Es mucha la gente que se pregunta dónde están los límites de lo permitido, o qué es lo conveniente en el ejercicio de los carismas… Dios hace lo que quiere del modo que quiere. Nunca olvidéis que servimos a un Dios Misterioso. Dios no tiene que someterse a lo que nosotros consideramos correcto, serio… los ciegos ven, los sordos oyen, los paralíticos se levantan.
P. J. A. Fortea
Teniendo en cuenta la gran riqueza del libro Un Dios Misterioso del padre J. A. Fortea, traemos en esta publicación, algunas de las preguntas con sus respuestas en él publicadas. El propósito es dar una serie de directrices breves y concretas que respondan a las preguntas que muchos se hacen sobre este campo de la actuación del Espíritu Santo en los grupos que lo invocan.
¿Qué es el descanso en el Espíritu?
En algunos grupos varios oran por una persona sin imponer las manos, en otros grupos es uno el que impone las manos sobre la cabeza o en la espalda, pidiendo que el Espíritu Santo descienda sobre ella. Y en algunas ocasiones cuando se hace eso, la persona por la que se ora cae al suelo como empujada por una fuerza invisible. Otras personas sienten que pierden las fuerzas progresivamente, que las piernas no les sostienen. Algunos apenas tienen tiempo de sentir nada, pues literalmente se desmoronan, se derrumban verticalmente. Otros sienten un fortísimo empujón hacia atrás.

El descanso en el Espíritu es el signo que nos muestra que el Espíritu Santo ha descendido a esa persona. Y desciende de un modo manifiesto derrumbando a la persona. La persona tendida en el suelo siente paz, otros un gran amor y felicidad, algunos vez una luz blanca. El Espíritu Santo obra de forma distinta en cada uno. Algunos están apenas unos segundos en el suelo levantándose enseguida, otros están un rato. Lo mejor es no moverse del suelo mientras uno sienta el efecto espiritual.
Mientras se sienta algo en el alma es que Dios está actuando. Las personas que estén alrededor no deben molestar para nada a aquellos que estén tendidos en el suelo. De ningún modo se les debe turbar justamente en el momento en que el Espíritu está actuando. Pues sería como interrumpir a alguien que está en una oración muy profunda. No hay ni que tocarlos, ni que hablarles, ni colocarlos
en un lugar más cómodo. Donde hayan caído se les deja.
¿Por qué la gente cae al suelo cuando recibe el descanso en el Espíritu?
En principio se pueden recibir gracias espirituales en el alma sin necesidad de caer al suelo y sin sentir
nada. Pero es Dios el que hace caer hacia atrás, es decir, no se trata de una especie de sugestión por la cual uno se autoconvence de que tiene que caer. Los que hayan experimentado el descanso en el Espíritu saben cuán fuerte y claro se siente a veces el empujón.

Y si es Dios quien empuja, ¿por qué quiere que caigamos al suelo? La razón está en que Dios quiere mostrar un signo visible, palpable, que el Espíritu Santo está allí. Allí donde la gente cae al suelo tras invocarle, allí está la manifestación de que su Espíritu está entre esos cristianos reunidos.
El acto de caer simboliza también que Dios derriba al hombre viejo, que lo tumba, que lo hace caer como a San Pablo, para que después el individuo que se alze lo haga como un hombre renovado. Otro sentido que podemos encontrar en el caer, es que es un arrojarse a los brazos de nuestro Padre Dios.
Es arrojarnos en Él, sabiendo que nos recogerá. Es cierto que para recibir una gracia no es necesario sentir nada. Pero será muy difícil que si la gracia que viene al alma es muy intensa, no se sienta nada. Las gracias que llevan al amor, al arrepentimiento, al agradecimiento, cuando son muy intensas hacen llorar a la persona, la cual las siente con el alma completamente estremecida.
¿Cuáles son los dones extraordinarios?
Los dones extraordinarios que puede conceder Dios son muchísimos y muy variados. Los tratados de mística traen largas listas, algunos tan inusuales como la capacidad de reconocer si algo está bendecido o no (hierognosis) o la capacidad de vivir sin comer (inedia).

