LAS PALOMAS EUCARÍSTICAS

A consecuencia de la relación existente entre la paloma y el Espíritu de Dios, esta ave se asocia, desde los primeros tiempos del cristianismo, a la persona de Jesucristo en su transformación eucarística.

Por MARÍA ENCARNACIÓN CABELLO DÍAZ

Paloma eucarística

El culto al Santísimo Sacramento se ha erigido en uno de los fenómenos más grandiosos de la historia litúrgica. A lo largo de los tiempos la Eucaristía fue conservada en distintos recipientes al objeto de tenerla preparada para las necesidades de los moribundos. Estos receptáculos son el antecedente de lo que, a partir del siglo XVI, constituirá el tabernáculo, lugar de la reserva eucarística.

No se conocen señales claras y evidentes de un culto eucarístico antes del año 1100. Existía, por supuesto, en la Iglesia primitiva una devoción hacia la Eucaristía, pero siempre dentro de la misa; así, no podemos hablar de lo que se ha denominado el culto extra missam en los primeros cristianos, quienes no profesaban honor y devoción a las Santas Especies, sino que, con gran familiaridad, se llevaban la Sagrada Forma fuera de los templos y la guardaban en sus casas. Autores como Tertuliano, Hipólito y San Jerónimo advierten sobre los
peligros de la profanación, del trato inadecuado y de la falta de respeto al sagrario doméstico que contenía el Pan Sagrado.

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En los once primeros siglos, la Iglesia no tributó un verdadero culto a la reserva eucarística, de tal modo que cuando terminaba la misa, o no quedaba ninguna de las formas consagradas porque se distribuían todas en la comunión, o bien si sobraban reliquias, éstas debían ponerse al cuidado de los diáconos en la sacristía, en una custodia a propósito, que era llamada sagrario, de ahí que no existiese un culto a las Especies eucarísticas al quedar éstas totalmente ocultas a la vista de los fieles.

La Edad Media continuó con las costumbres de la Iglesia antigua, los fieles y los monjes oraban ante el altar, que era la representación visible de Cristo y el lugar donde se encontraban las reliquias de los santos. Sobre el altar se colocaban unos vasos sagrados en forma de paloma que contenían la reserva eucarística, denominados palomas eucarísticas. Casi con seguridad estos recipientes se extendieron a partir del siglo XI, aunque antes de esta fecha se pueda hablar de ellos, como vamos a exponer en el presente artículo.

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En el Nuevo Testamento sigue siendo también la paloma la encarnación de la sencillez, de la falta de malicia y del candor, oponiéndose a la maldad y a la astucia, por eso fue propuesta por Jesucristo:
«Mirad que os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas.»


En la vida de Jesucristo aparece este animal (casi siempre rodeado con una aureola) como símbolo y personificación de la tercera persona de la Santísima Trinidad:
«Luego que fue bautizado Jesús, subió inmediatamente del agua. Y se le abrieron los cielos; y vio al Espíritu de Dios descender en forma de paloma y posar sobre él, al tiempo que una voz venida de los cielos decía: Éste es el Hijo mío, el amado, en quien me complazco.»

Es probable que la causa de esta imagen se fundamente en que los sacerdotes judíos se imaginasen al Espíritu de Dios como una paloma que revoloteaba o que se cernía sobre las aguas durante la creación del mundo:
«Al principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra estaba desierta y vacía y las tinieblas cubrían el abismo y el espíritu de Dios revoloteaba sobre la superficie de las aguas.»

Colomba eucaristica usata come tabernacolo, prodotta a Limoges ...

A consecuencia de la relación existente entre la paloma y el Espíritu de Dios, esta ave se asocia, desde los primeros tiempos del cristianismo, a la persona de Jesucristo en su transformación eucarística.

Los cristianos celebran la Eucaristía elevando súplicas al Señor. Una de ellas, la epíclesis, es la petición que se eleva al Padre para que envíe al Espíritu Santo sobre el pan y el vino y los transforme en el Cuerpo y en la Sangre de Jesús, de ahí que el sacerdote, durante la misa, extienda sus manos sobre estas especies formando una sombra visible sobre la que se posa el Espíritu de Dios: «Santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu». Es por tanto la paloma, como encarnación alegórica del Espíritu Santo, el emblema personificador de la presencia viva de Jesucristo en la Eucaristía.

