EXPOSICIÓN INTERNACIONAL DISEÑADA Y CREADA POR CARLO ACUTIS
Antes de disfrutar la Exposición internacional de los Milagros Eucarísticos en el Mundo, creada y diseñada por Carlo Acutis, por favor, lee cuidadosamente el por qué se dan las manifestaciones eucarísticas.
Presentación
Los milagros eucarísticos son intervenciones prodigiosas de Dios que tienen como fin confirmar la fe en la presencia real del Cuerpo y la Sangre del Señor en la Eucaristía. Conocemos la doctrina católica con respecto a la presencia real. Con las palabras de consagración: “Este es mi cuerpo,” “Esta es mi sangre,” la sustancia del pan se convierte en el Cuerpo de Cristo y la sustancia del vino en su Sangre.
Padre Roberto Coggi O.P.
Esta maravillosa transformación toma el nombre de “transubstanciación”, es decir, el cambio de una sustancia por otra. Del pan y del vino restan solamente las apariencias o accidentes. Son, el color, el sabor, el olor, inclusive la capacidad nutritiva, pero no la sustancia, es decir, la verdadera realidad convertida en el Cuerpo y la Sangre del Señor. La transubstanciación no puede ser experimentada en absoluto por los sentidos, sólo la fe nos asegura esta maravillosa transformación.
Los milagros eucarísticos buscan confirmar esta fe que se funda en las palabras de Jesús, aquello que aparece como pan no es pan y aquello que aparece como vino no es vino. En los milagros eucarísticos se dejan ver, efectivamente, la carne y la sangre, o una sin la otra dependiendo del milagro.
El fin de estos milagros es demostrar que no debemos buscar la apariencia externa (pan y vino), sino la sustancia, la verdadera realidad, que es la carne y la sangre.
LOS MILAGROS EUCARÍSTICOS: LÍMITES Y ASPECTOS POSITIVOS
Antes que nada, conocer algunos límites acerca de los Milagros Eucarísticos y después conocer el valor de los aspectos positivos.
1) Límites
Nuestra Fe no está fundada en los Milagros Eucarísticos sino en el anuncio del Señor Jesucristo, contenido en la Fe gracias a la acción del Espíritu Santo.
Creemos por haber creído en la predicación (cfr. Gal 3,5): » Fides ex auditu, auditus autem per verbum Christi» (Rom 10, 17): «La Fe depende de la predicación y la predicación a su vez actúa por la Palabra de Cristo». «Creer es un acto del intelecto que, con la ayuda de la voluntad movida por Dios por medio de la gracia, da el propio consenso a la verdad divina» (S. TOMÁS, Suma Teológica, II-II, q.2, a.9, c).
Nuestra fe en la Eucaristía tiene como centro a Cristo, que durante su predicación ha pre-anunciado su instauración y después la ha instituido celebrando con sus Apóstoles la Última Cena el Jueves Santo.
Desde entonces, la Iglesia, fiel al mandato del Señor: «Haced esto en memoria mía» (1 Cor 11,24), siempre ha celebrado con fe y devoción la Eucaristía, sobre todo el domingo, día de la Resurrección de Jesús, y continuará haciéndolo «hasta que venga» (1 Cor 11,26).
Ni tampoco existe una obligación para el cristiano de creer en los Milagros Eucarísticos. Estos no comprometen obligatoriamente la fe de los fieles, así sean reconocidos oficialmente por la Iglesia.
Cada fiel conserva la libertad de opinión: ningún cristiano está obligado a creer en alguna de las revelaciones privadas, ni siquiera cuando son aprobadas por la Iglesia.
Sin embargo, como principio el creyente no debe excluir que Dios puede intervenir de un modo extraordinario en cualquier momento, lugar, acontecimiento, persona. Lo difícil es discernir si en este hecho singular se ha verificado la intervención auténtica y extraordinaria de Dios.
