Evangelio de hoy sábado, 18 de diciembre de 2021

«José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer»

Texto del Evangelio (Mt 1,18-24): 

La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: «Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros”». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.

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Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy, la liturgia de la palabra nos invita a considerar el maravilloso ejemplo de san José. Él fue extraordinariamente sacrificado y delicado con su prometida María.

No hay duda de que ambos eran personas excelentes, enamorados entre ellos como ninguna otra pareja. Pero, a la vez, hay que reconocer que el Altísimo quiso que su amor esponsalicio pasara por circunstancias muy exigentes.

Ha escrito el Papa San Juan Pablo II que «el cristianismo es la sorpresa de un Dios que se ha puesto de parte de su criatura». De hecho, ha sido Él quien ha tomado la “iniciativa”: para venir a este mundo no ha esperado a que hiciésemos méritos. Con todo, Él propone su iniciativa, no la impone: casi —diríamos— nos pide “permiso”. A Santa María se le propuso —¡no se le impuso!— la vocación de Madre de Dios: «Él, que había tenido el poder de crearlo todo a partir de la nada, se negó a rehacer lo que había sido profanado si no concurría María» (San Anselmo).

Pero Dios no solamente nos pide permiso, sino también contribución con sus planes, y contribución heroica. Y así fue en el caso de María y José. En concreto, el Niño Jesús necesitó unos padres. Más aún: necesitó el heroísmo de sus padres, que tuvieron que esforzarse mucho para defender la vida del “pequeño Redentor”.

Lo que es muy bonito es que María reveló muy pocos detalles de su alumbramiento: un hecho tan emblemático es relatado con sólo dos versículos (cf. Lc 2,6-7). En cambio, fue más explícita al hablar de la delicadeza que su esposo José tuvo con Ella. El hecho fue que «antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,19), y por no correr el riesgo de infamarla, José hubiera preferido desaparecer discretamente y renunciar a su amor (circunstancia que le desfavorecía socialmente). Así, antes de que hubiese sido promulgada la ley de la caridad, san José ya la practicó: María (y el trato justo con ella) fue su ley.

https://www.ciudadredonda.org/

Dudas, ángeles y sueños

Es sábado de adviento. Todo nos está avisando que pronto nacerá Jesús. Los que aún nos sentimos como niños, notamos cómo se nos desata un acelerado sentimiento de deseo. Nuestra mirada se recoge en el silencio del corazón de María, la madre. Con ella releemos el relato evangélico de Mateo. El embrujo de la Navidad estalla en su fascinante complicación. No pintemos de purpurina los hechos. Esconden en su interior la difícil carga de una fe vivida a oscuras en la espera de Jesús. Bien que lo sabía el evangelista.

Jesús es concebido y nacerá de María, de una forma insólita: Viene, como siempre, sorprendiendo. José le prestará las credenciales dinásticas de la casa de David, al adoptarlo como hijo. Pero antes, deberá pasar por una prueba, tan dura como aparentemente innecesaria. La narración mateana se enhebra entre dudas, aparición de un ángel, revelación en sueños. Con esa presentación, tan inaudita y poco espectacular, Jesús entra en nuestra historia humana como el que salva al pueblo.

  • Navidad con dudas : María sufre en silencio el desconcierto de José. José sufre a su vez, en un silencio total, por la ininteligible forma de hacer las cosas que tiene Dios. Jamás puso en duda José la integridad de María. Jamás la ha puesto –ni la pondrá- en duda la Iglesia. Las dudas de José no fueron acerca de la culpabilidad o de la inocencia de María, sino sobre el papel que él personalmente debía jugar en aquella increíble historia. ¿Acaso no estaba de sobra en esa familia? No era fácil, en su situación, mantenerse creyente y permanecer al lado de un Misterio que le estremecía y al lado de una mujer tan altísima para él.
  • Navidad con ángeles . En tiempos de oscuridad, de turbulencias, de desorientación, de desánimos, de sombras, de tentación de inhibirse; cuando el futuro parece una realidad imposible e inútil, emerge la presencia de los ángeles en toda su fuerza.!En la oscuridad… aparecen ángeles! ¡No demonios! Los ángeles muestran la fantástica creatividad de Dios, su capacidad de imaginar el futuro el futuro… Los ángeles abren ventanas hacia el más allá… Ángeles, personajes permanentes en cada página de la historia de la Salvación…, los altavoces de Dios.
  • Navidad con sueños : Una intervención desde arriba –mediante un ángel sin nombre- le aclara a José que tiene un puesto en el complicado puzzle de la Navidad. Deberá poner nombre al niño. Así será su padre “legal”. Era el padre quien imponía el nombre. Entonces, conocido su papel en aquel matrimonio, cesa su turbación, su desconcierto, sus dudas. Cuando es comprendida la propia misión, todo encaja, todo se entiende. Se ha deshecho el nudo y la oscuridad se vuelve resplandeciente. Hay motivos de esperanza. Hay motivos para el sí.

Nuestras dudas, nuestros sueños…. nuestros ángeles son, también hoy, el paisaje de nuestra personal navidad. Basta con que, como Mateo, nos atrevamos a describir el marco donde esto nos está ocurriendo hoy. Nos queda la moraleja: Sin una revelación, todo es confusión. Todos cabemos en la Navidad. José no sobraba. Nosotros tampoco.

José, hijo de David, no temas acoger a María…Dará a luz un hijo y tú le  pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados –  Arquidiócesis de

Pensamientos para el Evangelio de hoy

«Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta. Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librados si consientes»

(San Bernardo)

«Dejémonos “contagiar” por el silencio de san José. ¡Nos es muy necesario! En este tiempo de preparación para la Navidad cultivemos el recogimiento interior»

(Benedicto XVI)

«Los relatos evangélicos presentan la concepción virginal como una obra divina que sobrepasa toda comprensión y toda posibilidad humanas: ‘Lo concebido en ella viene del Espíritu Santo’, dice el ángel a José a propósito de María, su desposada (Mt 1,20). La Iglesia ve en ello el cumplimiento de la promesa divina hecha por el profeta Isaías: ‘He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un Hijo’ (Is 7,14)»

(Catecismo de la Iglesia Católica, nº 497)
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