Santa Gemma Galganni y las diabólicas tentaciones que sufrió

La Divina Providencia no permite, sin embargo, seamos tentados sobre nuestras fuerzas, disponiendo sapientísimamente que los niños en la virtud sean tentados como niños y los gigantes como gigantes. Gigante en la virtud era sin duda Santa Gema; natural es que sus combates con el infierno fueran formidables.

Santa Gema Galgani fue una mística italiana de finales del siglo XIX que tuvo experiencias espirituales increíbles.

Aunque vivió solo hasta los 25 años, recibió visiones místicas, soportó estigmas y tuvo vívidas batallas con lo demoníaco.

Aunque era joven, rápidamente se dio cuenta de que la oración era la mejor defensa contra las fuerzas espirituales malévolas.

Satanás no se rindió ante ella muy fácilmente y le causaba violentos dolores de cabeza para hacerle difícil dormir. Su fatiga hizo que la oración fuera más difícil, pero ella perseveró.

“¡Cuántos esfuerzos no hace ese desgraciado para que me sea imposible orar!”, escribió. “Ayer por la tarde intentó matarme y habría tenido éxito si Jesús no hubiera acudido rápidamente en mi ayuda. Estaba aterrorizada y tenía en mi mente la imagen de Jesús”.

Guerra del infierno

Previniéndola para ellos el celestial Esposo, le dijo en cierta ocasión:“Haré que seas pisoteada por los demonios. Así que, hija mía, prepárate; el demonio será quien de la última mano a la obra que en ti deseo ejecutar”.

Se preparó la Sierva de Dios, si es que ya no estaba bien preparada: la guerra no tardó en llegar; pero tan brutal y despiadada que nos hace estremecer.

En pocas vidas de santos encontramos que el Señor concediese al demonio la libertad para engañar y atormentar que descubrimos en la de nuestra Gema.

No hay para qué decir que el maligno espíritu se aprovechó largamente de ella.

Trató primeramente de engañarla, incitándola ora a la presunción, ora a la desconfianza y desesperación.

Para lo primero poníale ante los ojos que el confesor y el director guardaban cuidadosamente sus cartas para publicarlas un día en alabanza suya. No dejaba de ser peligrosa esta tentación, ya que sabía Gema que el uno y el otro conservaba aquellos documentos donde tantos favores del cielo referían.

Más molestas que estas tentaciones eran aquellas otras en que, aprovechándose el enemigo de las desolaciones y temores de Gema, la empujaba hacia el abismo de la desesperación. Clamaba la pobre joven por Jesús; lo buscaba con febril afán, y al no acudir el Divino Salvador a sus clamores, se presentaba en su lugar el demonio, diciéndole: “¿No ves que ese Jesús no te escucha ni se cuida de ti? ¿Por qué te cansas corriendo tras él? Abandónalo ya, resignándote a tu triste suerte”.

A veces pasaba el tentador más adelante, recordándole apariencias de pecados y tratando de persuadirle que por ellos estaba ya sentenciada al infierno.

Su diario

“Para ti ya no hay esperanza —le decía—; te llevaré al infierno, porque efectivamente me perteneces; puedes vivir bien persuadida de que Dios te ha abandonado”. Esta tentación ha causado en todo tiempo indecibles angustias a los santos. Superfluo es añadir que también constituyó para Gema horrible martirio.

Una de las cosas que más desesperaba al demonio era la docilidad de Gema en dejarse gobernar por sus directores. ¿Qué no podría prometerse el astuto de joven tan simple y candorosa, abandonada a su propio juicio? Así que dirigió todos sus tiros contra ese baluarte.

Como nada lograba con semejantes insinuaciones, acudía a la violencia, siendo muy frecuente el que cuando Gema se ponía a escribirle le arrancase la pluma de la mano, le hiciese trizas el papel, la arrojase del escritorio y hasta la agarrase de los cabellos, arrastrándola por el suelo. Al desaparecer, después de ejecutadas tales violencias, gritaba desesperado: — ¡Guerra, guerra a tu Padre y a vuestras almas!

Toda la rabia del infierno vino a estrellarse en la inflexible constancia de estas dos almas esclarecidas.

También la obra de monseñor Volpi desconcertaba al infierno, llegando el demonio en su ciego empeño por neutralizarla y contrarrestarla hasta tomar la figura del Prelado.

Varias veces sucedió que al llegarse la candorosa joven al confesonario, se encontró con que bajo las apariencias del confesor se sentaba en él el demonio.

Pasando más adelante, tomaba frecuentemente la figura del Ángel de la Guarda, y no pocas veces la del mismo Jesucristo.

