San Antonio de Padua, «el Santo de todo el mundo»

“San Antonio de Padua, Doctor de la Iglesia y patrono de los pobres, les enseña la belleza del amor sincero y gratuito”.

Papa Francisco
Retrato de San Antonio de Padua

La vida de san Antonio, el portugués más conocido y festejado en todo el mundo, fue breve por el número de años trascurridos entre su nacimiento y su muerte, pero de gran intensidad biográfica según los testimonios conservados. Después de muchas controversias, problemas e investigaciones, hoy se ha llegado a un consenso y opinión común sobre sus orígenes familiares, su nombre y el de sus padres, su formación en la escuela catedralicia de Lisboa, su estancia entre los Canónigos Regulares de San Agustín, su paso a la Orden franciscana atraído por el ejemplo de los primeros mártires franciscanos en Marruecos, su labor de predicador evangélico y de ministro preocupado por el bien de los hermanos confiados a su servicio y de escritor de Sermones según las reglas y procedimientos de la oratoria de su época. Además, murió como un santo en 1231 y fue canonizado a los once meses de su muerte, por aclamación del pueblo cristiano, confirmada con la declaración solemne de la Iglesia.

Fuente: sanantonio.org

1195 los primeros años en Lisboa

San Antonio nació en Portugal, en Lisboa, en 1195. Una tradición tardía indica la fecha del 15 de agosto. Hijo de padres nobles, sabemos que fue bautizado con el nombre de Fernando.

Transcurre los primeros años de formación bajo la guía de los canónigos de la catedral. Serán años preciosos para su formación y discernimiento.

1210 – 1220 En San Vicente y en Coímbra con los canónigos de san Agustín

Alrededor de los 15 años entra en el convento agustino de San Vicente, fuera de las murallas de Lisboa, para adherir al proyecto de consagración a Dios que había ido madurando.

Aquí vive unos dos años. Luego, probablemente para evitar las distracciones de amigos y parientes de la ciudad, con el permiso de los religiosos se traslada a Coímbra, que en aquel tiempo era la capital de Portugal, donde surge otra abadía de los canónigos agustinos.

Permanecerá en Coímbra 8 años, profundizando en su formación religiosa y dedicándose al estudio de las ciencias humanas, bíblicas y teológicas: los frutos de este estudio lo convertirán en uno de los eclesiásticos más cultos de la Europa de los inicios del siglo XIII.

1220 – Los franciscanos: un giro de 180 grados

En 1220 Fernando, por primera vez, entra en contacto con los frailes menores, religiosos fundados por Francisco de Asís en la lejana Italia. De hecho, las reliquias de cinco misioneros franciscanos torturados y asesinados en Marruecos, son llevadas a Coímbra, a la iglesia de la Santa Cruz, donde vive Fernando. Probablemente es en este período que profundiza su contacto con los primeros franciscanos llegados a Portugal.

El encuentro se revelará fundamental en el camino de fe del joven religioso: con gran sorpresa de todos, en el septiembre de 1220 decide dejar a los canónigos agustinos para entrar a formar parte de los seguidores de Francisco de Asís. Con este motivo abandona el viejo nombre de bautismo para tomar el de Antonio

Antonio madura una fuerte vocación misionera y, en particular, al martirio: con este ideal parte para Marruecos.

1220 – 1222 Del África a Asís

Sin embargo, llegado a Marruecos, Antonio contrae una grave y no bien precisada enfermedad: es obligado al reposo forzado y no puede predicar. Pasado algún tiempo y no sanando, no le queda más que rendirse a la voluntad de Dios y regresar a la patria. Pero el barco en que había embarcado, empujado por vientos contrarios va a dar a Sicilia, con un desastroso naufragio.

Después de una convalecencia de un par de meses, de Sicilia se dirige a Asís: es la ocasión propicia para encontrar a Francisco de Asís que, para Pentecostés de 1221, había convocado a todos los frailes. Será un encuentro simple, pero capaz de confirmar la elección que Antonio había hecho de seguir a Cristo por medio de la fraternidad y minoridad franciscanas.

Antonio es invitado a dirigirse a Romaña, al eremitorio de Montepaolo, cerca de Forlí, para dedicarse a la oración, a la meditación y al servicio humilde de los frailes.

1222 – 1227 Predicador en Italia y en Francia

En septiembre de 1222 se celebran en Forlí las ordenaciones sacerdotales. Según se cuenta, faltó el predicador invitado para la ocasión: Antonio -religioso y sacerdote- es invitado a sustituirlo: es la revelación de su talento como predicador. A pesar de ser extranjero, de sus palabras emergen su profunda cultura bíblica y su simplicidad de expresión.

