Persecuciones por parte de Satanás Los esposos viven de oración, ayunos, limosnas, en la unión de sus corazones.
Vida del Glorioso Patriarca San José Esposo purísimo de la Gran Madre de Dios y Padre Adoptivo de Jesús, manifestado por Jesucristo a la Hna. Cecilia Baij en revelación. Año 1736

Habiéndose ya procurado un poco de lo que necesitaban, los Santos esposos establecieron el tiempo en el cual debían conversar juntos y ocuparse en santas conversaciones, el tiempo en el cual debían estar orando, y el tiempo del trabajo, y todo con suma sabiduría y buen orden, porque la Santa esposa todo lo hacía con el consejo de Dios con el cual trataba con mucha familiaridad, y en todas sus acciones procuraba comprender antes cuál fuera la Voluntad de su Dios.
Por eso de mañana muy temprano se quedaban rezando parte de los Salmos de David, y después nuestro José se iba a trabajar, y la Santísima Virgen preparaba la comida, para la cual no empleaba mucho tiempo, siendo su alimento muy pobre, y a lo sumo consistía en un poco de sopa con alguna fruta o algún pescadito, y este era muy rara vez, y de eso se alimentaba también la Santa esposa María. A veces sin embargo, cocinaba algo más para su esposo José y esto lo hacía para aliviar a su esposo, el cual se fatigaba mucho en el trabajo; Ella sin embargo no gustó nunca otra cosa de lo que hemos dicho, y se lo decía a su esposo, de modo que no la obligara a comer carne, puesto que Ella no se cansaba mucho, que por lo tanto un poco de alimento le era más que suficiente; y el Santo no la molestaba en esto, conociendo que su esposa todo lo hacía con gran prudencia y sabiduría.
Después que José terminaba su trabajo, se iba enseguida a ver a su Santa esposa, y de nuevo rezaban las divinas alabanzas, después de las cuales tomaban el alimento necesario, y a la vez, expresaban palabras de alabanza a su Dios, y a veces el Santo quedaba tan consolado por las palabras de su esposa, que dejaba también de alimentarse. Después del alimento daban las debidas gracias a Dios y luego se quedaban en santas conversaciones, habiendo sido destinada la hora también para eso y que era tan deseada por el Santo esposo, para poder oír hablar a su esposa María, y al oírla muchas veces caía en éxtasis por la alegría que sentía.
En esta conversación que hacían entre ellos, el Santo esposo le iba narrando a menudo lo que le había sucedido en su vida pasada, las Gracias que había recibido de Dios y lo que el Ángel le decía en el sueño. Sin embargo, después que José se casó con la Santísima Virgen, el Ángel se le apareció muy rara vez, porque ya le era suficiente la santa compañía que había conseguido.
Oía con gusto la Santa esposa lo que su esposo José le narraba, y tomaba motivo de ello para alabar aún más a Dios; y nuestro José decía a su esposa: -«Sabed, esposa mía, que ahora ya no me habla el Ángel en el sueño, como antes, sino muy rara vez. Yo sin embargo estoy contento de cuanto dispone Dios, siendo suficiente tener la suerte de tratar con vos, habiendo yo deseado tanto una criatura con la cual pudiera conversar acerca de las grandezas de nuestro Dios, y el Ángel me prometió que la habría conseguido; pero no creí nunca que me hubiere tocado una suerte tan feliz de tratar con vos y de oír vuestras pláticas tan llenas de Sabiduría Celestial»-.
La Santa esposa respondía con humildes y prudentes palabras y le contaba a su esposo cuan fiel hubiese sido su Dios a sus promesas, que por lo tanto ellos también le debían permanecer fieles en el amor y en el servicio. El Santo esposo buscaba con gran premura que cosa debía hacer para agradar a su Dios; y Ella humildemente le contestaba que a Dios le agradaba ser servido con amor, con fidelidad, y en todas las acciones procurar cumplir con su Divina Voluntad. Y comenzaba a conversar sobre todas las virtudes con las cuales el alma se vuelve capaz de recibir las Gracias de Dios y a Él se vuelve grata y agradable, quedando su Santo esposo todo encendido del Amor de Dios por lo que oía de su Santa esposa.