Robó unas formas y le delataron palomas y luces sobrenaturales: el milagro eucarístico de Ponferrada

Un robo sacrílego dio lugar en 1533 a uno de los más palpables milagros eucarísticos de ese siglo en España.

Fuente: religiónenlibertad.com

Juan de Benavente no era natural de Ponferrada, pero estaba bien integrado en la actual capital del Bierzo, donde él se dedicaba a la cría y venta de perros y su mujer al comercio de mostaza. No hay constancia de que les fuese mal en los negocios, así que tuvo que ser el demonio de la avaricia el que hizo concebir en la mente del hombre un robo sacrílego.

Un engaño preparado largo tiempo


En la iglesia de San Pedro, el Santísimo se guardaba en una arqueta de madera y custodia de plata que desató la codicia de Juan. Dispuesto a hacerse con ella con disimulo suficiente para no despertar sospechas, empezó durante semanas a fingir tal devoción eucarística que tras la jornada de trabajo acudía al templo a rezar a última hora de la tarde, a pesar de las malas caras del sacristán, ya con ganas de echar el cierre. Se ganó así su confianza hasta conseguir que le dejase las llaves, de forma que él pudiese estar en oración hasta tarde, devolviéndoselas luego en su casa.

Tras repetir esa operación varias veces, convirtiéndola en habitual, llegó el momento del robo. Una noche, ya solo ante el tabernáculo, tomó el tesoro y huyó deprisa. El plan consistía ahora en deshacerse de la arqueta de madera, esconder la custodia, y cuando todo se hubiese olvidado, venderla en uno de sus frecuentes viajes a Castilla.

Tres impedimentos sobrenaturales


Pero todo empezó a salir mal en cuanto empezaron a intervenir factores sobrenaturales. Él mismo contaría después que cuando quiso tirar la arqueta y las Sagradas Formas al cercano río Sil, una fuerza desconocida le impidió reiteradas veces separarlas de su cuerpo. Preso de un temor reverencial que a Juan -cristiano al fin y al cabo- le había invadido desde el principio al llevar consigo el Cuerpo de Cristo, y consciente de que algo anormal e imprevisto sucedía, se llevó a casa el producto de su robo y lo escondió debajo de la cama.

Fue todavía peor, porque enseguida su mujer -ajena al delito- y él comprobaron que debajo de ellos brotaba una luz maravillosa e incomprensible. El pánico invadió al ladrón, que, sin poder conciliar el sueño por la mala conciencia y la certeza de la sobrenaturalidad de esa iluminación, no tardó en levantarse, coger la arqueta y caminar un buen trecho hasta el campo de El Arenal, donde la arrojó en un denso zarzal. Inquieto por su pecado pero aliviado ante lo que creía el fin definitivo de unos problemas con los que no había contado, volvió a su hogar y se durmió.

Cuando a la mañana siguiente el sacristán descubrió el robo, la ciudad quedó horrorizada ante el blasfemo atrevimiento del ladrón. Las autoridades iniciaron sus pesquisas, pero nadie sospechó de Juan, quien  destacaba entre quienes pedían que al criminal se le cortasen las manos. En la España de 1533 nadie podía imaginar que una ofensa pública a Dios tan grave quedase impune si el responsable era atrapado, y además de las pertinentes averiguaciones se sucedieron los actos de desagravio.

Mientras, él intentó infructuosamente salir de Ponferrada en varias ocasiones para vender la custodia y obtener el botín deseado. Pero también de manera inexplicable, cada vez que cogía el camino, sin saber muy bien cómo terminaba de nuevo llegando a los pies del majestuoso castillo templario de Ponferrada. Se hallaba sobrenaturalmente atrapado en sus límites.

Palomas y luces sobrenaturales


Ya empezaba a olvidarse el suceso, cuando los vecinos se dieron cuenta de que en el campo de El Arenal, junto a un denso zarzal, una persistente bandada de palomas blancas parecía haber hecho un insólito asiento. Tanto, que se entretenían tirando contra ellas a ballesta, sin conseguir matarlas ni espantarlas. Es más: de noche, de aquel lugar poco accesible surgía una luz.