La prudencia de la Iglesia frente a fenómenos extraordinarios (como los Milagros Eucarísticos), está plenamente justificada. Se puede incurrir en los siguientes riesgos, entre otros:
Suponer que Dios se ha olvidado de decirnos cualquier cosa en la institución de la Eucaristía.
Hacer pasar a un segundo plano la Eucaristía dominical.
Atribuir excesiva importancia al aspecto milagroso, extraordinario, teniendo como consecuencia la desvalorización de lo cotidiano en la vida del creyente y de la Iglesia.
La eventual aprobación eclesiástica de un Milagro Eucarístico contiene los siguientes elementos:
- El hecho no contiene nada que contraste con la Fe y las buenas costumbres.
- Es lícito hacerlo público.
- Los fieles son autorizados a adherirse de forma prudente al Milagro.
Aunque si ninguno es obligado a creer, el creyente se mostrará respetuoso en las verificaciones del Milagro Eucarístico, cuya autenticidad ha sido reconocida por la Iglesia.
Dar fácilmente crédito a sugestiones y engaños…
Los Milagros Eucarísticos pueden constituir una ayuda útil y fructuosa en nuestra vida de Fe. Por ejemplo pueden:
2) Aspectos positivos
Ayudar a trascender lo visible, lo sensible, y admitir la existencia “de otro mundo”, “de un más allá”.
Precisamente porque es reconocido como un hecho extraordinario, el Milagro Eucarístico no encuentra explicación en los hechos y razonamientos científicos, va a la razón humana e interpela al hombre haciéndolo “ir más allá” de lo sensible, de lo visible, de lo humano, es decir, lo hace aceptar que hay algo que es incomprensible, humanamente inexplicable sólo con la razón, no demostrable científicamente.
Ofrecer la ocasión de hablar, en particular en la catequesis, de la Revelación Pública y de su importancia para la Iglesia y el cristiano.
Los Milagros Eucarísticos se refieren a eventos extraordinarios ocurridos después de la institución de la Eucaristía por parte de Cristo, después del final del Nuevo Testamento, es decir, después del final de la Revelación pública.
¿Qué es la Revelación pública?
La Revelación pública es aquella:
- operada progresivamente por Dios a partir de Abraham y a través de los profetas, hasta Jesucristo.
- testimoniada en las dos partes de la Biblia: El Antiguo y el Nuevo Testamento.
- destinada a todos los hombres y a todo hombre, de todo tiempo y lugar.
- radicalmente diferente por esencia, y no sólo por grado, de las llamadas revelaciones privadas.
- concluida con Cristo en el Nuevo Testamento, al cual la Iglesia se siente vinculada.
¿Por qué la Revelación pública es concluida con Cristo?
Porque Jesucristo es el mediador y plenitud de la Revelación.
«Él siendo Hijo Unigénito de Dios hecho hombre, Él es la Palabra perfecta y definitiva del Padre. Con la venida del Hijo y el don del Espíritu, la Revelación ya se ha cumplido plenamente, aunque la fe de la Iglesia deberá comprender gradualmente todo su alcance a lo largo de los siglos». (COMPENDIO, n 9)
«Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo». (Hb 1, 1-2).
Cristo el Hijo de Dios hecho hombre es, por lo tanto, la Palabra única, perfecta y definitiva del Padre, el cual en Él dice y dona todo y no habrá otra Palabra que ésta.
“Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar”.
( San Juan de la Cruz)
“La economía cristiana, por tanto, como alianza nueva y definitiva, nunca cesará, y no hay que esperar ya ninguna revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo”.
(CONCILIO VATICANO II, Cost., Dogm. Dei Verbum, 4)
¿Cuáles son las consecuencias que produce la Revelación Pública?
He aquí algunas:
El Dios de los cristianos es creíble, confiable, sobre el fundamento de la Escritura, y no en virtud de los mensajes dados sucesivamente a algunos creyentes.
No se debe esperar de parte de Dios otra manifestación o revelación nueva, sino el retorno glorioso de Cristo, que inaugurará «nuevos cielos y una tierra nueva» (2 Pe 3,13), consintiendo a Dios Padre ser «todo en todos» (1 Cor 15,28).
