¿Cómo pedir al Señor la paz del corazón si no rechazamos todo mal o todo pecado, y si no aceptamos abrir nuestro corazón para que Él actúe como lo desea?
ORACIONES DE LIBERACIÓN
Oración a la Reina de los ángeles
Esta Oración fue dictada por la propia Virgen el 13 de enero de 1863, al P Cestac (Fundador de la Congregación de las Siervas de María en Anglet) para combatir y dominar las potencias del infierno, después de que tuviera una visión de los «destrozos indescriptibles» causados por los demonios en la Tierra. Ha sido recomendada por el papa Pío IX) enriquecida de indulgencia por los papas León Xlll y San Pío X.

Augusta Reina de los Cielos y Señora de los Ángeles, tú que has recibido de Dios el poder y la misión de aplastar la cabeza de Satanás, te pedimos humildemente que envíes tus legiones celestes para que, bajo tus órdenes y por tu poder, persigan a los demonios, los combatan en todas partes, repriman su audacia y los echen al abismo. «¿Quién es como Dios?»
¡Oh buena y dulce Madre, siempre serás nuestro amor y nuestra esperanza! ¡Oh divina Madre, envía los Santos Ángeles para defendernos y arrojar lejos de nosotros al cruel enemigo!
¡Santos Ángeles y Arcángeles, defendednos y guardadnos!
Oración contra los males diabólicos
Se puede generalizar esta oración en todas las ocasiones.
Que el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo, la Trinidad entera descienda sobre nosotros (o sobre N). Que la Virgen Inmaculada, los Arcángeles que están en presencia de Dios y los coros celestes, los santos y las santas del Paraíso se inclinen hacia nosotros.
Ven, Señor, transfórmanos, llénanos de ti, sírvete de nosotros. Aparta lejos de nosotros todas las fuerzas del mal, redúcelas a la nada, destrúyelas, para que podamos gozar de buena salud y hacer el bien.

Ahuyenta lejos de nosotros los maleficios, embrujos, magia negra, misas negras, sortilegios, mal de ojo, infestación diabólica, todo lo que está mal, codicia, envidia, perfidia; la enfermedad física, psíquica, moral, espiritual y diabólica. Quema todos estos males en el infierno para que no nos acosen más, ni acosen a ninguna criatura del mundo.

En el nombre de Jesucristo, nuestro Salvador, por su Cruz Gloriosa, por la intercesión de la Virgen Inmaculada, y con la fuerza de Dios Todopoderoso, ordeno y mando a todos los espíritus impuros que se aparten inmediatamente de nosotros, se alejen definitivamente y regresen al infierno eterno, encadenados por San Miguel Arcángel, San Gabriel Arcángel, San Rafael Arcángel y por nuestros Ángeles Custodios, aplastados bajo el talón de la Santísima Inmaculada Virgen María.
Oración a nuestro Ángel de la guarda
La función primera de los Santos Ángeles es la alabanza a Dios. Pero también les ha encomendado Dios la terrible batalla contra Satanás y todos los malos espíritus, bajo las órdenes de la Santísima Virgen. Su lugar es pues esencial en los designios jubilosos de la Mujer vestida del sol frente al Dragón rojo «embriagado con la sangre de los santos y de los mártires» ( Ap 17,6). Y, como están siempre a nuestro lado en la lucha, dándonos fuerza y valor, curando nuestras heridas y defendiéndonos del Maligno, procuremos vivir siempre en su compañía.

Ángel Santo, tú eres mi guardián, mi tutor y mi maestro, mi guía y mi defensa, mi sabio consejero y mi fiel amigo,
a ti estoy encomendado por la bondad del Señor desde el día de mi nacimiento hasta la última hora de mi vida.
¡Qué respeto te debo, tú que estás siempre a mi lado, allí donde vaya! ·
Con cuánto reconocimiento he de agradecerte el amor que me tienes. ¡Qué confianza ilimitada me da el saber que eres mi ayuda y mi defensor!
Santo Ángel, enséñame, corrígeme, guárdame y guíame por el camino recto y seguro de la Ciudad Santa de Dios. No permitas que haga nada que ofenda tu santidad y tu pureza.
Presenta mis deseos al Señor, ofrécele mis oraciones, muéstrale mis miserias y hazme saber desde su infinita bondad , por la intercesión maternal de tu Reina, María Santísima, cómo alcanzar la sanación.
Vigila cuando estoy descansando, sostenme cuando estoy cansado, sujétame cuando voy a caer, levántame cuando he caído, indícame el camino cuando estoy perdido, devuélveme el valor cuando estoy extraviado, ilumíname cuando no veo, defiéndeme cuando soy atacado. Y, especialmente en el último día de mi vida, sé mi escudo contra el demonio.
Con tu defensa y tu conducta, ayúdame a entrar por fin en la morada radiante donde eternamente podré expresarte mi agradecimiento y glorificar contigo al Señor Dios y a la Virgen María, mi Reina y la tuya.
Así sea.
¡Ángel de Dios, tú a quien he sido confiado por la bondad divina, ilumíname hoy (o esta noche), protégeme, dirígeme y gobiérname! Así sea.