Nuestra Señora de las Gracias de Torcoroma, Ocaña Norte de Santander- Colombia
Primeras noticias históricas
Corrían los primeros años del siglo XVIII. El viajero que recorriera las montañas de Torcoroma escucharía una noticia jubilosa: en el corazón de un árbol ¡Había aparecido una preciosa imagen de la Virgen bendita! Dos afortunados campesinos lugareños habían sido los privilegiados descubridores.
La novedad se extendió con el entusiasmo de un pueblo que cree con sinceridad de corazón y con una fe pura y rendida en el amor de Dios. Pero la Santa Iglesia, como en todos estos casos, actuó con prudencia y desconfianza. Llegado el relato de los sucesos a la colonial ciudad de Ocaña, la Sagrada Jerarquía designó a un varón de mucha ciencia y piedad, P. Diego Jácome Morineli, por ese entonces Cura y Vicario de la ciudad, quien tras examinar con atención las circunstancias, y las cualidades, procedió a autorizar la veneración. Era 1711.
En 1788 se escribe un folleto intitulado «Reseña histórica de la aparición de Nuestra Señora de la Concepción en el monte de Torcoroma en Ocaña», donde se recoge la documentación del prodigio y la relación de milagros y favores concedidos. Pero no es sino hasta 1805 que se publica el estudio más serio con que cuentan los historiadores.
El milagro
La montaña de Torcoma era por entonces una zona agraria y de gente sencilla. En las laderas de la majestuosa obra natural, la familia de los Melo Rodríguez tenían su parcela. Don Cristóbal y doña Pascuala gozaban de la compañía de sus dos hijos, José y Felipe. Según atestiguan sus contemporáneos, los Melo Rodríguez eran personas de reputadas buenas costumbres y de vida impregnada de fe cristiana.
Una mañana don Cristóbal envió a sus hijos a talar un árbol que tuviese buena madera para tallar la caja o «canoa» con que fabricaba sus dulces.
Los jóvenes se internaron en la montaña y a medida que aumentaba la espesura, seleccionaban las posibles talas, hasta que encontraron uno que era un portento: pese a que era verano, exhibía unas fragantes flores encarnadas. Era tal su perfume y porte que desde lejos se podía percibir su presencia.
Entusiasmados con el feliz hallazgo, procedieron a talar el árbol. Dada la complicada ubicación del mismo, al cortar su base se produjo un derrumbamiento y la parte principal cayó por un barranco. Atardecía y los muchachos resolvieron regresar a casa y comentar el suceso a su padre. Posteriormente continuaron buscando un árbol apropiado para el fin que requerían satisfacer, pero no dando con ninguno que les sirviese apropiadamente, determinaron utilizar el ya talado y se dirigieron al lugar donde había quedado caído.
Comenzaron a tallar allí mismo la «canoa» y a poco de dar los primeros hachazos, quedó a luz «una imagen de María Santísima mi Señora a modo de Concepción, de medio relieve, juntas y puestas las manos sobre el pecho, con acción del rostro como dirigido al cielo, con su corona imperial, parada sobre su media luna, todo del color del mismo palo, la cual vista y reparada por el buen Cristóbal Melo, metiendo las manos al hijo que a la sazón era el que cortaba con la hacha, le detuvo el golpe, y postrados padre e hijos, adoraron aquella rica Joya, de la que se dice despedía de sí no sólo una gran luz, sino el aromático olor de todo el árbol como cuando lo cortaron…» Así fue según las palabras consignadas en el citado documento del P. Gómez Farelo.

La noticia se esparció por toda la región y los primeros milagros comenzaron a suceder. Y el Sr. Vicario autorizó la veneración privada. Hacia 1716 el Ilmo. Monseñor Don Fray Antonio de Monroy Meneses llegó hasta Ocaña e investigó por sí mismo los prodigiosos sucesos que se relataban, tras lo cual nombró a Pascuala Rodríguez – madre de los muchachos y esposa de Melo – como Camarera de alhajas y su ropa de altar. Y dio permiso para que allí mismo se levantase una capilla en Su honra. Posteriormente dio orden para que la bendita imagen fuese trasladada a la iglesia principal «con toda la honra y pompa del caso».
Al tiempo que esto ocurría, en la montaña de Torcoroma surgía lo que podría llamarse un «pequeño Lourdes»: un manantial de aguas límpidas se volvía un bálsamo milagroso para curar toda dolencia de cuerpo o de alma.
Su primera iglesia

Hasta fines del mismo siglo, Nuestra Señora de Torcoroma carecía de iglesia propia, ya que se le veneraba en uno de los altares de la iglesia principal. Pero un emocionante prodigio vino a subsanar tal carencia.

En la Semana Santa de 1782, visitaba Ocaña el Señor Obispo de Santa Marta, Fray Juan de Espinar y Orozco. El licenciado Don Bartolomé Silvio de Aguilar y Quiroz tuvo la honra de hospedarlo. Teniendo la feliz ocurrencia de esta visita pastoral, el Señor Obispo procedió a consagrar el santo óleo, de manera que fueron depositados doce frascos conteniendo el precioso elemento.