Las palabras de la Santa esposa tenían una fuerza tan grande que encendía los corazones de quien la oía; mucho más quedaba encendido el corazón de nuestro José que ya estaba abrazado totalmente de amor hacia su Dios, y mucho más gozaba al oír las palabras de su esposa María, que, de haber sido por él, se hubiese quedado a oírla siempre, de día y de noche sin preocuparse ni del alimento ni del descanso. Muchas veces en su trabajo, cuando el Santo se sentía cansado y afligido, se iba enseguida a ver a su esposa para aliviarse y tan pronto le visitaba, quedaba totalmente consolado.
La Santa esposa lo consolaba con mucha gracia y lo animaba para soportar la angustia y le decía: -«Si tanto consuelo se experimenta solamente al hablar de nuestro Dios, ¿qué consuelo será tratar con Él y gozar en su Reino de la visión bienaventurada?, oremos pues con gran insistencia a nuestro Dios de modo que se digne enviarnos pronto al Mesías prometido, y así a través de Él seamos hallados dignos de entrar en el Cielo para gozarlo allí eternamente»-. Y así entraban en estas conversaciones acerca de la venida del Mesías y la Santa esposa se mostraba tan ardiente en el deseo de esta venida que encendía de dicho deseo también a su esposo y le decía: -«Pidámoslo con gran insistencia, con viva Fe, porque a nuestro Dios le agrada que le pidan con ardor»-.
Y el Santo le decía que él desde su niñez había tenido un vivo deseo de eso y que siempre había rogado a Dios con gran insistencia y que el Ángel le había manifestado que a Dios le agradaba sus súplicas y que quería ser pedido, y la Santa esposa, aunque todo esto lo supiera, se mostraba deseosa de oírlo y gozaba mucho en ello y decía a su José: -«Pues animémonos para pedir la Gracia con premura, tanto más que a nuestro Dios le agrada y lo quiere»-.
Se juntaban para hacer la petición a Dios y a Él le agradaba mucho sus súplicas y los deseos ardientes de sus corazones. Mientras nuestro José estaba en tanta dicha y consuelo de su espíritu, por la feliz suerte que tenía en tratar con su Santa esposa, no le faltaban las penas; y mientras estaba trabajando en su pequeño taller, iban allá algunos a reprocharle por haberse reducido a semejante estado de pobreza, y por haber derrochado todos los bienes que su padre le había dejado, y le decían palabras hirientes y de burla. El Santo no contestaba nada, sufriéndolo todo con gran paciencia y serenidad; y esos lo trataban como a un hombre de poco criterio y le decían que no contestaba, porque conocía el mal que había hecho. El Santo sin embargo se callaba, y todo lo ofrecía a su Dios, por amor del cual se había reducido a ese estado de pobreza, y también por su amor todo lo sufría. Iba luego donde su esposa, y todo se lo manifestaba; y Ella lo animaba al sufrimiento, y le decía que se alegrara de ello, porque así agradaba a Dios.
A Ella luego le manifestaba todo lo que le había sucedido a la muerte de sus padres, y como se había reducido a ese estado de tanta pobreza, y la Santa esposa compartía sus penas y nuevamente lo consolaba. A veces el Santo se encontraba desprovisto y sentía pena con respecto a su esposa por no poderle suministrar el alimento necesario, pero Ella le daba mucho aliento, y tanto lo exhortaba a gozar de ello en lugar de afligirse, que el Santo quedaba consolado plenamente y admirado por la heroica virtud de su amada esposa, y dirigiéndose a su Dios le agradecía afectuosamente por la Gracia que le había hecho en darle a una esposa tan Santa y tan perfecta en todas las virtudes.

Cuando los Santos esposos se encontraban desprovistos de alimento, ni sabían cómo poderlo conseguir, la Santísima esposa decía a su José que se pusiera a la mesa, y Ella también se ponía y suplicaba a Dios para que se dignara consolar a su esposo José, que estaba afligido por la pobreza y se encontraba necesitado de alimento. Luego comenzaba a hablar sobre las grandezas de Dios, y la Santa esposa hablaba con tanto ardor de ellas, que su José caía en éxtasis por la dicha, y Ella también caía en éxtasis y se quedaban así por mucho tiempo, donde Dios les había gustar su dulzura y suavidad, de modo que al volver del éxtasis se encontraban saciados como si se hubiesen servido unos exquisitos y delicados alimentos; por lo cual la Santa esposa tomaba motivo para dar ánimo a su esposo y para alegrarse cuando se encontraban desprovistos de todo, porque Dios mismo los habría alimentado con su Gracia.