Lo más ordinario, sin embargo, era se le apareciese en forma de negro gigantesco, de repugnante y asqueroso enano, de perro rabioso, de dragón con dilatadas fauces y afilados dientes, de gato negro descomunal y de otras distintas fieras salvajes.

Los últimos años eran frecuentísimas todas estas apariciones, hasta el extremo de que la Sierva de Dios llegó a perder el espanto que en su principio le ocasionaban.

Persuadido el demonio de que nada conseguía con todos sus engaños, maltrataba a la pobre doncella de mil maneras a cual más brutales.

Unas veces la golpeaba con fiereza, otras la arrastraba por el suelo, cuándo la tiraba de los cabellos hasta arrancárselos, ya se arrojaba sobre su espalda arañándola, ya, finalmente, la sacaba del lecho, dejándola en el suelo sin sentido.

Excusado es decir lo que sufría la inocente virgen bajo los despiadados golpes del infernal enemigo.

Frecuentemente aparecía todo su cuerpo amoratado; otras veces sentía como descoyuntados todos sus huesos; ocasiones había en que tenía que guardar cama a consecuencia de los malos tratos recibidos, y hasta en algún caso llegó a persuadirse de que realmente la mataba.

Mucho más que los atentados contra la vida temía la pudibunda doncella los dirigidos contra la pureza.

Ofrecía el inmundo espíritu a sus ojos desnudeces vergonzosas, la incitaba a cometer deshonestidades, ponía sobre ella sus manos para excitar torpes complacencias y cometía mil otras diabluras que la pluma se resiste a trascribir.

No siempre eran de este género las violencias del demonio contra Gema. Frecuentemente se manifestaban en lo que llaman los místicos obsesión y hasta posesión diabólica.

Bajo la acción del espíritu infernal se sentía la Sierva de Dios como encadenada en sus miembros, en sus facultades y hasta en su lengua; o bien constreñida a ejecutar movimientos y acciones que repugnaban a su voluntad.“Ayer —escribe al director — tenía la imagen de Jesús en la mente, pero no podía pronunciar su nombre con los labios”.

Dice el sagrado evangelio que después de triunfar Jesucristo de las tentaciones del demonio en el desierto se le acercaban los ángeles para servirle.

También nuestra Gema, después de triunfar de los formidables asaltos infernales, recibía tiernas visitas de Jesús, de María y de sus santos protectores.

El Divino Salvador la felicitaba por sus victorias, la aseguraba que en nada le había ofendido durante la tentación y le prometía su asistencia para futuros combates.

El diablo le dijo una vez a Holy Gemma: «Puedes orar por ti mismo, pero si oras por otros, te haré pagar muy caro».

En otra ocasión, el Diablo le dijo a este gran santo: «Mientras actúas por tu cuenta, haz lo que quieras, pero escucha bien, no hagas nada por la conversión de los pecadores, si lo intentas te haré pagar caro por ello».

El demonio pareció reclamarle a Gema que nuestras oraciones por los demás son aparentemente más fructíferas que cuando oramos por nuestras necesidades, cuando intentó una nueva táctica para hacer que Santa Gema considerara su propia alma en lugar de la de los demás, cuando exclamó: “¿Cómo y de dónde viene esta presunción? ¿Estás cargado de pecados y cada año de tu vida no es suficiente para llorar y expiar, y sin embargo pierdes el tiempo en los pecados de los demás? ¿No ves que tu propia alma está en peligro? A pesar de todo, fue golpeada brutalmente y nunca dejó de orar a la gente, ofreciéndose como víctima a la raza humana como lo hizo el Señor y Salvador en Su Cruz, sabiendo que ningún siervo es más grande que su Maestro. El diablo parecía estar en una guerra personal con Santa Gema, quien, durante uno de sus ataques, comenzó a maldecir horriblemente a Dios y a gritar: «¡Guerra! ¡Guerra contra ti y tu director espiritual! ”.

Esto continuó por las noches, con el diablo burlándose de ella y sus oraciones por los demás, soportando todo con la verdadera paciencia de un santo. El diablo le causó el mayor sufrimiento al blasfemar contra su verdadero amor, Jesucristo, diciéndole continuamente: “¿Qué estás haciendo?”, Dijo, “qué estúpido estás rezando a este malhechor. Mire el mal que hace, manteniéndolo clavado en la Cruz consigo mismo. Entonces, ¿cómo puedes cuidar de él? ¡Todo el que lo ama lo hace sufrir! » El diablo hizo muchas promesas de felicidad terrenal, si dejaba de rezar por la conversión de otras personas, pero Santa Gema perseveró en los ataques de los demonios y obtuvo una gran victoria para la humanidad y garantizó un lugar exaltado en el cielo, junto con santos de Cristo.

♱ 《Santa Gema, ruega por nosotros》♱

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