El Alférez José Nicolás De la Rosa, autor de «La floresta de Santa Marta», nos cuenta que en ese momento «rompióse accidentalmente el cajón, y por consiguiente los frascos, vertiéndose en el suelo los Santos Oleos, y el respeto de no pisar aquel suelo, fue motivo de no volver su dueño a vivir en la casa; y con este desamparo se fue cayendo poco a poco, hasta el estado en que está hoy». Por este motivo fue precisamente sobre la casa del Licenciado Bartolomé Silva de Aguilar donde se construyó la iglesia de la Torcoroma, en 1800.
Y fue en el preciso lugar de la montañesa Torcoroma donde surgió un manantial de aguas límpidas y propiedades milagrosas. Quienquiera se acerque en busca de la curación de su cuerpo y su alma, será retribuido con largueza. A causa de esto, este manantial de Nuestra Señora fue conocido como el Lourdes colombiano.

Enterado de los milagros y prodigios obrados por intercesión de Nuestra Señora en este dichoso y desconocido punto de Colombia, Su Santidad San Pío X concedió, con fecha 27 de Junio de 1906, misa propia a la Santísima Virgen bajo la advocación de nuestra Señora de las Gracias de Torcoroma.
En 1711 la iglesia autoriza su veneración.
La novedad se extendió con el entusiasmo de un pueblo que cree con sinceridad de corazón y con una fe pura y rendida en el amor de Dios.Pero la Santa Iglesia, como en todos estos casos, actuó con prudencia y desconfianza. Llegado el relato de los sucesos a la colonial ciudad de Ocaña, la Sagrada Jerarquía designó a un varón de mucha ciencia y piedad, P. Diego Jácome Morineli, por ese entonces Cura y Vicario de la ciudad, quien tras examinar con atención las circunstancias, y las cualidades, procedió a autorizar la veneración. Era 1711.En 1788 se escribe un folleto intitulado «Reseña histórica de la aparición de Nuestra Señora de la Concepción en el monte de Torcoroma en Ocaña», donde se recoge la documentación del prodigio y la relación de milagros y favores concedidos.Pero no es sino hasta 1805 que se publica el estudio más serio con que cuentan los historiadores.
La Ocaña que recibe hoy al peregrino
El paisaje humano y arquitectónico que hoy aprecia el penitente es muy distinto del que presenciaba los celestiales acontecimientos. Pero la devoción y entusiasmo que “la Virgen Morena” produce en los ocañeros lejos de disminuir aumenta cada día. Con la declaración de S.S. Pablo VI, nombrándola oficialmente “Patrona Principal de Ocaña”, hoy en día, casi no hay diócesis que no cuente con al menos una capilla en honor a la Torcoroma.
Si el penitente acude el 16 de agosto, día de su fiesta, verá las multitudinarias peregrinaciones provenientes de Barranquilla, Bucaramanga, Barrancabermeja, Cúcuta y Santafé de Bogotá. Y es en esta lejana provincia donde las damas y caballeros bogotanos unieron generosos tributos marianos para construir el hermoso templo que hoy se levanta en la parroquia de Nuestra Señora de la Gracias de Torcoroma, gracias al notable esfuerzo y entusiasmo del Padre Álvaro Santos.

Valgan como palabras finales la copla del renombrado dominico Fray Campo Elías Claro O.P. autor del libro de poemas «SAUDADES»
Torcoroma linda,
Torcoroma bella,
Virgen de mi Ocaña,
Virgen montañera,
bajaste del cielo
de la dicha eterna,
mostrando el rostro de luz y belleza
entre los perfumes de las rosaledas
y el aura purísima de las primaveras:
Te quiero, te quiero
con alma muy tierna;
con amor inmenso,
te busco en la pena,
te evoco en mis sueños
de mustio poeta;
te canto y te imploro,
Palomita bella,
Virgen vegetal,
más dulce que estrella
que esclarece suave
las más negras penas!
Torcoroma linda,
Torcoroma bella,
Virgen de mi Ocaña,
Virgen montañera,
Madre de Dios:
dame la pureza,
enciende mi fe
con luces eternas
de gracia y amor!
La Playa de Belén, agosto 19 de 1984
HECHOS DEL “MILAGRO” DE TORCOROMA
P Tulio Grimaldo Sánchez
Los gozos de la novena

En agosto de 1902, de visita pastoral en la parroquia de Santa Ana, Monseñor
Rafael Celedón, el obispo poeta de Santa Marta, escribió los gozos de la novena
de la Virgen de Torcoroma, que desde entonces hasta nuestros días se cantan,
tanto en la fiesta de agosto como en la de diciembre.
Oh purísima paloma
Oh madre del puro amor.
Oh virgen de torcoroma
Amparad al pecador.
Según refiere la historia
En mil setecientos once
El día quince de este mes
De agosto nos da memoria
Que apareció en la montaña
De donde su nombre toma
La virgen de Torcoroma
Que se venera en Ocaña.
En las cercanías de Ocaña
Hay una fuente divina
Que sale de la montaña
De la Cordillera Andina.