La Iglesia está vinculada al evento único de la Historia Sagrada y a la palabra de la Biblia, y su misión es la de garantizar, interpretar, profundizar, testimoniar la Revelación Pública. Y esto sucede gracias a la particular asistencia del Espíritu Santo, que la guía y la conduce a conocer siempre mejor aquel tesoro que es Cristo Jesús.
La Revelación pública exige nuestra Fe: «En ella, por medio de la palabra humana y de la comunidad viva de la Iglesia, Dios mismo nos habla; habla a todos los hombres de cualquier raza, lengua, nación, tiempo y lugar. La Fe en Dios y en su Palabra es distinta de cualquier otra fe, creencia, opinión humana. La certeza de que Dios habla me da la seguridad de encontrar la verdad misma; una certeza que no puede verificarse en ninguna forma de conocimiento humano. Es la certeza sobre la cual construyo mi vida y a la cual me confío al morir» (CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Mensaje de Fátima, Pág. 34).
Sin embargo, aunque si la Revelación está acabada, no está completamente explicitada; tocará a la Fe cristiana conocerla mejor, profundizar más sobre ella, encarnarla continuamente, testimoniarla a todos con fidelidad y coraje. Así podrá comprender gradualmente todo su alcance a lo largo de los siglos.
Los Milagros Eucarísticos pueden ayudar a conocer y a vivir la Fe que tiene su centro en Cristo, y en Cristo-Eucaristía:
son realmente útiles porque están íntimamente orientados a Cristo y no son autónomos; pueden fortalecer la fe personal de los creyentes y también la de los no creyentes. Por tanto son una ayuda para la fe porque nos conducen a la Eucaristía instituida por Cristo y celebrada en la Iglesia dominicalmente.
Ellos deben servir a la Fe. No deben, ni pueden añadir nada al único y definitivo don de Cristo-Eucaristía, pero pueden convertirse en una humilde llamada de atención, a la vez que en una rica profundización en la fe; una ayuda que se ofrece pero que no es obligatorio aceptar.
Los Milagros Eucarísticos pueden invitar a conocer, a apreciar y a amar la Eucaristía.
Pueden ayudar a la persona a redescubrir el misterio, la belleza y la riqueza de la Eucaristía, que como dice el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, aprobado y publicado en junio de 2005 por el Papa Benedicto XVI:
«Es fuente y culmen de toda la vida cristiana. En ella alcanzan su cumbre la acción santificante de Dios sobre nosotros y nuestro culto a Él. La Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia: el mismo Cristo, nuestra Pascua. Expresa y produce la comunión en la vida divina y la unidad del Pueblo de Dios. Mediante la celebración eucarística nos unimos a la liturgia del cielo y anticipamos la vida eterna». (n. 274)
No podemos olvidar ni omitir jamás que la Eucaristía es el verdadero y gran Milagro cotidiano inagotable. Ella:
Es un Sacramento:
Los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia, a través de los cuales se nos otorga la vida divina (…) son eficaces ex opere operato («por el hecho mismo de que la acción sacramental se realiza»), porque es Cristo quien actúa en ellos y quien da la gracia que significan, independientemente de la santidad personal del ministro (COMPENDIO del CEC, nn. 224.229).
Es el Sacramento dominical por excelencia:
Es evidente que el Milagro más difundido y al alcance de todos es aquel que se realiza en nuestras iglesias cada vez que se celebra la Santa Misa.