Hasta que un molinero que vivía cerca decidió ir a escudriñar el terreno… e hizo el hallazgo de las hostias que milagrosamente llamaban la atención.

La confesión del culpable


Corrió a dar la alerta, y pronto acudieron cientos de vecinos al lugar. Quedaron de rodillas custodiando el lugar hasta que el rector de la basílica de la Encina organizó una procesión solemne para recoger las Sagradas Formas. Cuando lo hizo, las palomas desaparecieron como por ensalmo y nunca volvieron. (El cuadro que representa ese momento se conserva hoy en la actual iglesia de San Pedro, inaugurada en 1962.)

Milagro Eucaristico de Ponferrada, Espana, 1533

Juan de Benavente, desquiciado ya por los remordimientos, empezó a destacarse de tal forma exigiendo justicia y los peores castigos para el culpable, que despertó las sospechas del corregidor, quien le hizo detener. En ese momento el hombre recobró la serenidad: «¿Vuestra Merced préndeme por el hurto del Santísimo Sacramento? Pues yo lo hice, señor. Y pues el cuerpo lo hizo, el cuerpo lo pague en este mundo, dándome vuestra merced el castigo que merezco, que yo confesaré todo lo que hubo».

La frase consta textualmente, con apenas variaciones, en boca de todos los testigos del bien documentado suceso, y así lo refiere el sacerdote Augusto Quintana Prieto (1917-1996), autor del librito de 1952 Un milagro del Santísimo Sacramento, que seguimos para esta narración y responde a su exhaustivo estudio histórico del caso.

Juan de Benavente fue ejecutado y, tal como había exigido él tantas veces, antes le cortaron las manos. Pero murió «como muy buen cristiano» arrepentido de su acción y tras confesarse y ponerse en paz con el Dios cuyo Cuerpo había profanado. Su mujer le sobrevivió treinta años, soportando el estigma de ser la viuda del profanador.

La vieja ermita y los milagros posteriores


En el lugar de los hechos se erigió una ermita consagrada al Santísimo Sacramento, que fue durante cuatro siglos y medio testigo del crecimiento de la ciudad, de tal forma que su ubicación, periférica en el siglo XVI, pasó a ser central. En 1970 fue derruida para la ejecución del plan urbano que modernizó el barrio llamado de Las Huertas del Sacramento.

Pero en muchos ponferradinos quedó su recuerdo, y se constituyó hace años una asociación por la reconstrucción de la ermita que está a punto de ver conseguido su objetivo. Han logrado la aprobación del Ayuntamiento y, en diciembre de 2012, la cesión de los terrenos para su edificación en el mismo lugar donde estuvo. Diversas empresas locales han aportado buena parte de la financiación precisa, 117.800 euros. El periodista Luis del Olmo fue uno de los primeros donantes.

«Admiración y piedad»


Aquel milagro supuso durante muchos años, cuenta Quintana Prieto, un renacer de la devoción eucarística en el Bierzo. La ermita sirvió de forma privilegiada a ese propósito como centro de adoración y destino de romerías, y se atribuyeron a aquel terreno, bendecido por el contacto con el sacramento -paradójicamente gracias a su profanación-, diversos milagros: «Muchas personas enfermas y acalenturadas, yendo primero en romería a la dicha ermita, sacaban tierra de allí, haciendo oraciones, y ponían en unos paños aquello, y milagrosamente recibían salud. Y en agradecimiento de la merced que nuestro Señor les hacía de darles salud, volvían allí los paños con la dicha tierra y los ponían en la cruz que estaba a la puerta de la misma ermita», explicó en 1616, durante una investigación al respecto, uno de los vecinos, Pedro de Lorenzana.

También ahora la reconstrucción verificará lo que contó Don Augusto de la primera edificación del pequeño templo: que «la construcción de la ermita pudiera constituir lo que llamaríamos manifestación externa de admiración y piedad por los milagros eucarísticos que en el campo de El Arenal tuvieron lugar»

GRACIAS POR DONAR A ESTA OBRA MISIONERA…

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