Hacer esto es un acto de misericordia y amor desinteresado. Tenemos el poder de ayudar a las benditas alma del purgatorio y llevarles alivio.
«El purgatorio muestra la gran misericordia de Dios y limpia los defectos de aquellos que ansían convertirse en uno junto a Él»
(San José María Escrivá)

¿Cuándo fue la última vez que escuchaste una homilía sobre el purgatorio? Si tu parroquia es como la mayoría de las parroquias, entonces seguramente ha pasado ya algún tiempo.
En un ámbito más personal: ¿cuándo fue la última vez que oraste por las Benditas Almas del Purgatorio? Si tú eres como la mayoría de los Católicos, la respuesta será no muy recientemente.
Las almas en el purgatorio son olvidadas por los Católicos muy a menudo, y me temo que esto es muchas veces por un deseo equivocado de no parecer medievales (como si eso fuese algo malo), supersticiosos, o peor aún, ecuménicamente insensibles.
Sin importar la razón de este descuido, es la enseñanza constante de la Iglesia Católica que el purgatorio es real y que hay incontables almas ahí que necesitan de nuestras oraciones. Pero mi punto acá no es probar que el purgatorio existe o proveer una base teológica para su existencia. Más bien, es urgirnos a orar por la Iglesia sufriente.
He aquí 5 razones para orar por el alivio de nuestros hermanos y hermanas en el purgatorio.

1. El sufrimiento es real
El sufrimiento en el purgatorio es comparado por los santos a ser quemados con fuego chispeante. De hecho, muchos santos han dicho incluso que el sufrimiento en el purgatorio no es del todo diferente al sufrimiento en el infierno.
Una de las fuentes primarias de sufrimiento es el hecho de que la salvación ha sido obtenida, y aún uno no puede disfrutar inmediatamente de los consuelos. Este retraso del placer de alcanzar el cielo lleva a una agonía espiritual.
Santo Tomás de Aquino lo explica de la siguiente manera:
«Mientras más uno aspire a alcanzar algo, más dolorosa se vuelve la privación de esto. Y dado que después de esta vida, el deseo por unirse a Dios, el Bien Supremo, es intenso en las almas de los justos (porque este impulso hacia él no se ve obstaculizado por el peso del cuerpo, y que el tiempo de disfrutar del Bien Perfecto habría llegado) cuando no hay obstáculos; las almas sufren enormemente a causa de este retraso».
Así que las almas en el purgatorio están sufriendo en una manera muy real y muy dolorosa, una manera que no puede ser completamente comprendida. Tenemos la habilidad de ayudarlas y aliviarlas por medio de nuestras oraciones y acciones.
2. Ellos son nuestra familia
Muchos de nosotros tenemos parientes sanguíneos, abuelas, tías y tíos, y padres, que han muerto y que posiblemente estén en el purgatorio. Deberíamos estar orando por sus almas por el amor que les tenemos.
Pero incluso si no tenemos parientes que hayan muerto (o por lo menos que sepamos), las almas en el purgatorio son aún nuestros hermanos y hermanas espirituales.
Estamos emparentados por el bautismo de Cristo, y esta relación familiar debería llevarnos a actuar por ellos.

3. Probablemente tú también llegarás allá
Seamos honestos, la mayoría de nosotros no somos lo suficientemente santos para librarnos del purgatorio y la vasta mayoría de nosotros experimentará este fuego limpiador.
Si estuvieses sufriendo intensamente, ¿no te gustaría que alguien te ofreciera alivio? Sí, te gustaría. Orar por las Benditas Almas, entonces, es una manera de cumplir con la Ley de Oro que Cristo nos dio: hacer por los demás lo que nos gustaría que ellos hicieran por nosotros.
Si sientes aversión a orar por las pobres almas, entonces simplemente recuerda lo que tú querrías si estuvieses en su posición.

4. Te traerá alegría
Orar por las almas en el purgatorio trae sus recompensas. ¿Puedes imaginarte la alegría de conocer a hermanos y hermanas en Cristo en el Cielo un día y darte cuenta que tú les ayudaste con tu humilde oración?
«Cuando entremos al Cielo les veremos, muchos de ellos dirigiéndose a nosotros y agradeciéndonos. Nosotros les preguntaremos, quiénes son y ellos nos contestarán una pobre alma del purgatorio por la que tú oraste». (Arzobispo Fulton Sheen)
El pequeño sacrificio de tiempo que hacemos en esta vida valdrá la pena cuando veamos las caras de aquellos que se han beneficiado de nuestras oraciones.