Nuestro José estaba siempre más admirado de la bondad y generosidad de su Dios y de la Santidad de su esposa, y tenía la seguridad de que Dios por consideración a su esposa lo había favorecido mucho por lo tanto se mostraba generoso con él. A veces, Dios les proveía a través de las criaturas, inspirando en el corazón de alguna persona amable para que les diera alguna limosna. Otras veces se encontraba la mesa preparada con pan y fruta; todo esto les venía suministrado por manos de los Ángeles. Todo esto, sin embargo, sucedía cuando, al estar en extrema necesidad, no tenían como proveerse de nada; y cuando esto les sucedía pasaban luego todo el resto del día en continuas alabanzas y agradecimientos a su Dios.
Así iban los Santos esposos creciendo en la práctica de las virtudes, sufriendo con alegría la pobreza, humillándose siempre más delante de su Dios, y prestándose entre si una exacta obediencia. Sin embargo, la Santa esposa se mostraba en todo muy singular, de modo que era admirada por los mismos Ángeles que la cortejaban. Crecían, además, en el amor hacia su Dios, y en las frecuentes conversaciones que hacían se iban encendiendo siempre más sus corazones, de modo que otra cosa no era el sujeto y el objeto de sus pensamientos, palabras y obras, que su Creador, amado por ellos de una manera única e intensa.
De qué manera tan maravillosa haya crecido nuestro José en el Amor de Dios y en las virtudes, por la conversación de su Santa esposa, no es fácil explicarlo por parte de nadie. El Santo reconocía los grandes beneficios que su Dios le hacía y de todo se mostraba agradecido, agradeciéndolo continuamente; y Dios siempre más le llenaba de Gracias y de bendiciones Celestiales. Aunque fueran tan pobres, no dejaban de hacer limosna; cuando les entraba el dinero por el trabajo que hacían, daban siempre parte de el a los pobres para satisfacción de ellos. La Santa esposa sin embargo nunca quiso coger dinero alguno del trabajo que Ella hacía, sino que hacía que todo lo recibiera su esposo, de modo que él hubiese dispuesto del mismo a su gusto, solo le recomendaba la limosna para los pobres; y el Santo esposo que para esto tenía una gran disposición, no dejaba de favorecer el deseo de su esposa y hacía abundantes limosnas cuando disponía del dinero, sirviéndose solamente de ese poco que era necesario para su sustento y nada más.
![🙏🏻 La Poderosa Novena a San José [el santo más importante de la Iglesia]](https://global-uploads.webflow.com/5d69ac0d0b8020f1302649c9/5e14e0c9e6d4b0f7075ebee5_san%20jose%2C%20maria%20y%20el%20ni%C3%B1o%20jesus.jpg)
Hacían la limosna con la intención de agradar siempre más a Dios y de moverlo para que se dignara enviar pronto al Mesías prometido, haciendo para este efecto oraciones, ayunos y limosnas, sabiendo que esto agradaba a Dios y que por medio de eso se movía fácilmente para concederles las Gracias. En efecto, se mostraban los Santos esposos en todo y para todo muy perfectos y agradecidos a Dios, sirviéndolo siempre fielmente y buscando en todas sus acciones su divino beneplácito, su gusto y su mayor Gloria, y Dios les daba claras señales y testimonios de cuánto le eran agradables sus actos, y cuánto se complacía en su servicio tan fiel.
El común enemigo se enfurecía, y todo indignado contra nuestro José y su Santísima esposa, no pudiendo soportar tanta luz en el mundo, se encontraba muy debilitado en sus fuerzas por las virtudes admirables de los dos Santos esposos, sobre todo por el ardiente Amor de Dios que reinaba en sus corazones, como también por su humildad, pureza y abstinencia. No se atrevía a acercarse con tentaciones, porque estaba alejado por una fuerza superior, por lo cual también, con esto se enfurecía de rabia. El astuto maligno procuró encontrar algún modo para sembrar la discordia entre los dos Santos esposos, porque decía, al romperse la caridad entre ellos, fácilmente podré conseguir mi intento en todo lo demás; por eso instigo a algunos vecinos de los Santos esposos.