Y aquella Santa Piscina
Se busca con tanto amor
Que el cristiano con fervor
Exclama si de ella toma.
Encontróse un peregrino
Para gloria de esa tierra
Un árbol en el camino:
Tiro el hacha el campesino
Y al quitarle el espesor
Con fragantísimo aroma Se ve la madre de Dios.
y si buscamos delante
De esa imagen el consuelo
Con el tono más amante
Nos dice una voz del cielo
Consuélate caminante
Que María por tu favor
Calma ya tanto dolor.
Y dios tus culpas perdona.
Ese árbol verde y coposo
Donde María apareció
Imagen es del precioso
En donde Cristo murió,
A su abrigo protector
Corramos llenos de gozo
Y embriagados con su aroma
Clamemos con santo ardor.
Misa Propia
Por petición de Fray Francisco María Simón y Rodenas, obispo de Santa Marta, el sumo pontífice San Pio X, con fecha 27 de junio de 1906, concedió misa propia a la santísima Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora de las Gracias de torcoroma.
Con fecha 18 de noviembre de 1963, se expidió el BREVE PONTIFICIO, el texto es el siguiente:
PAULO VI PARA PARA PERPETUA MEMORIA
El nombre de la Santísima de Torcoroma, venerada y bien conocida de toda la
nación de Colombia, lo tienen como esculpido en su alma los fieles de la Diócesis
de Ocaña. En efecto, dentro de los confines de esta jurisdicción eclesiástica que
erigiera el año pasado nuestro llorado predecesor el Papa Juan XXIII, es común
fama que la Augusta Madre de Dios se apareció de una manera admirable a unos
humildes campesinos y dejó impresas señales muy claras de esta celeste visión.
Poco después no solamente en el lugar del suceso se construyó una ermita para
recuerdo, sino también en la ciudad de Ocaña se edificó un hermoso templo y se
levantaron otras iglesias en Colombia, a impulso de los ocañeros en honor de la
Virgen de Torcoroma. Tan grande incremento tomó entre tanto la devoción
mariana que la Sede Apostólica concedió misa y oficio propios. El templo de
Ocaña, siempre ha quedado de sede primera de esta advocación y a él nunca ha
dejado de ir con frecuencia en romería el pueblo cristiano. Este, en efecto, guiado
por una firme esperanza, confiado en el auxilio e intercesión dela Virgen Santa, ha
podido conservar incólume el tesoro de la fe y evitando las amenazas y
asechanzas de perversas doctrinas. Teniendo en cuenta todas estas cosas e
interpretando los deseos de uno y otro Clero, tanto como los de la autoridad civil y los del pueblo fiel que le fueron manifestados cuando estaba para viajar a Roma al Concilio Vaticano II, nuestro Venerable Hermano Rafael Sarmiento Peralta,
Obispo de Ocaña, nos suplicó que aprobáramos y ratificáramos como Patrona
para su diócesis la predicha advocación. Nos, persuadido de que las sedes
eclesiásticas recientemente creadas se han de poner bajo un celestial amparo que les preste ayuda y fortaleza, hemos determinado acceder a tal petición. Así, pues, consultada la Sagrada Congregación de Ritos, con ciencia cierta y madura
deliberación, con la plenitud de nuestra autoridad apostólica en fuerza de estas
letras y de modo perpetuo, constituimos y declaramos a la Bienaventurada Virgen María, llamada VIRGEN DE LAS GRACIAS DE TORCOROMA principal celestial Patrona ante Dios de toda la Diócesis de Ocaña con todos los honores y
privilegios que competen a los patrones principales de la Diócesis. Sin que obste
nada en contrario. Esto mandamos y establecemos y decretamos, disponiendo
que la presentes letras sean y permanezcan siempre firmes, válidas y eficaces,
que surtan completos e íntegros efectos; y que sirvan plenamente de prueba
ahora y siempre a quienes interesen o puedan interesar; y así se ha de juzgar y
definir equitativamente; y desde ahora será irrito o inane todo lo que a sabiendas o ignorantemente atente contra esto por parte de quien quiera de cualquier
autoridad que sea.
Dado en Roma, cerca de San Pedro, bajo el anillo del Pescador, el día diez y ocho
del mes de Noviembre de mil novecientos sesenta y tres, primero de nuestro
Pontificado. (Fdo) J. CARDENAS CICOGNANI, Secretario de Estado. (22). (La
versión del latín al español de este documento pontificio es de monseñor
Estanislao Salazar (R.I. P)
El Santuario, Monumento Nacional
El gobierno Nacional por medio del decreto 1425 de 1972, declaró monumento
nacional del santuario de Nuestra Señora de Torcoroma. Para tan importante logro fue decisivo el concurso del insigne ocañero Argelino Durán Quintero, entonces ministro de obras públicas.