Sin embargo, en los grupos de oración los dones que se suelen dar en mayor o menor medida son los nueve carismas de los que habla San Pablo en su I Carta a los Corintios: sabiduría, ciencia, discernimiento de espíritus, milagros, don de sanación, fe, profecía, don de lenguas, e interpretación de las lenguas.
Hay que dejar claro que sólo los milagros, las curaciones y la revelación de las cosas ocultas, tienen un carácter de señal para los no creyentes. El resto de dones edifican a los que están en la comunidad, pero no sorprenderán al no creyente.
Acá los libros del padre Fortea:
http://bibliotecaforteniana.blogspot.com/
¿Cómo saber si un don es verdadero?
Los dones de hacer milagros, de curación, de conocer lo oculto, de profecía se prueban a sí mismos, las
obras que resultan de ellos o las palabras dichas son la mejor evidencia acerca de si existe o no ese don. Pero el resto de los dones deben ser discernidos por la comunidad o por los que hacen cabeza en esa comunidad. Hay personas que creen poseer dones, y confunden su deseo con la realidad. Creen que cualquier cosa que les viene a la mente es una inspiración. Muchas veces sólo el tiempo logra poner luz acerca del carácter extraordinario o no de un supuesto don. Mientras no nos conste la veracidad o no de un don, debemos reservar nuestro juicio. Creemos en la fe de la Iglesia, no en que todos y cada uno de los que dicen tener un don realmente lo tengan.

Muchas personas me vienen cada año con mensajes de Dios para mí. Yo siempre les trato de un modo
respetuoso, pero suspendo mi juicio. No digo ni que sea cierto, ni que no lo sea. Simplemente no lo sé. Si la persona vive en mi parroquia, con el paso de las semanas o de los meses, me puedo hacer una idea de si sus palabras son dignas de un profeta o no. La simple contemplación de la persona y su modo de actuar me lleva a esa seguridad. Pero a veces se requieren meses para ello.
Pero simplemente hablando con el interesado, la mayor parte de las veces, resulta casi imposible discernir si un don es verdadero o no. Salvo que la persona de claros signos de desequilibrio, es el tiempo el mejor medio para saber si algo tiene su origen en Dios. En este campo a veces, incluso con tiempo, sólo se alcanza una certeza razonable.
¿El tener dones es signo de ser santo?
No, uno puede poseer carismas y ser soberbio. Unos tienen dones porque se les han dado como un acicate por parte de Dios para que avancen más por el camino de la perfección cristiana.
Otros es posible que fueran más fervorosos hace tiempo, y después se han ido ensoberbeciendo con los años.

Con lo cual las caídas puntuales en pecados graves pueden coexistir con verdaderos carismas. Pero los muchos pecados acaban con los dones extraordinarios. Y a veces, donde hace tiempo hubo un hombre bueno que tuvo dones, ahora hay un iluminado que cree ser un pequeño profeta infalible al que
nadie le puede enseñar nada. Son el centro del grupo de oración y no están dispuestos a compartir protagonismo. En esos grupos, el que se de cuenta del problema debe sacar el tema y hablarlo entre todos para poner remedio.
¿Cómo hacer oración de liberación?
No existe un ritual para hacer oración de liberación. En esencia, en la oración de liberación se pide a Dios que libere a alguien (o un lugar) de la influencia que allí pueda haber del maligno. Para ello se pueden improvisar súplicas a Dios o leer oraciones privadas si se tienen escritas, uno puede
leer salmos, cantar cánticos religiosos, rezar el rosario o rezar en lenguas. La oración de liberación puede ser breve o larga, ser hecha por laicos, o por laicos y sacerdotes, improvisada o siguiendo algún tipo de esquema u oraciones ya escritas.
¿Deben los laicos imponer manos cuando oran por alguien?
No hay ninguna razón para prohibir que se impongan las manos, mientras se ora para pedir a Dios que
devuelva la salud a alguien o para pedir cualquier otra cosa. Tampoco hay ningún peligro en hacerlo, como muchos creen. Aunque considero que éste es un gesto sacerdotal, y que por eso es preferible que sólo lo hagan los clérigos. Pero se trata sólo de una recomendación.