A partir de aquel día Antonio es enviado por los caminos del norte de Italia y del sur de Francia para animar con su predicación del Evangelio a las gentes y a los pueblos, a menudo confundidos por los movimientos heréticos que se difundían en aquel tiempo. Tendrá también palabras de corrección para la decadencia moral de algunos exponentes de la Iglesia.

Finalizando el 1223 le es propuesto a Antonio enseñar teología en Bolonia, tarea que realiza durante dos años, a la edad de 28-30 años. Así pues, san Antonio es uno de los primeros religiosos dedicados a la enseñanza de la teología en la fraternidad de los Menores, recibiendo para esto la aprobación del mismo san Francisco, por medio de una carta que ha llegado hasta nosotros.

Sabemos que en 1226 Antonio estaba en Limoges, Francia; no tenemos noticias claras de cuándo regresó a Italia. Las hagiografías indican, sin embargo, su presencia en Asís, para el capítulo general de los Frailes menores que se tuvo allí en Pentecostés, el 30 de mayo de 1227.

1227 – 1231 Ministro provincial

Antonio, por sus talentos, que demuestra saber poner al servicio del Reino de Dios, recibe también el encargo de Ministro Provincial (o sea, guía de las fraternidades franciscanas) del norte de Italia, con mucha probabilidad en el trienio de 1227-1230. El encargo comporta la visita a los numerosos conventos de la Italia septentrional. Antonio demostrará enseguida preferir la ciudad de Padua y la pequeña comunidad franciscana junto a la simple iglesita de Santa María Mater Domini.

En esta ciudad, Antonio se quedará durante dos breves períodos de tiempo, cerca uno del otro: el primero entre 1229 y 1230; el segundo entre 1230 y 1231, durante el cual muere prematuramente. A pesar de ser un período tan breve, Antonio instaura un fortísimo vínculo con esta ciudad.

La Assidua, la primera biografía de san Antonio, afirma que escribió sus Sermones para los domingos durante una de sus permanencias en Padua. A pesar de que la noticia no está probada del todo, es cierto que este voluminoso texto (dirigido en modo particular a sus frailes para formarlos en el arte de la predicación) expresa la gran ciencia teológica del religioso que -después de la canonización- recibirá el título de Doctor de la Iglesia.

1230 – 1231 El testamento espiritual

El empeño que puso Antonio en la predicación y en el sacramento de la reconciliación durante la Cuaresma de 1231 puede considerarse su gran testamento espiritual.

A todo esto se une una gran atención por los pobres y por los males de la ciudad: gracias a sus intervenciones y enseñanzas sabemos que en un estatuto ciudadano, relativo a los deudores insolventes, el 17 de marzo de 1231, el magistrado jefe (algo así como el alcalde) de Padua, Esteban Badoer, estableció que el deudor que no pudiera pagar, sin culpa suya, una vez cedidos sus bienes a cambio, no sería encarcelado.

1231 La muerte

Los trabajos de la Cuaresma desgastaron un físico ya exhausto. Después de la Pascua acepta retirarse con otros frailes a Camposampiero (pueblecito a pocos kilómetros de Padua) huésped del conde Tiso. Pide, sin embargo, que le sea acondicionado un simple refugio sobre un gran nogal, donde transcurre las jornadas en contemplación con Dios y en diálogo con las gentes humildes de la aldea. Es durante esta permanencia que se le aparece el Niño Jesús y dialoga con él, como testificará el conde Tiso.

Un viernes -es el 13 de junio de 1231- se siente aquejado por un fuerte malestar. Puesto en una carreta es llevado a Padua, donde el mismo ha pedido poder morir. Llegado a la Arcella, un barrio a las puertas de la ciudad, murmurando las palabras «Veo a mi Señor», expira a la edad de unos 36 años.

Algunos días después, con solemnes funerales, Antonio es sepultado en Padua, en la iglesita de Santa María Mater Domini, su refugio espiritual en los períodos de intensa actividad apostólica.

Al cabo de un año de su muerte, la devoción de los paduanos y la fama de tantos prodigios realizados convencen al papa Gregorio IX a ratificar rápidamente la canonización, o sea, a proclamarlo santo el 30 de mayo de 1232, sólo 11 meses después de la muerte.

En 1946 la Iglesia proclama a san Antonio de Padua «Doctor de la Iglesia Universal», con el título de Doctor Evangelicus.

Reconocimientos

San Antonio es enterrado en Padua, en la iglesita de Santa María Mater Domini, el martes 17 de junio de 1231. Probablemente el cuerpo no fue enterrado sino puesto un poco elevado en una urna de mármol, de manera que los devotos, siempre más frecuentes y numerosos, pudieran ver y tocar el arca-tumba.

