.

JACINTA MARTO

Jacinta Marto nace en Aljustrel, Fátima, el 11 de marzo de 1910 y fue bautizada el 19 del mismo mes. Era la más pequeña de una humilde familia de pastores.

Alegre y jovial, Jacinta adoraba encargarse de sus labores de cuidar al ganado junto a su hermano Francisco y su prima Lucia.

Recibió la primera comunión en 1916, de mano del Ángel de la Paz. Y un año más tarde, tras la primera aparición de la Virgen fue ella quien comunicó a su madre lo sucedido, a pesar de haber prometido repetidas veces a Lucía que no contaría nada.

Le gustaba cantar y jugar. Era de constitución débil y poseía una gran sensibilidad que le permitió desarrollar gran admiración por la naturaleza y la creación. Adoraba a su familia. Cuando fue detenida por negarse a revelar el secreto, su mayor preocupación era la de morir sin haberse podido despedir de su familia.

Las apariciones de la Virgen provocaron en ella una gran felicidad y quedó cautivada por la belleza la Santísima Virgen. Más adelante, tomando el mandato divino que le había sido revelado, desarrolló una gran preocupación por la salvación de los pecadores  y el desagravio al Corazón Inmaculado de María, que le llevaron a rezar insistentemente y realizar una la mortificación heroica. También amaba la figura del Santo Padre y rezaba por él a diario.

Amante del baile, en abundantes ocasiones después de las apariciones se negaba a realizar esta actividad para ofrecer al Señor ese sacrificio.

En diciembre de 1918 cayó enferma víctima de una neumonía. Sufría mucha sed, pero decidió no quejarse y beber para ofrecer el sacrifico por la salvación de los pecadores. Su madre familia preocupada por la salud de su hija, ya que negaba cualquier cosa que le ofrecían para comer. Dándose Jacinta cuenta del disgusto, lloró, pidió perdón a su madre y aceptó gustosamente el alimento que le ofrecía, intentando así que quedara más tranquila.

Estando en cama recibió una visita de la Virgen, que le anunció que pronto se llevaría a Francisco al Cielo. Jacinta pidió permanecer un tiempo más para poder continuar rezando por los pecadores. La Virgen le dijo que sería trasladada a un hospital, donde iba a sufrir mucho, ya que quedaría sola. La niña sufrió mucho con aquella noticia, ya que su mayor miedo era morir sin compañía, pero aceptó gustosamente.

Cuando falleció Francisco lloró mucho y no hacía otra cosa que pensar en él. Jacinta contó a su prima que en una segunda aparición la Virgen le había revelado que moriría en Lisboa sin la compañía de su familia, pero que la Virgen iría a buscarle. Las primas se abrazaron conscientes de que tal vez era la última vez que podían hacerlo. Lucia le preguntó qué iba a hacer en el Cielo, a lo que Jacinta respondió: “Voy a amar mucho a Jesús, al Inmaculado Corazón de María; pediré mucho por ti, por los pecadores, por el Santo Padre, por mis padres y hermanos, y por todas esas personas que me han dicho que pida por ellas”.

Al poco tiempo, el 21 de enero de 1920, fue trasladada efectivamente a Lisboa, donde falleció el 20 de febrero a las diez y media de la noche, sin la compañía de ninguno de sus familiares.

El cuerpo de Jacinta reposa en el interior de la basílica de Fátima, junto al de los otros dos videntes. El 13 de mayo del año 2000 fue beatificada por san Juan Pablo II; y el 13 de mayo, centenario de la primera aparición de la Virgen, será canonizada por el Papa Francisco en el lugar de las apariciones.

Espere mañana un detallado informe cronológico de todos los sucesos de Fátima…

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