Aún así, aun tratándose de una recomendación, y no de un prohibición, obsérvese quienes imponían las manos en el Antiguo Testamento: sólo los sacerdotes y los profetas. ¿Por qué? Porque imponer las manos es signo de ejercer un poder que se tiene.
Alzar las manos hacia Dios es signo de pedir a Él. Imponer las manos, es símbolo de ejercer un poder. El mismo gesto es elocuente, es poner encima las manos como si de éstas saliera un poder. Cualquier pueblo, por primitivo que sea, entiende este gesto de un modo natural: el poder está en la persona, la mano es el instrumento a través del cual se ejerce.
En el Nuevo Testamento no todos imponían las manos. Nos consta que lo hizo Jesús. Y que cuando les
transmitió ese poder a los Apóstoles, ellos también lo hicieron. Pero no nos consta que lo hiciera la generalidad de los cristianos. Imponer las manos siempre ha sido considerado como un gesto eminentemente sacerdotal. Por eso desaconsejo el que los laicos impongan las manos.
Claro que si finalmente, y tras escuchar estas razones, se decide que durante la oración se impongan las manos, suelo aconsejar que sea toda la comunidad la que imponga las manos, y no sólo una persona, para evitar así protagonismos. Todos desde su sitio pueden extender la mano hacia la persona por la que se va a orar, o bien pueden formar un círculo alrededor de ella. Si hacen esto es mejor que pongan una sola mano y sobre la espalda o los hombros, como indicando: estamos
contigo.
Pero quede claro que imponer la mano no confiere más poder a la oración, se trata sólo de un símbolo. Si uno no tiene un don en las manos, imponer las manos es indiferente, pues lo que sana no es la mano, sino la oración dirigida a Dios. Se puede alegar que en la Nueva Alianza todos los bautizados participan del sacerdocio común de los fieles. Sí, pero la tradición nunca ha sido la de que todos los bautizados impongan las manos. Además, no todos los participantes en un grupo carismático tienen el don de sanar. Luego, si no tienen el don, ¿para qué imponer las manos? Evidentemente parece un gesto hueco, pues lo único que se hará es pedir a Dios, pero no ejercer nada propio.
Ahora bien, hay personas que tienen dones en las manos. Ellos sí que deben imponer las manos, puesto que Dios ha querido ligar el acto de sanación a la imposición de manos.
¿Cómo saber si alguien tiene un don en las manos?
Se sabe que se tiene un don en las manos, cuando al imponerlas la persona sobre la que se ora siente una energía o un calor que sale de las manos del sanador. Ese calor muchas veces penetra hacia dentro. No importa que aquel por el que se ora lleve ropa encima, se trata de un calor que no es material.
¿Pueden los laicos bendecir?
La respuesta es no. Los laicos piden a Dios que bendiga, pero ellos mismos no bendicen. Los que han
recibido el orden sacerdotal sí que hacen el gesto de la cruz, pues transmiten la bendición en razón del
poder que han recibido en el sacramento del orden.

Por eso los laicos no deben trazar la señal de la cruz en el aire (como hacen los sacerdotes) sobre
nadie. Ellos piden a Dios, no tienen poder para otorgar la bendición, no existe en ellos ese poder. El sacramento del bautismo es sólo para bien de sus propias almas. El sacramento del orden sí que otorga un poder.
En algunos lugares existe la costumbre de que los padres bendigan a sus hijos (con el gesto sacerdotal). Considero tal costumbre un error, muy extendido, pero al fin y al cabo un error. Los padres, si quieren PEDIR la bendición para sus hijos, pueden hacer la señal de la cruz sobre la frente de sus hijos.
¿Es bueno el afán por las revelaciones?
Nadie menos que el autor de estas líneas es incrédulo respecto a existencia de revelaciones que vienen de parte de Dios. Sin embargo, qué facilidad posee el ser humano para poner en un segundo plano a Dios y poner el énfasis de la religiosidad en las revelaciones. Qué duda cabe de que hay revelaciones privadas, pero no se puede pretender resolver todas las dudas, todas las circunstancias de la vida, a golpe de revelación. La razón natural es el medio ordinario para saber qué es lo que
tenemos que hacer.

Hay quienes están leyendo continuamente libros de supuestas revelaciones que corren de un confín del mundo al otro: mensajes de la Virgen, mensajes de Jesús, mensajes de los ángeles. No tengo duda de que algunos de esos mensajes serán ciertos, pero discernir tal cosa a un teólogo especializado le llevaría mucho tiempo y esfuerzo. La gente sencilla no puede discernir tal cosa: ni tiene medios, ni
conocimientos para ello.
Por eso nosotros los sacerdotes debemos repetir que la Gran Revelación por antonomasia es la Biblia, perfecta, bellísima, completa. Ni una vida entera basta para profundizar en ella. Con ella no hay necesidad de más revelaciones.
Si hay revelaciones particulares, debemos entenderlas como algo que de ningún modo está al mismo nivel que la Palabra de Dios.
Hay por tanto que ser agradecidos con las revelaciones particulares que Dios nos da en esta época como en todas, pero cuidar que no exista un afán desmedido por ellas, un hambre de revelación que indica que la persona todavía no está asentada en la Roca Inamovible de la Palabra, sino que da a entender que sigue buscando con ansiedad la verdad y un criterio sobre lo que debe hacer con su vida.
Las revelaciones particulares de ningún modo deben ser despreciadas. Las cosas que proceden de Dios no sólo no deben ser criticadas, sino que ni siquiera deben ser subestimadas.

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