Vida del glorioso Patriarca San José Esposo Purísimo de la Gran Madre de Dios y Padre Adoptivo de Jesús, manifestado por Jesucristo a su esposa predilecta, María de Jesús, y que Él mismo le ordenó que la escribiera y con la obediencia de quien dirige su espíritu. 23 de Enero de 1736.

Revelaciones sobre la Vida de San José. Vidente: Hna. Mª Cecilia Baij (1694-1766) Monasterio Benedictino de MONTEFIASCONE, Italia
Al tener que dar comienzo para escribir la Vida del glorioso Patriarca San José, confieso la insuficiencia y mi indignidad, y que yo de este Santo nunca he leído cosa alguna, habiendo oído solamente ese poco que Jesucristo se ha dignado manifestarme en la misma manera en la cual se ha dignado manifestarme Su Vida interior.
He sentido cierta resistencia al escribir esta Vida, pero animada por la Gracia Divina y por las Promesas que me han sido hechas por el Esposo Divino de asistirme de una manera particular, como también de la santa obediencia y de la Gracia que el Santo me hizo de restituirme la salud y liberarme de una fuerte palpitación del corazón, me pongo a escribirla tal cual me ha sido manifestada por Jesucristo, y ruego a quien la leerá, para que no se viera escandalizado, si es que yo me llamo ‘esposa predilecta de Jesús’, porque este título de honor Él mismo me lo ha dado una y más veces, puesto que también se ha dignado cambiarme mi apellido, ordenándome para que me llamara María de Jesús.
No se sorprendan, pues, si Jesús se ha dignado honrarme de esta manera, porque es propio de Su Bondad favorecer a los pecadores que se convierten a Él; ahora mucho más Se ha dignado favorecerme siendo la más grande pecadora del mundo, haciendo con esto resaltar aún más Su infinita Misericordia y Bondad, de modo que aún más los pecadores tomen ánimo y confíen en Su Bondad y de corazón se conviertan a Él; como espero hacer yo, criatura miserable y muy indigna pecadora.
Hna. Mª Cecilia Baij
Espera cada día un bello relato de la Vida de San José
Vida de San José
Por el Sacerdote Pietro Bergamaschi
II Edición Montefiascone
Monasterio de San Pietro 1974
A la Santa memoria del Venerable Cardenal Ildefonso Schuster O.S.B. que en el lejano 1919 siendo Prior de San Pablo en Roma con corazón paternal fue intermediario de unión entre la exhausta comunidad de este Monasterio de San Pietro y la de las religiosas de San Benito del Santísimo Sacramento en Milán que le volvieron a dar vida y vigor.
Carta autógrafa enviada por el Prior de San Pablo Ildefonso Schuster a Mons. Bergamaschi que ya había depurado la edición de la «Vida Interior de Jesucristo» escrita por la Venerable Maria Cecilia Baij y ahora había dado a la prensa la «La Vida de San José» de la misma, antigua Abadesa del Monasterio de San Pietro en Montefiascone.
Reverendísimo señor,
Basílica de San Pablo, . 18 de diciembre de 1921.
La obra a la cual Dios os ha llamado primero con la publicación de la Vida Interior de Jesucristo y luego de la de San José contemplada por la Hna. Baij, es cosa tan grata al Señor y útil a las almas, que ella tendría por ello una glories grande en el Cielo. Se trata, es verdad, como ella bien observes, de revelaciones privadas, pero cuando el criterio de credibilidad es suficientemente seguro, el espíritu puede lanzarse en ese mar de luz y de sabiduría que es la Palabra de Dios.
Bienvenida sea pues la Vida de San Jose, al cual Dios, para exaltarlo en la Iglesia, ha escogido especialmente nuestro tiempo, generación-alejada del Señor, que trata de guitar toda disciplina y comienza pues a rebelarse al primer principio natural de autoridad como es la autoridad paterna. Ahora Dios se complace en inundar de su Gloria la celestial figura de San José, cuya grandeza y causa de Santidad consiste principalmente en esto: que ejerció en nombre del Eterno Padre la «Patria Potestad» sobre Jesús y María. Nunca fue ejercida mayor autoridad por parte de algún mortal más dignamente, con tanto cortejo de virtudes; y por lo tanto nunca el principio de autoridad, al cual conviene llevar nuestra época, se manifiesta mcfs digno y mds amable que en San José.
Después de las glorias Marianas, ahora el Señor madura los tiempos para glorificar a su José, y vuestra publicación entra como parte muy importante en los designios de la Divina Providencia.