LOS MILAGROS QUE OBRÓ NUESTRA SEÑORA
Señala el padre Gómez Farelo, con base en el primer documento hecho por Agustín Francisco del Rincón, que en visita que hizo a Ocaña en 1716, el señor Obispo de Santa Marta don Fray Antonio de Monroy y Meneses, «a los cinco años de haberse aparecido», el prelado aprobó su culto.Y nombró como «Camarera de las prendas y ropa de altar que la devoción había contribuido a este santuario, a Pascuala Rodríguez», quien era la esposa de Cristóbal Melo.
Esta reseña, nos habla de los milagros que obró la Virgen de Torcoroma en varias personas, como doña Juana Quintero aquejada de «flujo de sangre luvia»… Margarita Picón, quien «padecía mucho tiempo una lepra tan fatal en una mano y brazo».
La reseña incluye también un Certificado del Ayuntamiento, firmado el 26 de junio de 1801 por: Don José Joaquín Rizo, Alguacil Mayor del Santo Oficio por el Tribunal de la Santa Inquisición de Cartagena de Indias, Corregidor, Justicia Mayor y Presidente del Ilustre Ayuntamiento.
Este Certificado contiene también noticia de varios milagros hechos por la Virgen de Torcoroma en las siguientes personas: Presbítero don Juan Rodríguez, «enfermo de un tabardillo violento»; Benito de Amaya, herido por espada; Presbítero don Ignacio de Cardona, Visitador Eclesiástico quien puso en tela de juicio la milagrosa imagen y fue atacado de un «repentino dolor cólico»; don Joaquín José Rizo, Corregidor, atacado de «dolor de hijada»; doña Josefa Antonia García, quien llevaba en su vientre la criatura ya muerta.Así mismo, se menciona a don Miguel de Ibáñez, Juez de Puertos y padre de las famosas Nicolasa y Bernardina Ibáñez, quien también fue sanado de un «fuerte dolor cólico», por la Virgen de Ocaña.
A la narración de estos portentos, se suman otros, como los relativos a las aguas manadas de la fuente del monte de Torcoroma… Que curaron a varios enfermos o evitaron que se secasen arroyos en algunas labranzas de la región.

Acontecimientos de sombras y de luz
Secuestro y recuperación de la imagen de la Torcoroma
Escribe monseñor José Francisco Rodríguez S. R:I.P.

El miércoles 11 de marzo de 1981 a las 2 y 30 de la madrugada golpearon fuertemente en el zaguán de la Casa Cural. Me asomé a la ventana de mi dormitorio y pregunté si había un enfermo grave o había ocurrido un accidente. El viejo celador de la cuadra me informo que la puerta lateral de la Capilla de Nuestra Señora de Torcoroma estaba entreabierta y parecía que habían cometido un robo. Sobresaltado me vestí rápidamente y salí corriendo.
Al llegar a la capilla constaté el grave sacrilegio. Por el suelo había flores dispersas junto con los velos del altar. Habían abierto el sagrario y se habían llevado dos copones con las sagradas especies.
Levanté la cortina que cubría la virgen y observe que el nicho estaba vacío. Se la habían llevado. Reparé el sitio donde se guarda el Estandarte de la Virgen y tampoco estaba. Entré a la sacristía y vi que se habían llevado dos cálices, mi alba, y otras cosas. No sé cómo no me dio un infarto. La impresión fue tan terrible
y le pido al Señor no vuelva a experimentarla jamás.
Luego de hacer un a breve oración y hacerle una promesa a la Virgen, me puse en
movimiento. Llamé al Batallón Santander, a la Policía Nacional y al F2. No me acordé de la Defensa Civil ni de los bomberos. Pedí que se cerraran las vías y se requisaran todos los vehículos inclusive motos y bicicletas. –luego llamé al Señor Obispo, al Alcalde, a los Sacerdotes, a las Religiosas. Me acuerdo que pedí que pusieran a rezar a los ancianos del Asilo y a las niñas del amparo Santa María de los Pobres para que no se escaparan los sacrílegos.
–Alas 4 a.m. Radio Catatumbo dio la noticia y la ciudad tuvo un amanecer de angustia indefinible, lo mismo que los pueblos y los campos. Todo el mundo se movilizó. Hombres y mujeres, llorábamos. Parecía que esto se iba al suelo. Se paralizaron las actividades de todo género y las campanas doblaron, según lo ordenó el Vicario General. –Dos veces hable por radio esa mañana para informar lo acontecido, pedir la colaboración de todos y recomendar calma y serenidad.
Hubo un momento difícil.
Gentes exaltadas quisieron violentar las puertas de la Catedral para sacara a los huelguistas que desde varios días antes se encontraban encerrados en el templo. Se oyeron gritos contra el Sr. Obispo Gómez Aristizábal, quien afortunadamente estaba en la Casa Cural y allí hubo de permanecer con el Vicario de Pastoral Pbro. Estanislao Salazar hasta cuando la noticia de la recuperación de la Virgen en Barranquilla calmó los ánimos y volvió la ciudad a la normalidad.
Para agravar las cosas se presentó un grave incendio en la Luz Polar que destruyó una casa y semi destruyó un negocio. Y en la noche un hombre mató a su hermano, ambos enfermos mentales de apellido Sanjuán. Fue algo terrible.
