“Ven y colócate aquí delante”

Toda la tierra se postra ante ti, Señor, y canta en tu honor, en honor de tu nombre. Sal 65, 4

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según  San Marcos (3,1-6)

“Dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: “Extiende tu mano”.”

Jesús entró en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo sanaba en sábado, con el fin de acusarlo. Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: “Ven y colócate aquí delante”. Y les dijo: “¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?”. Pero ellos callaron. Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: “Extiende tu mano”. Él la extendió y su mano quedó sana. Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él.

 Palabra del Señor R. Gloria a ti Señor Jesús.

MEDITANDO CON LOS SANTOS

SANTORAL

MEDITACIÓN

Debe primar en nuestros pensamientos, palabras y acciones el amor y la misericordia.”

Jesús evangelizaba por donde andaba, pero frecuentemente entraba a una sinagoga para enseñar y obrar según el corazón misericordioso de Dios. Sabemos que los judíos, los fariseos en particular, se regían por mandatos y preceptos, entre los que tenían 613, y uno de los más importantes era el sábado, en donde no se podía hacer ningún trabajo. Para Jesús lo sabemos que la ley del amor y de la misericordia es la primera ley, ante la cual se ponen al servicio todas las otras leyes. Nos cuesta entender que curar a un enfermo en día sábado estaba prohibido, porque en esa época se quebrantaba o violaba la ley.

Los fariseos estaban observando atentamente si qué hacía Jesús en día sábado para luego poder acusarlo. Como Jesús siendo el Mesías, siendo Dios, sabía lo que tramaban, por eso haciendo incluso evidente y sirviendo como ejemplo para los demás pide al hombre con la mano paralizada para que se pusiese enfrente de todos. La finalidad de Jesús era aprovechar para enseñar a esa gente que seguramente tenía bien metido en la cabeza el cumplimiento del descanso sabático.

Jesús quiere desarmar ese cumplimiento rigorista de la ley, y que puedan ver siempre el bien de la persona. Por eso les pregunta: “¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?”, haciéndoles notar que la persona humana es el centro de nuestras obras, el objetivo de Dios y, por ende, también el nuestro. Curar a un enfermo era hacer un bien. Se permitía en esa época sólo en caso de peligro de muerte hacer una acción a favor de un enfermo, por lo que vemos, este enfermo no está en peligro de muerte, pero Jesús pone la primacía de la caridad que siempre resuelve favoreciendo en beneficio de la persona humana, particularmente si es alguien que necesita. Sería un problema que le dejemos al enfermo igual que siga con su mal, pudiendo ayudarlo a que superara esa enfermedad. Imagínense que a pesar de que el argumento de Jesús fue tan contundente, sin embargo, los judíos quedaron callados.

¡Qué tristeza! En ese momento Jesús dirige hacia ellos una mirada de indignación porque tenían el corazón muy duro, les costaba abrirse para que la Gracia penetrara en ellos y pudiesen creer. Es el momento en que decide curar al enfermo, mostrando una acción misericordiosa hacia el enfermo, enseñando particularmente a los que estaban ahí que debe primar en nuestros pensamientos, palabras y acciones el amor y la misericordia. Pues, así como nosotros hemos recibido ya la misericordia de Dios, también nos pide que podamos obrar de esa manera siempre y con todos, especialmente con los más vulnerables y necesitados. Si el amor a Dios y al prójimo no contienen las leyes y normas, entonces les falta lo esencial, pues ahí estará siempre la mirada y el corazón de Dios. Obramos con amor porque hemos recibido ya el amor, es más, Dios nos amó primero, esto es, ya conocemos el amor porque Dios es Amor y vive en nosotros y nos ayuda a discernir y obrar siempre según la intención del amor que es el bien máximo de cada persona. Cuanto más amor damos, más imagen de Dios vamos siendo, y cuanto más amor el hermano recibe, más imagen de Dios también irá siendo. Si todos somos imagen y semejanza de Dios, entonces más debemos reflejar ser esa imagen a través de la práctica del amor con las personas que Dios nos regala compartir. Si existiere una ley, norma o precepto que no hace que la persona sea cada vez más imagen de Dios, entonces algo de esa ley no está bien o necesita purificarse.

Por tanto, la actitud de Jesús es liberadora, justa y misericordiosa. No así la de los fariseos, quienes tenían el corazón duro. Dios se resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes (cf. 1 Pe 5,5). Lo interesante es evaluarnos si nuestro corazón no está un tanto duro para comprender las obras de Dios a favor de los más necesitados del mundo..

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