Movidos por la envidia de la unión y de la caridad que reinaba entre ellos, fueron estos más veces donde el Santo esposo para hablarle mal de su esposa y así ponerla en contra suya, y le decían que se mantenía alejada sin efectuar el trabajo que le correspondía, y por lo mismo no le atendía con más cuidado como él se merecía. Pues varias cosas le decían todas frívolas, pero grandes parecían para un corazón apasionado, como era aquel de esos instigadores, y todo lo decían con tanta premura que parecía que todo no solamente era verdad, sino también suficiente para que el ánimo de José se indignara contra su Santa esposa.
Sin embargo, la respuesta que el Santo daba a estos era tal que quedaban confundidos y el demonio derrotado, porque alababa al máximo a su Santa esposa con breves palabras, por lo cual ya no se atrevían a hablarle. No faltaron otros que se pusieron de lado de la Santísima esposa para hablar mal y tratar de hacerle caer en desgracia al Santo, pero al estar Ella iluminada y al penetrarlo todo, con sus palabras hacía quedar no solamente confundidos a quienes hablaban de esa manera, sino que los hacía arrepentirse de su error, y luego todos cambiados regresaban a sus casas, quedando admirados de las virtudes y de la prudencia y santidad de la Santísima esposa.

Así el enemigo más que nunca quedaba confundido y enfurecido, y toda su rabia y furor eran mucho más grandes hacia la Santísima Virgen, mientras por las virtudes de la misma, el enemigo se encontraba muy debilitado, ya sea de una manera o de otra, trataba de molestarla, pero nunca lo lograba, quedando siempre más confundido. Ni lograba conocer de donde procediera tanto poder sobre él en la Santa esposa, pues la consideraba una simple criatura como las demás, ni sabía la virtud divina y la plenitud de la Gracia que se encontraba en su alma.
Ella, cuando se daba cuenta que el enemigo se enfurecía más que nunca contra Ella, y contra su esposo José, le avisaba con gran humildad, de modo que su esposo estuviera muy atento en cuidarse de las insidias del demonio, y juntos aumentaban las oraciones, ayunos y los actos de humildad para debilitar siempre más al enemigo infernal el cual quedaba abatido y derrotado más que nunca. Y con esta práctica de virtudes y de oraciones se iban aumentando para ellos los méritos, y la confusión para sus enemigos infernales. Cada vez, sin embargo, que nuestro José se encontraba angustiado a través de alguna criatura de la cual el demonio se servía para molestarlo, iba donde su esposa y le manifestaba todo, y era consolado por Ella y animado a sufrirlo todo con paciencia, porque así habría agradado a su Dios. Y el Santo quedaba no solamente consolado sino mucho más animado para sufrirlo todo con paciencia y con alegría, creciendo siempre más en él el amor y el aprecio hacia su Santa esposa.
A veces nuestro José estaba muy cansado por la fatiga que le causaba su trabajo, por lo cual, al estar muy cansado, se iba donde su esposa y le rogaba para que le diera algún alivio a su cansancio y la gracia de cantar alguna alabanza a su Dios. Y la Santa esposa lo complacía dulcemente cantando las divinas alabanzas, de modo que el Santo caía en éxtasis por la dulzura que sentía de las mismas y le decía: -«Esposa mía, vos sois suficiente solamente con vuestro canto, para consolar cualquier corazón afligido. ¡Oh, qué consuelo me causáis!; Oh, ¡que alivio yo siento en mi cansancio! ¡Y qué suerte ha sido la mía poder tratar con vos, por sobre otros! Y si únicamente el veros me causa tanto consuelo, podéis creer como esté consolado por sobre otros. ¿Pero qué hare para mi Dios que se ha dignado hacerme tanta Gracia?»-.
Y la Santa esposa tomaba motivo de estas palabras para alabar a Dios, dador de todo bien, y exhortaba a su esposo para que se encendiera siempre más en el Amor de Dios y le agradara, porque, decía Ella, “infunde en mí estas Gracias para que vos quedéis consolado en vuestras penas y aliviado en vuestros trabajos”; por lo cual el Santo se iba encendiendo siempre más en el amor y gratitud hacia Dios, y quedaba siempre más admirado por la virtud de su Santísima esposa.


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