SERÁ MUCHO FANATISMO, MUCHO HISTERISMO, MUCHA IGNORANCIA RELIGIOSA Y DEBILIDAD DE LA FE. PERO EN VERDAD LA SITUACIÓN HABRÍA SIDO MUY GRAVE SI LA VIRGEN NO APARECE.
Los responsables del robo sacrílego fueron un individuo que tenía 3 cédulas y 3
pasaportes como argentino, español y venezolano, acompañado de dos sujetos,
uno de Medellín y otro de Bogotá o Barranquilla, no recuerdo bien lo que se comentaba en la calle.
La pista para descubrir a los responsables fue un jeep color amarillo, sin puertas, que alguien vio a las 12 de la noche frente a la capilla de la Torcoroma, con tres sujetos sospechosos de pie y en el suelo un tubo o una escalera de metal. Yo pude dar esa pista por Radio Catatumbo y fue eficaz. El jeep era de un primo del Padre Toscano. Lo había sacado del garaje a la media noche y a las 4 a.m. lo volvieron a guardar.
Hechas las averiguaciones del caso, en ese jeep se movilizaron hasta Aguachica donde tomaron el carro que los llevó a barranquilla. En el taller del señor Toscano hicieron la escalera que sirvió para treparse al techo de la Capilla por la casa de la Hermanas de la Paz.
Se descolgaron por un lazo al pasadizo que hay entre la residencia de doña Bertha, la celadora de la Sacristía. Esta estaba abierta por cuanto las Religiosas transitaban por allí.
En el puente Pumarejo de Barranquilla en el retén fueron aprehendidos los ladrones. No tanto por el robo, pues parece que todavía lo ignoraba la Fuerza Pública, sino porque el argentino había matado un niño en Bosconia-Cesar o porque debía algunas infracciones a las leyes de tránsito al viajar a excesiva velocidad.
El Padre Gómez, Sacerdote del Huila y Párroco de Nuestra Señora de Torcoroma en Barranquilla fue un factor muy importante en esta emergencia. Él fue llamado a identificar la Virgen. Pero lo que le mostraron fue el Estandarte, ante el cual se arrodillaban los agentes de la policía. La imagen no se veía por ninguna parte. El Padre Gómez fue con el F2 al carro del Argentino y después de buscar cuidadosamente, encontraron una caja secreta y dentro de ella los Copones con la Sagrada Eucaristía, la imagen dela Virgen y los cálices. Todo estaba intacto.
Era un carro de lujo con aire acondicionado. Llevaba bombas paralizantes, guayas,
herramientas de escaladores, etc.
CUANDO EN OCAÑA SE SUPO QUE HABÍA APARECIDO EL ESTANDARTE, PERO NO LA VIRGEN, LA IMPRESIÓN FUE ATERRADORA.
Pensamos que la habían arrojado al Río Magdalena al mar o a un caño o al monte.
Cuando llegó la noticia de que el Santísimo Sacramento y la Imagen de Nuestra Señora de Torcoroma se habían recuperado sin daño alguno hubo explosiones extraordinarias de alegría.
Las campanas repicaron a gloria. Hubo pólvora en todos los sectores y a las 5 p.m. se celebró una solemne Misa de Acción de Gracias concelebrada por el señor Obispo y los sacerdotes en el atrio de la Catedral, todavía cerrada. Esa misma tarde varias personas viajaron a Barranquilla.
El jueves 12 a las 7 y 15 de la mañana viajamos el señor Obispo, Monseñor Ignacio Gómez, el párroco de la Catedral y el padre Toscano. Cuando íbamos de camino, una emisora Barranquillera dio esta noticia: “Ocaña. Atención. Urgente. Al promediar el día de hoy el Alcalde Municipal haciendo uso de su revólver atacó a tiros la Catedral con el fin de desalojar la iglesia ocupada desde hace varios días por unos trabajadores”.
Nos preocupamos mucho. Poco después de haber llegado a Barranquilla, me llamó el Padre Casadiegos para preguntarme algo sobre la recepción de la Virgen y, al preguntarle lo ocurrido, me dijo que nada había pasado. Que todo estaba bien. –Al momento llegaron reporteros de prensa a averiguarle al señor Obispo sobre la situación de orden público en Ocaña.
Contesté yo en nombre del prelado diciendo que la noticia difundida por la radio
sobre un supuesto ataque del Alcalde a la Catedral era completamente falsa por cuanto dicho funcionario estaba en Barranquilla y acababan de informar desde Ocaña que allí todo estaba bien. ¿Quién dio esa noticia? ¿Con qué fines? Todavía no lo sé.
En Barranquilla toda la colonia ocañera estaba en pie. El Gobernador Adolfo Martínez Badillo, ocañero al frente de los destinos del Norte de Santander, sacó la imagen de la Virgen de los cuarteles del F2 y la llevó él mismo a la Iglesia parroquial de N.S. de Torcoroma. Sin su intervención hubiera costado trabajo liberarla, porque la sagrada imagen era materia de investigación de un grave delito.