«Es el sacrificio mismo del Cuerpo y de la Sangre del Señor Jesús, que Él instituyó para perpetuar en los siglos, hasta su segunda venida, el sacrificio de la Cruz, confiando así a la Iglesia el memorial de su Muerte y Resurrección. Es signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual, en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la vida eterna». (COMPENDIO, 271)
Sin duda, el Milagro más importante y estrepitoso es el que se realiza cada vez que se celebra la Eucaristía, en el cual Jesucristo se hace presente «de modo único e incomparable». Está presente, en efecto, de modo verdadero, real y sustancial: con su Cuerpo y con su Sangre, con su Alma y su Divinidad. Cristo, en su plenitud, Dios y hombre, está presente en ella de manera sacramental, es decir, bajo las especies eucarísticas del pan y del vino». (COMPENDIO, n. 282)
Haciendo presente y actual Su Sacrificio en la Cruz, Él se hace nuestro alimento y nuestra bebida, con Su Cuerpo y Su Sangre, uniéndose a nosotros y viviendo entre nosotros, se transforma en el viático de nuestro peregrinar terreno hacia la patria eterna. Es este el misterioso milagro por excelencia, que estamos invitados a celebrar sobre todo cada domingo, en la comunidad eclesial, partiendo el único pan, que -como afirma San Ignacio de Antioquía- «es fármaco de inmortalidad, antídoto contra la muerte, remedio para vivir en Jesucristo para siempre».
Es oportuno valorar también los Santuarios de los Milagros Eucarísticos reconocidos por la Iglesia como lugares de celebraciones litúrgicas (en particular del Sacramento de la Reconciliación), lugares de oración y de espiritualidad eucarística, de catequesis y de práctica de la caridad.
Los Milagros Eucarísticos se manifiestan y actúan relacionados con la piedad popular.
Con frecuencia provienen de la piedad popular e inciden en ella dándole nuevos impulsos y brindándole nuevas formas de manifestación. Esto no excluye que tengan efectos en la misma liturgia, como por ejemplo, la institución de las fiestas del Corpus Domini. La liturgia es el criterio, es la forma vital de la Iglesia que se nutre directamente del Evangelio.
S.E.R. Mons. Raffaello Martinelli
Rector del Colegio Eclesiástico Internacional San Carlos
Oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Un Tesoro de Carlo Acutis
Cuando se registra un milagro eucarístico, impulsa o refuerza la fe de las personas con evidencias, con signos de credibilidad dirigidos a los hombres en la búsqueda de nuestra salvación.

Milagros eucarísticos alrededor del mundo
Existen más de 100 casos reconocidos como milagros eucarísticos. Retomamos algunos de los casos más famosos.

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Disfruta el recorrido
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LOS SANTOS, LOS MÍSTICOS Y LA EUCARISTÍA
Santa Margarita María Alacoque – Sagrado Corazón de Jesús, Siglo XVII
Santo Tomás de Aquino, 1224-1274
San Francisco de Asís, Siglo XIII
San Bernardo di Chiaravalle, Siglo XII
Santa Germana Cousin (Pibrac), 1589
San Stanislao Kostka, 1550-1568
Santa Faustina Kowalska, Siglo XX
Santa Catalina de Siena, 1347-1380
Beata Alexandrina Maria da Costa, 1904-1955
La Beata Anna Katharina Emmerick, 1774-1824
Beato Niels Steensen, 1638-1686
La Sierva de Dios Anne-Louise Lateau, 1850
Oración oficial para solicitar la Beatificación y Canonización del Venerable Carlo Acutis
Oh Padre,
que nos has dado el testimonio ardiente,
del joven Venerable Carlo Acutis,
que convirtió la Eucaristía en el centro de su vida
y la fuerza de su dedicación cotidiana
para que los demás también Te amaran sobre todas las cosas,
haz que pueda
formar parte de los Beatos y los Santos de tu Iglesia.Confirma mi fe,
alimenta mi esperanza,
fortalece mi caridad,
a imagen del joven Carlo,
que, creciendo en estas virtudes,
ahora vive a Ti.
Concédeme la gracia que tanto necesito…Confío en Ti, Padre,
y en tu amadísimo Hijo Jesús,
en la Virgen María, nuestra dulcísima Madre,
y en la intercesión de Tu Venerable Carlo Acutis.Pater, Ave, Gloria
Imprimatur in Curia Archiepiscopali Mediolanensi
6.X.2014 +Angelo Mascheroni



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