«He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres y de tantos beneficios los ha colmado y que en pago a su amor infinito no haya gratitud alguna, sino ultrajes, a veces aun de aquellos que están obligados a amarle con especial amor».

«Cuando Jesucristo se aparece a Santa Margarita María, predicándole la infinitud de su caridad, juntamente, como apenado, se queja de tantas injurias como recibe de los hombres por estas palabras que tendrían que grabarse en las almas piadosas de manera que jamás se olvidaran: «He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres y de tantos beneficios los ha colmado y que en pago a su amor infinito no haya gratitud alguna, sino ultrajes, a veces aun de aquellos que están obligados a amarle con especial amor». (Parágrafo 9).



el “sufrimiento” de Jesús en el misterio eucarístico se confirma por las palabras del ángel en su aparición en 1916 a los niños de Fátima y especialmente por las palabras y el ejemplo de la vida de San Francisco Marto. Los niños fueron invitados por el ángel a hacer reparación por las ofensas contra Jesús Sacramentado y a consolarlo, como podemos leer en las Memorias de Sor Lucía:
«Mientras estábamos allí, el ángel se nos apareció por tercera vez, sosteniendo un cáliz en sus manos, con una hostia por encima de la cual algunas gotas de sangre caían en el vaso sagrado. Dejando el cáliz y la Hostia suspendidos en el aire, el ángel se postró en el suelo y repitió esta oración tres veces:
“La Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo…” Luego, levantándose, una vez más tomó el cáliz y la Hostia en sus manos. Me dio a comulgar la Santa Hostia y a Jacinta y Francisco les dio el contenido del cáliz para beber, diciéndoles al hacerlo: “Toma y bebe el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, terriblemente ofendido por los hombres ingratos. Repara sus crímenes y consuela a tu Dios». (Fátima en las propias palabras de Lucía. Memorias de la Hermana Lucía, Fátima 2007, p. 172)
Hagamos esta hermosa Consagración
Señor Jesús, creo que estás realmente presente en la Santa Eucaristía.
Por tu presencia, renuevas tu muerte y resurrección para que todos los hombres crean en el amor del Padre y, así, lo amen como tú lo amas.
Tú deseas que todos los que creen estén unidos en ti y, por tu Espíritu Santo, entren en comunión con el Padre en una sola ofrenda contigo.
En tu designio de amor, nos has reservado un lugar también a nosotros.
Por el bautismo, me incorporaste a ti.
Ahora, con tu presencia en la Eucaristía, vienes a mi encuentro.
No pudiendo sustraerme a tu invitación, me consagro hoy a tu amor presente y operante en este Santísimo Sacramento.
Por este acto de ofrenda en unión contigo, quiero vivir las promesas de mi bautismo y los compromisos que asumen aquellos que se consagran a la reparación eucarística.
Me comprometo de forma especial a participar en la Santa Misa como la pequeña hostia que desea ofrecerse, inmolarse y darse en unión contigo.
Mi anhelo es extender este encuentro vital contigo a toda mi vida, uniendo mis actos a tu sacrificio eterno y prolongando tu inmolación y ofrenda en las distintas circunstancias de mi jornada.
También quiero, Jesús, vivir unido a ti en este misterio de la Eucaristía para suplir la falta de caridad en tu Cuerpo Místico.
Deseo colmar los vacíos de amor de nuestros hermanos olvidadizos, reparando todas sus infidelidades, traiciones, negligencias y frialdades.
Quisiera que toda mi vida fuera el eco del mensaje eucarístico de tu amor salvador.
Me comprometo a llevar ante el Sagrario a otras almas dispuestas a dejarse invadir por ti y consumir en el ardiente deseo de la gloria del Padre y de la salvación de sus hermanos, a fin de que las peticiones de tu Corazón encuentren una mayor acogida y una respuesta más generosa.
Y tú, Oh Virgen María, que estás presente en el altar como lo estuviste en el Calvario, acoge mi consagración y hazla digna del amor de tu Divino Hijo.
Te pido la gracia de poder imitarte y tomar parte, cada día de mi vida, en las disposiciones de tu Corazón Inmaculado totalmente consagrado a la persona y obra redentora de tu Hijo. Me entrego a ti: sírvete de mí para dar a conocer, amar y glorificar a Jesús, presente y activo en el Santísimo Sacramento del altar. Amén.
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