5. No es tan difícil
Orar por las almas en el purgatorio es muy sencillo, tan sencillo que no tenemos excusa para no hacerlo. Una oración por las Santas Almas puede ser tan sencilla como la corta oración Requiem Aeternam:
«Otórgale Señor el descanso eterno y que brille para ellos la luz perpetua. Que descansen en paz. Amén».
También podríamos agregar una breve monición a nuestra oración de bendición de los alimentos:
«Bendícenos, oh Señor, y éstos tus dones… Y que las almas de los fieles que ya han partido, por medio de la misericordia de Dios, encuentren el descanso eterno».
¿Por qué no haríamos estas sencillas oraciones diarias?
Dos maneras efectivas de orar por las almas del purgatorio son rezar la coronilla de la Divina Misericordia por ellas y recordarles durante las intenciones del Rosario.
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La coronilla de la Divina Misericordia y el Rosario requieren comprometernos a dedicar aprox. 10-20 minutos. Incluso rezando estas poderosas oraciones una vez a la semana por las Benditas Almas del Purgatorio no es pedir mucho considerando el beneficio que traen a los miembros de nuestra familia espiritual.
Finalmente, uno puede ofrecer una Misa por estas pobres almas. La ofrenda que se da por una Misa no cuesta más que dos cafés. Esta ofrenda misericordiosa es placentera para Dios y apenas una carga para nosotros.