-Hubo una misa concelebrada por el Excmo. Sr. Arzobispo Germán Villam Gaviria, el Obispo Auxiliar de Barranquilla, el Obispo de Ocaña y varios sacerdotes. Allí estaban el gobernador de Norte de Santander, el Senador Durán Quintero, quien leyó la epístola, el Senador Carvajalino Cabrales, varios concejales, el Alcalde de Ocaña y muchos, muchísimos ocañeros hombres y mujeres de toda condición social y numerosos barranquilleros devotos de nuestra Patrona.
El Gobernador y el Alcalde comulgaron, lo mismo que muchos de los asistentes, recibiendo las hostias que habían secuestrado en Ocaña con la Imagen de la Virgen. Algo hermoso y significativo para los que tenemos fe. El Arzobispo Villa Gaviria hizo una bella homilía y yo prediqué después de la comunión-, poniendo de relieve la alianza que las circunstancias hacían entre Ocaña y Barranquilla y la
importancia de la unidad en torno a Jesús y María.
El día 13 de Marzo cuando se cumplía un mes de la ocupación de la Catedral por
los trabajadores huelguistas celebré la Santa Misa a las 6 de la mañana ante la Virgen y Monseñor Villa Gaviria dio a besar la sagrada imagen e impartió con ella
la bendición Salimos hacia Ocaña a las 7 y 30 aproximadamente. Varios motociclistas que habían llegado de Ocaña y un buen número de ciclistas hicieron guardia de honor a la Santísima Virgen, que hizo todo el recorrido entre Barranquilla y Ocaña, escoltada por la Policía y unos diez automovilistas que se habían desplazado desde esta ciudad.
A lo largo de la carretera, sobre todo en Pailitas, Pelaya, Aguachica y Río de Oro
encontramos mucha gente esperando a la Virgen con Banderas, arcos de palmas
y flores. Y cada rato llegaban más y más automovilistas a unirse a la caravana.
Algo como nunca se volverá a ver.
Los Nazarenos esperaban la imagen querida en la Gloria y la tomaron para llevarla en hombros, pues hasta allí había venido la máquina del cuerpo de Bomberos.
Fue una manifestación colosal. El parque de Santander estaba literalmente colmado. Hubo Misa concelebrada por el Señor Obispo y numerosos sacerdotes, casi todo el Presbiterio. También había varias religiosas.

No obstante estar muy cansado me tocó la homilía, porque en Barranquilla el Sr. Obispo se mostró afectado de la garganta. La Catedral había sido desalojada en parte. Los huelguistas se replegaron al corredor contiguo al templo, en pálido homenaje a la Santísima Virgen pues lo mejor hubiera sido desocupar la iglesia por completo, ya que la habían ocupado injusta e ilegalmente.

Coronación Pontificia 300 años

Por petición del excelentísimo señor Jorge Enrique Lozano Zafra, obispo de
Ocaña, en carta del 19 de Marzo de 2010, en virtud de las facultades peculiares
otorgadas a esta sagrada congregación, por el sumo Pontífice BENEDICTO XVI,
concedemos que la graciosa imagen de la bienaventurada Virgen María, en el
título de nuestra Señora de las Gracias de Torcoroma, que es venerada en Ocaña,
en nombre y por autoridad del mismo SUMO PONTÍFICE, sea coronada con
preciosa diadema.
Que nada impida esta decisión.
En la sede de la Congregación del Culto Divino y de la Disciplina de los
Sacramentos, el día 30 del mes de abril de 2010.
Antonio Card. Cañizares Llover
Prefecto
Losephus Agustinus Di Noia, OP)
Arzobispo Secretario

ADICIÓN PERTINENTE
Acto de amor a María
Por Juan Manuel González Arbeláez
El obispo místico de Popayán
Madre mía! Permíteme que te diga que te amo! Sí, te amo mucho, muchísimo,
Madre mía! Te amo con todo mi corazón, con mi alma toda, con mi vida y mi ser,
sin que quede una partícula, un átomo que no se abrace en tu amor, y si tuviera
mil corazones y mil vidas ellos fueran una sola llama ardorosa, se quemaría a tus
pies. Te amo, oh María! Y quiero amarte con un amor cuya duración trascienda
todos los tiempos y todos los signos y se confunda con la eternidad, cuyos límites
sobrepasen el horizonte y el cielo y los espacios hasta llegar a hundirse en los
ámbitos de lo inmenso, con un amor tan poderoso que caldee las rocas, hierva los
témpanos de hielo, encienda el seno de los mares, que derrita el corazón de los
montes y collados y que todo lo convierta en fuego, en ardores, en llamas
abrazadoras y lucientes.