Con el paso de los siglos, por distintos motivos, la tumba ha sido abierta y sus reliquias trasladadas en tres ocasiones:

Reconocimiento y traslación de 1263

El más importante reconocimiento y traslación ocurrió el 8 de abril de 1263, cuando el cuerpo fue trasladado a la Basílica terminada, que había sido construida en su honor. Buenaventura de Bañoregio, entonces ministro general de los franciscanos y luego también él santo, presidió la ceremonia.

Al examinar los restos mortales, antes de colocarlos en una nueva caja de madera, se dio cuenta de que la lengua del Santo permanecía incorrupta. Ante tal descubrimiento, Buenaventura exclamó: «Oh lengua bendita, que siempre has bendecido al Señor y has hecho que otros lo bendigan, ahora queda manifiesto cuántos méritos has adquirido ante Dios»

Traslación de 1310

Otra traslación segura ocurre el 14 de junio de 1310, cuando las sagradas reliquias fueron solemnemente transportadas a la nueva capilla dedicada al Santo en la extremidad izquierda del crucero de la Basílica.

El 14 de febrero de 1350, el cardenal Guido de Boulogne viene a Padua para cumplir una promesa al Santo (había sido sanado de la peste negra) y para donar un precioso relicario en el que fue puesta la mandíbula del Santo.

Reconocimiento y exposición de 1981

El 6 de enero de 1981 se inició una importante investigación sobre los restos del Santo, en ocasión del 750 aniversario de la muerte de san Antonio. Una comisión religiosa y una comisión técnico-científica, entrambas nominadas por la Santa Sede, cuidaron la apertura de la tumba y examinaron todo lo que allí encontraron. Removida la lápida lateral de mármol verde, se encontró una caja grande de madera de abeto, envuelta en telas preciadas.

Esta contenía otra caja más pequeña de madera, dentro de la cual, en diversos paquetes envueltos en telas preciosas y colocados en tres compartimientos con sus respectivos escritos había:

– el esqueleto, con la excepción del mentón, del antebrazo izquierdo y de otras partes menores (conservadas por siglos en otros relicarios particulares),

– el hábito

– la «massa corporis», o sea, las cenizas, en las que fueron individuadas las frágiles partes del aparato vocal del Santo, como para confirmar el prodigio de la lengua incorrupta.

Los restos de san Antonio fueron recompuestos en una urna de cristal y expuestos, desde la tarde del 31 de enero a la tarde del 1 de marzo de 1981 (un total de 29 días) a la veneración de los devotos que acudieron en multitudes impresionantes: más de 650.000 personas.

Terminada la exposición, la urna de cristal fue encerrada en una caja de roble y recolocada en la secular tumba-altar de la capilla dedicada a san Antonio.

Algunos de los hallazgos, en particular el hábito y las reliquias del aparato vocal de san Antonio, están hasta hoy expuestos en la Capilla de las Reliquias.

Exposición de 2010

Finalmente, en febrero de 2010, durante seis días, los fieles pudieron venerar los despojos mortales de san Antonio, expuestos en la Capilla de las Reliquias de la Basílica del Santo, antes de que regresaran a la Capilla del Arca una vez terminada la restauración iniciada en 2008.

Resultado: alrededor de 200.000 peregrinos llegados a la Basílica y 150.000 oraciones dejadas sobre la tumba, confirman una vez más, si hubiese necesidad, el amor de la gente por nuestro querido Santo.

Milagros

San Antonio es conocido también como el Santo de los Milagros, o el Taumaturgo, o sea, aquel que obra prodigios.

¿Cuáles y cuántos son los milagros atribuidos a san Antonio? Innumerables.

Damos una breve reseña siguiendo el recuento de las primeras biografías. Obras de grandes artistas, casi todas pueden ser admiradas en la Basílica, acompañarán cada milagro.

La mula

Durante un debate entre Antonio y un hereje acerca de la presencia de Jesús en la Eucaristía, el hereje reta a Antonio a que demuestre con un milagro la presencia real de Cristo en la hostia consagrada, prometiendo que si lo hubiera logrado se habría convertido a la fe verdadera.

Explica entonces su plan: tendría su mula encerrada en el establo durante algunos días sin darle de comer; después la llevaría a la plaza, ante la gente, poniéndole delante el forraje. Al mismo tiempo, Antonio debería poner la hostia ante la mula: si el animal se hubiera arrodillado ante la hostia, ignorando la comida, se habría convertido.