Comencemos a orar
El purgatorio no es más que una experiencia de la ardiente y purificadora misericordia de Dios, un amor purificador que consume todos los defectos con su intensidad. Mientras puede que sea extraño para nosotros pensar en el dolor que pueden infligir el amor y la misericordia, ésta es la realidad del purgatorio.
Tenemos el poder de ayudar a nuestros amigos sufrientes y llevarles alivio. Hacer esto es un acto de misericordia y amor desinteresado.
El sacrificio que requiere de parte nuestra es mínimo y aun así su recompensa es grande. En el día de todas las almas, renovemos nuestro compromiso a orar por nuestros hermanos y hermanas que sufren en el amor purificador de Dios.
«Requiem Aeternam dona eis, Domine
Et lux perpetua luceat eis:
Requiescant in pace. Amen»
Fuente: PildorasdeFe.net
Estamos moralmente obligados a rogar por las ánimas benditas
Siempre estamos obligados a amar y ayudar al otro, pero cuanto mayor es la necesidad de nuestro prójimo, mayor y más estricta es nuestra obligación. No es un favor que podemos o no hacer, es nuestro deber; debemos ayudarnos unos a otros.
Sería un monstruoso crimen, por caso, rehusar al poder y desposeído el alimento necesario para mantenerse vivo. Sería espantoso rehusar la ayuda a alguien en una gran necesidad, pasar de largo y no extender la mano para salvar a un hombre que se está hundiendo. No solamente debemos ayudar cuando es fácil y conveniente, sino que debemos hacer cualquier sacrificio para socorrer a nuestro hermano en dificultades.
Ahora, ¿qué puede estar más urgido de caridad que las almas del Purgatorio? ¿Qué hambre o sed o sufrimiento en esta Tierra puede compararse con sus más terribles sufrimientos? Ni el pobre, ni el enfermo, ni el sufriente que vemos a nuestro alrededor necesitan de tal urgente socorro. Aún encontramos gente de buen corazón que se interesa en los sufrientes de esta vida, pero, ¡escasamente encontramos a gente que trabaja por las Almas del Purgatorio!
Y ¿quién puede necesitarnos más? Entre ellos, además, pueden estar nuestras madres, nuestros padres, amigos y seres queridos.
Dios desea que las ayudemos
Ellas son los amigos más queridos. El desea ayudarlos; El desea mucho tenerlos cerca de Él en el Cielo. Ellas nunca más lo ofenderán, y están destinadas a estar con Él por toda la Eternidad. Verdad, la Justicia de Dios demanda expiación por los pecados, pero por una asombrosa dispensación de Su Providencia Él pone en nuestras manos la posibilidad de asistirlos, Él nos da el poder de aliviarlas y aún de liberarlas. Nada le place más a Dios que les ayudemos. Él está tan agradecido como si le ayudáramos a Él.
Nuestra Señora quiere que los ayudemos
Nunca, nunca una madre de esta tierra amó tan tiernamente a sus hijos fallecidos, nunca nadie consuela como María busca consolar sus sufrientes niños en el Purgatorio, y tenerlos con Ella en el Cielo. Le daremos gran regocijo cada vez que llevamos fuera del Purgatorio a un alma.
Las benditas ánimas del purgatorio nos devuelven el mil por uno
Pero ¿qué podremos decir de los sentimientos de las Santas Almas? ¡Sería prácticamente imposible de describir su ilimitada gratitud con para aquellos que las ayudan! Llenas de un inmenso deseo de pagar los favores hechos por ellas, ruegan por sus benefactores con un fervor tan grande, tan intenso, tan constante, que Dios no les puede negar nada. Santa Catalina de Bologna dice: «He recibido muchos y grandes favores de los Santos, pero mucho más grandes de las Santas Almas (del Purgatorio)».
Cuando finalmente son liberadas de sus penas y disfrutan de la beatitud del Cielo, lejos de olvidar a sus amigos de la Tierra, su gratitud no conoce límites. Postradas frente al Trono de Dios, no cesan de orar por aquellos que los ayudaron. Por sus oraciones ellas protegen a sus amigos de los peligros y los protegen de los demonios que los asechan.
No cesan de orar hasta ver a sus benefactores seguros en el Cielo, y serán por siempre sus más queridos, sinceros y mejores amigos.
Si los católicos solamente supieran cuan poderosos protectores se aseguran con sólo ayudar a las Ánimas benditas, no serían tan remisos de orar por ellos.
Las ánimas benditas del purgatorio pueden acortar nuestro propio purgatorio
¡Otra gran gracia que obtenemos por orar por ellas es un corto y fácil Purgatorio, o su completa remisión!
San Juan Masías, sacerdote dominicano, tenía una maravillosa devoción a las Almas del Purgatorio. El obtuvo por sus oraciones (principalmente por la recitación del Santo Rosario) la liberación de ¡un millón cuatrocientas mil almas! En retribución, el obtuvo para sí mismo las más abundantes y extraordinarias gracias y esas almas vinieron a consolarlo en su lecho de muerte, y a acompañarlo hasta el Cielo.
Este hecho es tan cierto que fue insertado por la Iglesia en la bula de decretaba su beatificación.
El Cardenal Baronio recuerda un evento similar.
Fue llamado a asistir a un moribundo. De repente, un ejército de espíritus benditos apareció en el lecho de muerte, consolaron al moribundo, y disiparon a los demonios que gemían, en un desesperado intento por lograr su ruina. Cuando el cardenal les preguntó quiénes eran, le respondieron que eran ocho mil almas que este hombre había liberado del Purgatorio gracias a sus oraciones y buenas obras. Fueron enviadas por Dios, según explicaron, para llevarlo al Cielo sin pasar un solo momento en el Purgatorio.
Santa Gertrudis fue ferozmente tentada por el demonio cuando estaba por morir. El espíritu demoníaco nos reserva una peligrosa y sutil tentación para nuestros últimos minutos. Como no pudo encontrar un asalto lo suficientemente inteligente para esta Santa, él pensó en molestarla su beatífica paz sugiriéndole que iba a pasar larguísimo tiempo en el Purgatorio puesto que ella desperdició sus propias indulgencias y sufragios en favor de otras almas. Pero Nuestro Señor, no contento con enviar sus Ángeles y las miles de almas que ella había liberado, fue en Persona para alejar a Satanás y confortar a su querida Santa. Él le dijo a Santa Gertrudis que a cambio de lo que ella había hecho por las ánimas benditas, le llevaría directo al Cielo y multiplicaría cientos de veces todos sus méritos.
El Beato Enrique Suso, de la Orden Dominicana, hizo un pacto con otro hermano de la Orden por el cual, cuando el primero de ellos muriera, el sobreviviente ofrecería dos Misas cada semana por su alma, y otras oraciones también. Sucedió que su compañero murió primero, y el Beato Enrique comenzó inmediatamente a ofrecer las prometidas Misas. Continuó diciéndolas por un largo tiempo. Al final, suficientemente seguro que su santamente muerto amigo había alcanzado el Cielo, cesó de ofrecer las Misas. Grande fue su arrepentimiento y consternación cuando el hermano muerto apareció frente a él sufriendo intensamente y reclamándole que no hubo celebrado las Misas prometidas. El Beato Enrique replicó con gran arrepentimiento que no continuó con las Misas, creyendo que su amigo seguramente estaría disfrutando de la Visión Beatífica pero agregó que siempre lo recordaba en sus oraciones. «Oh hermano Enrique, por favor dame las Misas, pues es la Preciosísima Sangre de Jesús lo que yo más necesito» lloraba la sufriente alma. El Beato recomenzó a ofrecerlas, y con redoblado fervor, ofreció Misas y ruegos por su amigo hasta que recibió absoluta certeza de su liberación. Luego fue su turno de recibir gracias y bendiciones de toda clase por parte de su querido hermano liberado, y muchas más veces que las que hubiera esperado.
Fuente: http://www.infocatolicos.cjb.net