Osvaldo Mitser, gobernador de la fortaleza de Scholssberg, desvanecido con el prestigio de su cuna, y con su poderosa fortuna, tenía un orgullo que borraba en él los mas nobles sentimientos. Hacíase rendir homenaje por todos y en todas partes, hasta en la misma casa de Dios.


La pequeña ciudad de Seefeld es hoy meta de numerosas peregrinaciones gracias a este Milagro Eucarístico sucedido en el año 1384.
Durante la Misa del Jueves Santo, el caballero Oswald Milser, pretendió recibir del sacerdote la Hostia Magna.

En el intento, el suelo comenzó a temblar y Oswald sintió que se hundía. El sacerdote recuperó la Hostia, y estando sobre el altar comenzó a derramar Sangre.
Tuvo un día la singular pretensión de que se lo prestasen ante la misma Mesa eucarística, y así se lo dijo al cura de la parroquia, declarándole que no parecía bien que un gentil hombre de su rango recibiese la Comunión confundido con las gentes, sus vasallos, que quería comulgar solo el primero y tomar una Hostia grande, igual que la del sacerdote. Temeroso de la cólera de un tan poderoso señor, el cura consintió en ello.
Osvaldo con toda la pompa de gran caballero, salió majestuosamente de su estancia precedido de toda sus servidumbre, y con el corazón henchido de una satisfacción pueril, se acercó al altar. Pero Dios que resiste a los soberbios, esperaba al orgulloso.
Todavía se muestra la huella profunda de los pies y las manos del orgulloso caballero, en una capilla que el archiduque Fernando II hizo construir en 1575, para conservar en ella la Hostia Milagrosa.
La iglesia de Seefeld, dedicada a San Osvaldo, y la capilla de la Santa Sangre, son objeto de una de las mas notables peregrinaciones.

Apenas la sagrada Hostia tocó sus labios, el caballero se turbó.., A sus pies ábrese una sima…, en vano busca asirse al mármol de la barandilla, que bajo su mano parece derretirse como cera… por momentos se va hundiendo…, ya casi está a punto de desaparecer.
En este terrible instante dirige a Dios un grito de arrepentimiento. El Dios de la eucaristía no quiere que el pecador perezca, sino que se arrepienta y viva. La sima se cierra, y bajo el peso del caballero la tierra se afirma.
En cuanto a la Hostia fue imposible administrarla, el sacerdote al recogerla la halló toda cubierta de roja sangre.
Osvaldo regresó a su casa completamente transformado. Relató a su mujer el castigo que había merecido y le comunicó los nuevos sentimientos de la más profunda humildad que nacían en su alma.
Mejor creería, respondió ella, señalando a unos rosales desechados, que puedan brotar flores de esas ramas muertas, que lo que acabáis de contarme.». Y entonces los tallos secos rezumaron con la savia, y las ramas reverdecieron, y magníficas rosas, entre frondosa hojarasca, embalsamaron el ambiente.
Esto pasaba el Jueves Santo del año 1384 en la aldea de Seefeld, en uno de los frescos valles del Tirol.

Osvaldo enteramente convertido, cuando enviudó, entró en el convento de Stoms, donde pasó los últimos años de su vida en la práctica de la obediencia y de la humildad.
todavía se muestra la huella profunda de los pies y las manos del orgulloso caballero, en una capilla que el archiduque Fernando II hizo construir en 1575, para conservar en ella la Hostia Milagrosa. La iglesia de Seefeld, dedicada a San Osvaldo, y la capilla de la Santa Sangre, son objeto de una de las mas notables peregrinaciones.