El día convenido, el Santo muestra la hostia a la mula y le dice:

En virtud y en nombre del Creador, que yo a pesar de ser indigno, tengo verdaderamente entre las manos, te digo, oh animal, y te ordeno acercarte enseguida y con humildad y ofrécele la debida veneración.

Y así sucede: Antonio no ha terminado aun de pronunciar estas palabras y la mula baja la cabeza hasta los jarretes y se arrodilla ante el Sacramento del Cuerpo de Cristo.

El recién nacido que habla

En Ferrara una familia está amenazada por una sospecha nacida de los celos: un padre no quiere ni tan siquiera tocar al hijo nacido hace pocos días porque cree que es fruto de una traición de su mujer.

Antonio toma entonces en brazos al recién nacido y le dice: 

«Te ordeno en nombre de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, nacido de la Virgen María, que me digas con voz clara para que todos lo puedan oír, quién es tu padre».

El bebé, mirando a los ojos al papá, dado que no puede mover las manitas ligadas con las vendas, dice: ««¡Este es mi padre!«.

Y dirigiéndose al hombre, el Santo añade: «Toma a tu hijo, ama a tu mujer que es inocente y merece toda tu confianza».

Tomasito

Tomasito es un bebé de 20 meses: la madre lo deja en casa solo jugando y lo encuentra poco después, sin vida, ahogado en un barreño de agua.

Desesperada invoca la ayuda del Santo y en su oración hace un voto: si obtiene la gracia dará a los pobres tanto pan cuanto pesa el bebé. El hijo recobra milagrosamente la vida y nace así la tradición del «pondus pueri», una oración con la cual los padres, a cambio de protección para los propios hijos, prometían a san Antonio tanto pan cuanto era el peso de los hijos.

Tal vez no todos saben que en este milagro tiene su origen la Obra del Pan de los Pobres y después la Caritas Antonianalas organizaciones antonianas que se ocupan de llevar comida, y artículos de primera necesidad y asistencia a los pobres de todo el mundo.

El pie reinjertado

Un hombre de Padua, llamado Leonardo, confiesa a Antonio que le había dado, con violencia, una patada a la propia madre. Antonio entristecido comenta:

«El pie que golpea a la madre o al padre, merecería ser amputado al instante».

El hombre, tocado por el remordimiento, regresa a casa y se corta el pie. La noticia se difunde inmediatamente por toda la ciudad, llegando también a los oídos de Antonio. El Santo alcanza inmediatamente al hombre y, después de una oración, le reinjerta a la pierna el pie amputado, haciendo el signo de la cruz.

Y aquí se realiza el extraordinario milagro: el pie queda pegado a la pierna, en tal modo que el hombre se pone de pie, empieza a caminar y a saltar alegremente, alabando a Dios y agradeciendo a Antonio.

El corazón del avaro

En una localidad de Toscana se están celebrando con solemnidad los funerales de un hombre muy rico. Antonio está presente en el funeral y, movido por una inspiración se pone a gritar que aquel muerto no puede ser enterrado en lugar consagrado porque el cadáver no tiene el corazón.

Los presentes quedan turbados y comienza una encendida discusión. Finalmente son llamados los médicos, que abren el pecho del difunto. Efectivamente, el corazón no está en la caja torácica y lo encuentran en la caja fuerte donde conservaba el dinero.

La conversión de Ezzelino

Antonio fue el defensor de los pobres, siempre y dondequiera, retando a cara descubierta a los opresores. Basta recordar un solo episodio: el encuentro con el malfamado Ezzelino de Romano. En efecto, cuando supo de una terrible masacre perpetrada por el temido tirano, en Verona, lo quiso encontrar y le dirigió palabras durísimas: :

«Oh, enemigo de Dios, tirano despiadado, perro rabioso, ¿hasta cuándo seguirás derramando sangre inocente de cristianos? ¡Escucha bien, pende sobre tu cabeza la sentencia del Señor, terrible y durísima!».

Pero la reacción de Ezzelino es inesperada: en lugar de dar la orden a sus guardias de asesinar al fraile franciscano, manda que sea alejado sin violencia. Y añade: «

«Compañeros, no os asombréis. Os digo con toda verdad, que he visto emanar del rostro de este padre una especie de fulgor divino, que me ha aterrado a tal punto que, ante una visión tan espantosa, tenía la sensación de precipitar en el infierno».

La predicación a los peces

Como en la vida de san Francisco encontramos la predicación a los pajaritos, en la vida de san Antonio tenemos la no menos fantasiosa y poética a los peces: Habría ocurrido en Rímini. La ciudad se encontraba firmemente controlada por los grupos heréticos.