Le felicito de todo corazón y, a la vez que le doy mis humildes agradecimientos, le deseo también todo bien en ocasión de la Navidad. Me encomiendo a sus Santas oraciones y envío por su intermedio mis augurios Navideños también a las religiosas y me declaro:
De usted Rev. más pequeño servidor,
Ildefonso
Abad y Obispo Ordinario de San Pablo,
Desde el Nacimiento de José hasta la Encarnación
(23 de Enero de 1736)

Los Padres del Santo
Habiendo Dios destinado como esposo de la Madre de su Unigénito al GLORIOSO SAN JOSÉ, quiso también que se asemejara mucho a la misma, tanto en sus orígenes, como en la patria y mucho más en las virtudes de Ella, ocupándose el Altísimo de formarlo tal cual convenga para hacerlo digno esposo de la divina Madre.
El padre de San José era originario de Nazaret y la madre de Belén, y unidos estos en matrimonio se quedaron a vivir en Nazaret.
Jacob se llamó el padre y Raquel la madre, personas de una vida muy Santa e iguales tanto en la nobleza como en las virtudes. El padre fue de la estirpe y linaje de David; la madre fue de la misma descendencia.
Permitió Dios que sean por algún tiempo estériles, porque quería que nuestro José fuera hijo de oración, y por lo tanto sus padres hacían muchas limosnas a los pobres, como también en el templo de Jerusalén, a donde iban a menudo a orar para pedir a Dios la suspirada prole, y Dios no tardó mucho en consolarlos.
Habiendo ido un día al templo para ofrecer muchas limosnas, la madre tuvo una gran Fe que Dios la habría escuchado y consolado.
Al regresar de Nazareth concibió a nuestro José, y en ese tiempo se vieron sobre su casa tres resplandecientes estrellas, una de mayor sublimidad y resplandor que las otras, manifestando Dios con estas señales, como nuestro José debía formar la trinidad en la tierra y ser jefe de la Sagrada Familia.
Sin embargo, Dios permitió que no fuera conocido este prodigio, de modo que estuviera escondido el misterio y la suerte del Santo.
Al estar pues la madre encinta de nuestro José experimentaba un gran consuelo y se iba siempre ejercitando en actos de mayor virtud.
Nuestro José con el alimento que le daba la madre, se empapaba también de las virtudes y devociones que ella practicaba, de modo que también desde el seno materno traía junto con el alimento las nobles virtudes de su buena madre. Luego creció mucho la virtud, la devoción y la alegría de sus padres, cuando Dios les reveló el oculto secreto por medio de un Ángel, que habló a ambos en sueño, esto es, manifiesto a la madre, como el niño que ella llevaba en su seno, habría tenido la suerte de ver al Mesías prometido y de tratar con Él; que sin embargo lo criara con gran precaución y cuidado. Que le pusiera el nombre de José, y que será grande delante de Dios. Lo mismo dijo a su padre, -también en sueño-, ordenando sin embargo, a ambos que guardaran oculto el secreto del Rey y que no lo manifestaran ni siquiera a su hijo, sino que sólo lo hablaran entre sí para consuelo de su espíritu y para estar unidos ambos, agradecer a Dios y criar bien al niño, como también hacerlo instruir en la Sagrada Escritura.
Llenos de alegría los padres de nuestro José por el misterioso sueño se conversaron juntos acerca de lo sucedido, y al encontrarse dignos ambos del mismo sueño dieron cariñosas gracias a Dios y se animaron en la práctica de las más heroicas virtudes; y puesto que eran sabios y muy prudentes, conservaron dentro de sí el secreto, sin nunca manifestarlo a nadie, obedeciendo a cuanto el Ángel les había ordenado.
La madre luego se ejercitaba en el tiempo de su gravidez en ayunos, oraciones y abundantes limosnas, agradeciendo a Dios por el don que le había hecho de la suspirada prole y suplicando la ayuda divina, de modo que diera a luz con toda facilidad al niño.
La madre llevó con gran dicha su gravidez, no siendo molestada demasiado por las acostumbradas angustias y padecimientos.
De todo daba gracias a Dios, reconociendo con mucha gratitud los divinos beneficios. Lo mismo hacía el padre de José, el cual gozaba mucho de la Gracia de Dios hecha a su esposa de Llevar al niño con tanta facilidad y consuelo, y ambos daban gracias a Dios.
Espera mañana: EL NACIMIENTO DE SAN JOSÉ
