“A vino nuevo, odres nuevos”
San Antonio, Abad (MO)
El justo florecerá como la palmera, crecerá como los cedros del Líbano; trasplantado en la casa del Señor, florecerá en los atrios de nuestro Dios. Sal 91, 13-14
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Marcos (2,18-22)
“Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres.”
Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?”. Jesús les respondió: “¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo. Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!”.
Palabra del Señor R. Gloria a ti Señor Jesús.
SANTORAL
MEDITACIÓN
apuntaba a que se debía buscar el Reino de Dios y su justicia y el resto vendría por añadidura.”
“De origen egipcio, Antonio “Abad” es uno de los iniciadores de la vida eremítica en el siglo III. Su ejemplo fue seguido por muchos hombres y mujeres en su época, adaptándose a través de la historia. Tras la muerte de sus padres, dejó sus bienes a los pobres, dedicándose por entero a la oración. Su vida atrajo a un nutrido grupo de seguidores al mismo tiempo que la admiración de los notables cristianos que acudían a él en busca de consejo. Murió cuando bordeaba los cien años” (La Liturgia Cotidiana 17/01/2022, pág. 61).
El ayuno por el ayuno no tiene sentido, pues encontramos personas que ayunan porque se tiene que ayunar, porque así se le enseñó o porque otros ayunan también; o bien porque quieren mostrarse que es una persona que hace ayuno, comportándose así mejor que los demás. La vida pagana, o según los principios del mundo, es el odre viejo y gastado; la vida cristiana, sin embargo, es una vida nueva, con nuevos principios de valoración de las cosas y con nuevos rumbos y nuevas metas por conseguir. Si alguien pretende ser cristiano, pero quiere seguir los principios del mundo, con sus normas de conducta y sus costumbres, concretando su escala de valores, aparentando ser buenos cristianos, pero solo cumpliendo todo lo que se nos pide, es lo que nos dice pretender echar el nuevo vino del Evangelio en el odre viejo de mentalidades y formas de vida ya envejecidas en prácticas de principios injustos e inmorales.
Los grupos religiosos de aquella época que pertenecían al hebraísmo, incluso los discípulos de Juan el Bautista, eran reconocidos por prácticas ascéticas, entre las que estaba también el ayuno. Hacia ese tipo de experiencia más la gente se orientaba, aunque no así Jesús y sus discípulos. ¿Cómo podemos explicar que el grupo de Jesús no practicase el ayuno? Jesús iba mucho más allá que la sola práctica en sí misma, apuntaba a que se debía buscar el Reino de Dios y su justicia y el resto vendría por añadidura (cf. Mt 6,33). Lo fundamental es no quedar en los casos particulares, sino contemplar la presencia de Dios en la acción humana.
El punto va en esta dirección: los discípulos estaban con gozo porque le tenían a Jesús en medio de ellos. Estaban felices, así como en el momento de una fiesta en las bodas, porque estaba el Esposo con ellos. Ya entenderán cuando hagan el camino de la cruz, lo que significa que se les quite el Esposo, y toda la penitencia por la que tendrán que pasar. Lo interesante del caso es que el ritualismo, contra el cual Jesús está polemizando, pretendía, como cualquier ritualismo, establecer ya desde el principio una actitud religiosa del hombre. Sin embargo, el Evangelio le quita al ser humano la posibilidad de planificar hasta su propia salvación, porque quien tendría que tener la iniciativa absoluta es Dios, quien nos lo muestra a través de su Evangelio. Las dos comparaciones siguientes son muy expresivas: Jesús no está queriendo apagar la luz que humea hasta que no haya hecho triunfar la justicia (Is 42,3s. Mt 12,20). Él muestra un gran respeto hacia algunas experiencias religiosas, particularmente las que vinculan al Bautista. Pero no pretende poner un remiendo de tela nueva, el Evangelio, a la tela vieja de aquellas experiencias religiosas, aunque sean muy respetables. Ni quiere echar vino nuevo del Evangelio en los odres viejos de las instituciones judías, porque, si llegara a hacer así, perjudicaría a los odres viejos y al vino nuevo también.
Lo que en síntesis quiere decir es que no quiere pintarle la cara a una vieja praxis sino de poner en su lugar una completamente nueva. Tampoco cambiar por cambiarlo todo, sino en un proceso de respeto a la identidad del Evangelio, la máxima novedad, y las viejas costumbres de las personas y grupos. Un cristiano debe mirar que tienen buena voluntad y honorabilidad esas personas, es decir, no tienen mala intención, aunque sus prácticas sean dentro del enfoque que está dando Jesús todavía no plena. Ser cristiano es una cosa muy seria, nada fácil y muy comprometedora. Si los valores del mundo están gobernados por el egoísmo, el cristiano está llamado a amar al prójimo, sea quien sea. Si en el mundo se rigen con malas intenciones, el cristiano debe mostrarse siempre transparente y auténtico. Si el mundo se deja llevar por la violencia y la competencia, el cristiano será paciente y pacífico y sabrá compartir su vida con todos.