A la llegada del misionero franciscano, los jefes dan la palabra de orden: encerrarlo en un muro de silencio. De hecho, Antonio no encuentra a quién dirigir la palabra. Las iglesias están vacías. Sale a la plaza, pero allí nadie da señales de darse cuenta de él, nadie presta atención a sus palabras.

Camina rezando y pensando. Llega al mar, se asoma y comienza a llamar a su auditorio:

Dado que vosotros demostráis ser indignos de la Palabra de Dios, he aquí que me dirijo a los peces, para más abiertamente confundir vuestra incredulidad.

los peces afloran por centenares, ordenados y palpitantes, a escuchar la palabra de exhortación y de alabanza.

La visión

Poco antes de morir, Antonio logra retirarse en oración a Camposampiero, cerca de Padua, en el lugar que el conde Tiso había confiado a los franciscanos, junto a su castillo.

Caminando por el bosque, Antonio nota un majestuoso nogal y tiene la idea de hacerse construir, entre las ramas del bello árbol, una especie de celdita. Tiso se la prepara. El Santo pasa así, en aquel refugio, sus jornadas de oración, regresando al eremitorio sólo de noche.

Una noche, el conde se dirige a la pequeña habitación del amigo, cuando por la puerta entreabierta ve salir un intenso resplandor. Temiendo un incendio, empuja la puerta y queda inmóvil ante la escena prodigiosa: Antonio estrecha entre sus brazos al Niño Jesús. Cuando se recobra del éxtasis y ve a Tiso conmovido, el Santo le ruega que no hable con nadie sobre la celeste aparición. Solamente después de la muerte del Santo, el conde contará lo que había visto.

Devoción

Los devotos sienten a san Antonio como el intercesor y bienhechor en nombre de Dios. San Antonio es el rostro de la bondad premurosa de Dios, que en él se descubre y se hace realidad concreta y tangible. San Antonio también es sentido como el misericordioso y delicado reclamo a la conversión y a la penitencia.

Además de en la oración personal, la devoción a san Antonio se ha manifestado a través de los siglos en algunas expresiones particulares que duran hasta hoy y que señalamos brevemente.

EI pan de san Antonio

En algunas iglesias franciscanas o de alguna manera particularmente relacionadas con san Antonio, el día de su fiesta (13 de junio) se acostumbra a bendecir pequeños panecitos, que después son distribuidos a los fieles y consumidos por devoción.

Ciertamente, tal devoción deriva de la iniciativa del «pan de los pobres» que en el pasado era muy viva y difundida en las iglesias. Aun hoy, en las inmediaciones de la Basílica, trabajan la “Caritas antoniana” y la «Obra del Pan de los Pobres», dos organizaciones que expresan en forma más actual y diversificada la ayuda material a los necesitados.

El notable y complejo fenómeno de la caridad que tiene como punto de referencia el santuario, depende ciertamente de lo que los peregrinos o los devotos, a través del «Messaggero di sant’Antonio» ponen a disposición de los pobres.

Todo cuanto ellos hacen no es más que la continuación del agradecimiento al Santo tan pródigo de consejos, ayuda y gracias. Es suficiente recordar el conmovedor episodio de milagro de Tomasito y de aquella, su joven madre que, obtenida la curación del hijo por intercesión del Santo, decide ofrecer al convento por un cierto tiempo, tanto pan cuanto pesaba el niño, para que los frailes lo dieran a las madres pobres.

ORACIÓN DE LIBERACIÓN DE SAN ANTONIO DE PADUA



Haciendo la señal de la cruz dirás con mucho fervor:

He aquí la Cruz del Señor,+
Huid, potestades enemigas:+
El león Judà, descendiente de David,+
Ha vencido. Aleluya.

Este exorcismo usado frecuentemente por San Antonio es muy eficaz contra las tentaciones del demonio, como lo prueban muchísimos ejemplos. Constituyen esas palabras el breve o carta de San Antonio que él mismo escribió y entregó a una devota suya para librarla de una fuerte y tenaz tentación.


Oración


A ti, Antonio, dechado de amor a Dios y a los hombres que tuviste la dicha de estrechar entre tus brazos al Niño-Dios, a ti lleno de confianza, recurro en la presente tribulación que me acongoja………….

Te pido también por mis hermanos más necesitados, por los que sufren, por los oprimidos, por los marginados, por los que hoy más necesiten de tu protección.

Haz que nos amemos todos como hermanos, que en el mundo haya amor y no odios. Ayúdanos a vivir el mensaje cristiano.

Tú, en presencia ya del Señor, no ceses de interceder por Él, con Él, y en Él, a favor nuestro ante El Padre. Amén.

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