Reflexión al Evangelio jueves 3 de febrero 2022/ «Misionando Con Amor» 4ª Semana Tiempo Ordinario

“Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación”

Fiesta de San Blas, Obispo y Mártir. Segundo patrono del Paraguay

Me suscitaré un sacerdote fiel, que obrará conforme a mi corazón, dice el Señor. 1 Sam 2, 35

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según  San Marcos (16, 15-20)

“El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.”

Jesús resucitado se apareció a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán”. Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.

Palabra del Señor R. Gloria a ti Señor Jesús.

MEDITANDO CON LOS SANTOS

SANTORAL

MEDITACIÓN

Debe enseñar, predicar, ser ese canal para que la Gracia de Dios llegue al corazón de cada persona”

Hoy es un día para celebrar todos nosotros, pues recibimos uno de los legados más maravillosos de nuestra historia en el Paraguay: la fiesta de san Blas, Obispo y Mártir. Obedeció a la voz de Dios para convertirse en el misionero fiel orante, servidor de su pueblo, a quien se le atribuyen prodigios y milagros, entre los cuales, el más famoso, haber sanado a un niño que se estaba ahogando con una espina de pescado. Fue perseguido en medio de tantas dificultades de su tiempo, regalando su vida declarándose creyente, aunque lo pidieran renunciara a su fe. En 2008 la Santa Sede lo declara segundo patrono del Paraguay, por una tradición de fe popular muy encarnada en nuestra cultura.

San Blas, era médico de profesión y llegó a ser Obispo en Turquía. Vivió en el siglo IV.  Lo que se pretende siempre, como lo hizo nuestro santo del día, es que las personas puedan convertirse, que cambien de vida, puedan superar los males de este mundo en cualquier dimensión de su existencia, ser partícipes de la nueva creación, ya que el Señor hace nuevas todas las cosas. Al referirse el texto a los Once, faltando quien lo traicionó, nos indica que con nosotros se completa la comunidad de los Doce. Cada uno de nosotros somos llamados y elegidos por Dios para ser partes de su misión.

La gran misión de Jesús a la que la Iglesia debe ser fiel hasta el final de sus días es este mandato del anuncio de la Buena Noticia. Pablo VI decía: “la Iglesia existe para evangelizar” (EN 14). Es su razón de ser, llevar esa Buena Nueva allí donde hay gente necesitada de recibir ese amor que proviene de Dios, esa es su vocación fundamental. Debe enseñar, predicar, ser ese canal para que la Gracia de Dios llegue al corazón de cada persona, procurar para que las personas se reconcilien con Dios, que el Sacrificio Eucarístico sea celebrado y vivido permanentemente, llevando la esperanza al mundo entero. Como decía san Pablo: “Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo” (2 Tim 4,2).

El envío solemne de los discípulos es fascinante, porque les pide que vayan a toda la creación, al mundo entero (cf. Col 1,23; Rom 1,8). La mayor Buena Noticia es que Jesús y lo que nos enseña nos trae la salvación, la vida eterna. No existe nada ni nadie más importante que eso. Y dice también que quienes se nieguen a creer, se condenarán; es decir, aquellas personas que obstinada y culpablemente se nieguen a creer. Me hace recordar a san Pablo quien dijo: “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Gál 2,20), manifestando que los prodigios que hacía Jesús, un discípulo en quien Cristo está encarnado, hará los mismos signos, como expulsar demonios, sanar enfermos, hablar en lenguas, agarrar serpientes, etc. Invita a creer de verdad en Jesús, ser no sólo otro Cristo, sino Cristo mismo en medio del mundo. Y quien haya recibido una Noticia como la del Resucitado, no puede quedarse callado, debería hacer como la Magdalena (cf. Mc 16,10) ir a contar la experiencia de que Jesús está vivo y nos ama.

Me hace recordar tantos testimonios que tenemos en las Sagradas Escrituras en los Hechos de los Apóstoles, donde los apóstoles eran presencia de Cristo por donde iban. Y así aquellos creyentes que vivían con radicalidad sus vidas. Lo mismo varios sacerdotes con el carisma de predicar o hacer milagros, que Dios les regaló, como el padre Emiliano Tardif, el padre Rufus Pereyra, quienes ya fallecieron, entre otros. O muchos santos, como padre Pío de Pietrelcina, San Juan María Vianney, san Charbel, etc., que por el poco espacio no podemos mencionarlos a todos

Él nos invita a ir por todo el mundo a anunciar el Evangelio, llevando esa Noticia de la compasión, del perdón, de la generosidad, de la solidaridad, del compromiso a hacer el bien sin mirar a quién, a ser misioneros de su amor. La Palabra nos invita a hacer presente el Reino de Dios con palabras y señales, con la predicación y con las obras. Tantas personas enfermas, atormentadas, desilusionadas de la vida hoy día, angustiadas ante lo que se vendrá, inseguras por estar sin trabajo, esperan el mensaje de esperanza y salvación. Nuestro ambiente necesita de personas que se animen a llevar esa alegría del Amor de Dios, y saber que no todo está perdido, pues aunque parezca imposible a los ojos humanos superar un problema, ahí está Dios, para quien nada hay de imposible (cf. Lc 1,37).

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