Pero más aún, Madre mía, quiero un amor puro como un ángel, diáfano como la
luz, bello como el cielo, suave como el reclamo de un ave, que tenga perfumes de
flor rosicler de aurora, susurros de auras, el encanto de las mañanas, la placidez
tranquila de las noches, la opulenta serenidad de un día radiante y embriagado de
luz: amor noble, generoso, batallador, abnegado y alegre en el sacrificio;
constante y esforzado en las pruebas; tierno y blando hasta las lágrimas y el
sollozo; inflamado, encendido y enloquecido hasta el delirio y el éxtasis; humillado, abatido, anonadado hasta los pies de Judas, del demonio, más allá del infierno, hasta la nada. No he dicho nada, Madre mía! Un amor que tenga las misteriosas ternuras de una Madre la discreción prudente, la magnanimidad de un padre; amor envuelto en cendales de inocencia, que tenga ímpetu santo y gallardía casta de juventud, la fidelidad y constancia de una vida provecta, y la espiritualidad y el sello augusto de la vejez.
Quiero para Ti un amor de santo, como suena, Reina y Madre mía, de santo: el
amor de Juan, tu discípulo, tu amado, tu sacerdote, tu apóstol; el generoso de
Pedro, el ardoroso de Pablo; el corazón y el alma de esa Iglesia primitiva caldeada
por el Espíritu Santo, y con ellos el amor de todos los mártires. Y sus cadenas?
Lazos de tu amor; y sus persecuciones? Dulces requiebros de tu amor; y sus
tormentos? Caricias de tu amor, pútridas y hambreadas, qué, María, sino el aula
regia de tu amor, el perfume más delicado y exquisito y regalado almíbar?
Y el circo con su arena, sus leones, sus rechiflas, sus desgarramientos, su
sacrificio, su muerte, los quiero para mí, y no son sino las bodas, el festín de amor
que reboza exultación divina en medio de los dolores y me ciñe jubiloso la corona
de espinas que por dentro son laureles y gloria, y al empaparme en su sangre me
cubre con imperial manto de púrpura y al abrevarme hasta las heces de dolores y
saturarme de oprobios, me embriaga en las delicias del cielo.
Pero me falta mucho todavía; yo quisiera ese jardín de azucenas figurado por los
corazones de toda las Santas Vírgenes para que fuera la flor de mi amor a ti, y
quisiera también ceñirme la cándida estola de los confesores, vivir con Juan en
Efeso a tu lado, ser el arpa de Efrén para derramarme en torrentes de armonía y
de arpegios para Ti; el Damasceno y cantarte; los labios de Bernardo y predicarte;
el corazón de Buenaventura y morir por ti. Y quisiera más: tener el trono de todos
los pontífices, la mitra de los obispos, el poderío de todas las naciones, la riqueza
de todos los reinos, las armas de todos los ejércitos, la espada de todos los
guerreros, el saber de todos los doctores, la grandeza de todos los grandes, la
ambición de todo lo apetecido, lo fantástico, lo quimérico, lo imposible y por modos que yo no sé y si sé, encerrándolo en el crisol de mi pecho derretirlo todo y hacerlo cristalizar en un acto puro, hermoso, supremo de amor a ti, oh María! Te amo muchísimo, quiero ser un fuego, un ascua quemante de amor a ti.
Voy a decirte esto: Dame todo el ardor de los odios, de las pasiones, de todos los
pecados humanos de todos los tiempos, y que yo los transmute en fuerza, dulzura, en generosidad, en pureza castísima principalmente, Madre mía, y todo de nuevo en amor y que ese amor sea canto, sea alabanza, sea perfume, sea incienso, sea oración, sea sacrificio, sea todo, María! Sea amor, amor a Ti. Escúchame, María: quiero amor a Ti, pido amor, necesito amor, vida de amor, trabajos de amor, que todo el mundo universo sea corazones, esos corazones llamas, y esas llamas incendio y ese incendio escriba tu nombre en mi pecho con su ardientes lenguas y se encierre en mi corazón y estalle yo a la fuerza, al empuje loco, incontenible de ese amor.
Amo tu nombre excelso; amo tu dignidad divina; amo tu grandeza estupenda; amo tus alegrías extáticas; amo tus dolores amarguísimos; amo tu belleza pura; amo tu ternura encantadora; amo tu vida santísima; amo tu feliz tránsito; amo tu gloria inmensa, incomparable, cuasi infinita. Te amo en la mente de Dios eterno; te amo en las profecías e imágenes; te amo en las bellezas indecibles de Nazaret, en los gozos inefables, supremos de Belén, en Egipto te amo. En la infancia, en la vida, en los trabajos, en la muerte de Jesús te amo. Te amo en la iglesia a través de los siglos, en tu acción sobre las almas, en tus maravillas, tus bondades, tus
consuelos, tus revelaciones, tus intimidades felices con las almas santas, te amo
en tus templos, en tus altares, en tus himnos, en las flores, y en las gasas, en las
armonías, en las ondas del himno santo, en todo te amo, a través de todo; a todo
quiero que lo inflame, lo aliente, lo vivifique mi corazón, mi fuego, mi delirio por Ti, María.
Más aún no estoy satisfecho, Madre mía! Déjame desahogarme y decirte más. Te
amo, te amo con un amor reparador, con un amor celoso de tu gloria a trueque de
mi paz, mi bienestar, mi felicidad aquí, mi vida y todo absolutamente todo.
Y por verte glorificada y amada de todos cuanto puedan, cuanto tú mereces, cual
Dios lo quiere, yo te doy y acéptame, te lo ruego, mi sangre, mis lágrimas, mis
afanes, mis suspiros, mis ilusiones, mis amistades, mis cariños de familia y
espirituales: lo quemo como sagrado holocausto en el fuego de mi amor ante el
altar de su gloria. María: dame almas o más bien haz que te las dé yo, pero
muchas, muchísimas almas, todas las almas. Que lleguen al cielo bañadas en la
sangre divina de Jesús y cubiertas con tu manto inmaculado. Almas, aunque sean
a precio de todos los dolores y sacrificios humanos, los acepto y te los pido.
Quiero ser víctima suya y por la gloria tuya que es la de Dios, almas, y que,
excepto el pecado y la separación de Dios, vengan después las maldiciones del
paraíso, que me aneguen las aguas del diluvio y las amarguísimas de la
desolación y que me abrace el fuego de Sodoma, se aposenten en mí las plagas
de Egipto, la aridez asfixiante y el hambre y el ardor calcinante del desierto; almas, y en cambio la tempestad del Sinaí, las guerras incesantes, la vida tormentosa del pueblo de Israel; almas, muchas almas, todas las almas, y que resuenen las trompetas amenazadoras de los profetas, la sierra de Isaías me parta por mitad, me aplasten los carros orgullosos de Babilonia; almas y que me burle el cinismo de Nínive, y me tiranice Antíoco: almas y que la bota férrea del romano me humille y sojuzgue, que sea el ludibrio, el desecho, la fábula de todas las gentes, el leproso de todos los campamentos, el pródigo, el criminal, el vilipendio del mundo; almas, y, perdóname si soy atrevido, que vengan todos los anatemas sobre mi cabeza, todos los hierros y prisioneros y cadenas a mis manos y pies, todas las torturas al corazón y las aflicciones, desconsuelos y martirios al alma, inclusive tus siete espadas, tus lágrimas, la noche de la pasión, la mañana y el día de la crucifixión y la tarde del calvario; dame almas aunque sea a trueque de padecer como Tú, dolorosísima con el cuerpo exangüe de Jesús entre sus brazos, que es el supremo dolor. Sí, María, todos estos dolores, pero transformados en amor a ti, en un amor, lo repito, supremo, sin igual, sin términos, inexplicable, indecible, pero verdadero, ardiente, compendioso de todo y purísimo.
Yo diría una palabra, Madre mía. Permíteme que arrodillado en mi nada, tome el
Sacratísimo Corazón de Jesús en mis manos y te diga: quiero amarte con este
corazón Divino y con el amor misterioso con que te ama la Augusta Trinidad. Y
por qué te amo así? Porque mi Jesús lo quiere, porque es tu gloria, y la gloria de
Jesús, porque yendo por Ti llego pronto y fácilmente a Él, porque cumplo aquello:
todas las cosas son vuestras; el mundo y la vida, la muerte, lo presente, lo futuro;
vosotros DE MARIA, MARIA DE CRISTO Y CRISTO DE DIOS. Porque sólo
contigo y en ti le amo, glorifico, adoro y sirvo como debo y perfectamente. Por eso quiero en tu corazón morar, vivir, obrar, sufrir, morir a todo para ser todo y
perfectísimamente de mi Jesús. Así lo amaré a Él, que es mi todo.
Madre mía Santísima! Te amo con toda mi alma, con todo mi ser.
Quiero amarte toda mi vida y por toda la eternidad, con el ardor de todos los
ángeles, hombres y todas las criaturas que existieron y existirán y aún con el amor
de las meramente posibles y con el sumo grado que ellas hubieran podido
alcanzar. Te amo con el amor de tu Divino Hijo Jesucristo y con el amor con que
te ama la Trinidad Beatísima.
Quiero para Ti todo el honor, la gloria y la alabanza, las grandezas, privilegios, el
culto y el servicio, el homenaje y el rendimiento que el Señor quiere para Ti. En Ti,
contigo y por Ti quiero así mismo todo el amor, la gloria, la alabanza, bendición,
claridad, acción de gracias, adoración, reparación, y triunfo infinito que el Señor
merece, por ser Él en sí mismo el sumo y eterno Bien. Acepta mis buenos
deseos, oh María! Y bendíceme clemente y bondadosa, con tu divino Hijo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
BIBLIOGRAFIA
Archivo eclesiástico de la diócesis de Santa Marta
Floresta de la Santa Iglesia Catedral de Santa Marta de José Nicolás de la Rosa.
Reseña histórica de los obispos que han regentado la diócesis de Santa Marta por
monseñor Luis García Benítez.
Monografía eclesiástica de la ciudad de Ocaña, por monseñor Manuel Benjamín
Pacheco.
Crítica e historia (compilación) Por Luis Eduardo Páez Courvel.
Monografía del Municipio de Ocaña, por Luis Antonio Sánchez Rizo.
Reseña histórica de la diócesis de Ocaña – 25 años por autores varios.
Notas sobre la silla episcopal de Santa Marta por Manuel Avendaño Salcedo.
Misal anterior al Vaticano II, propio de Colombia.
