“Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará.”
Después de Ceniza
Invoqué al Señor, y él me escuchó; me defendió de los que me atacaban. Confía tu suerte al Señor, y él te sostendrá.
Sal 54, 17-20. 23

EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN san Lucas (9,22-25)
“El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.”
Jesús dijo a sus discípulos: “El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”. Después dijo a todos: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si se pierde o se arruina a sí mismo?”.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti Señor Jesús
SANTORAL
MEDITACIÓN
“El Reino de Dios ya está germinando en el corazón de las personas desde el momento en que Jesús está presente en medio.”
Luego de confesar a Jesús como el ungido, el mesías de Dios, descubrimos su destino doloroso, esto es, la derrota y la muerte. Esto ilumina toda la vida del discípulo, cargar con su cruz y acompañarlo en su mismo caminar de pasar por el sacrificio y la muerte. De ahí que seguir a Jesús está identificado con perder la vida. Ese gesto de Jesús, quien sube con su cruz hacia el Calvario y muere aplastado por su peso, llegará a ser la verdad universal, el principio de interpretación en que se basa toda nuestra historia. Cargar con la cruz de Jesús implica ofrecer el perdón siempre y a todos, amar sin limitación alguna, vivir abiertos al misterio de Dios y mantenerse fieles, aunque implique el riesgo de perder la vida
Jesús está hablando del misterio central del que debe participar: Pasión-Muerte-Resurrección y Glorificación. Pero para llegar a la vida eterna, es necesario pasar primero por el abajamiento de la muerte en la cruz, que era considerada la peor de las muertes porque sólo se les mataba a los peores criminales en la cruz. Además, el discípulo llegará a participar del mismo destino que su Maestro, deberá sufrir pasando por la cruz de cada día, y entender que llegará a la resurrección y a la vida eterna. Por tanto, es una enseñanza fundamental, pues el verdadero cristiano no tendrá una vida sin persecuciones y sin adversidades, necesariamente debe pasar por la experiencia del rechazo, de la difamación, calumnia, e inclusive prepararse a ser condenado, aunque sea inocente, así como Jesús.
Lo interesante es que esa gloria no pasa por triunfos políticos, por sometimientos a los demás por las fuerzas, sino por la humildad y obediencia al Padre hasta la muerte en la cruz. Si alguien quiere ser su discípulo debe saber que debe caminar por esa misma vía. Además, el discípulo no debe centrarse en sí mismo, no puede ser autorreferencial, sino que su referencia siempre debe ser Jesús para cualquier discernimiento y toma de decisiones. En nuestra época somos muy egoístas, y también eso debemos superarlo, para saber compartir los valores del Reino anunciando la Buena Noticia de su Amor. Al final del camino está la vida eterna, la gloria con el Padre, pero sabiendo que se transita por el camino de la cruz, si no se renuncia a todo eso de la autorreferencialidad y los aplausos y si no se sigue con humildad y obediencia al Señor, perderá la posibilidad de alcanzar la vida eterna. El Reino de Dios ya está germinando en el corazón de las personas desde el momento en que Jesús está presente en medio. Esa propuesta de Jesús para vivir el programa del Reino ya la comenzamos en nuestro aquí y ahora, pero continuaremos para siempre junto a Dios en ese mundo de la gloria que tenemos prometido. La vida eterna, la salvación, ya la iniciamos en nuestro presente, en el día a día, en nuestra respuesta fiel desde una vida unida al Señor.
Jesús nos está enseñando que se gana aquello que se pierde, esto es, lo que se ofrece a los demás, lo que se regala o se sacrifica por el bien del otro es lo que se gana, es lo que nos pertenece y será nuestro hasta la vida eterna. Sin embargo, todo aquello que se retiene para sí de manera egoísta y cerrada, es lo que lo perdemos, nunca nos pertenece, y llega a desaparecer de nuestra vida. Eso es lo que nos está enseñando Cristo: concretar la vida del Calvario, y resucita quien ha muerto en bien del otro. La vida cristiana llega a ser un morir todos los días llevando la cruz por el bien de los demás, aunque éstos no se lo merezcan, aunque estén entre esas personas quienes hacen mucho daño y merezcan la condena, sin embargo, la vida cristiana, perdona, regala, ama gratuita e incondicionalmente.
En este tiempo de cuaresma se nos pide renovación, revisar nuestro camino iniciado en el Bautismo como discípulos de Jesús. No es fácil que cada quien desaparezca y le ponga en el centro a Cristo, renunciando a uno mismo, no haciendo sólo lo que nos gusta sino la voluntad de Dios, quien nos pide la salvación de las personas. Llevar la cruz todos los días, llegará a ser un tanto pesado, porque debe ser todos los días, ya que siempre hay oportunidades de sufrir por amor a Cristo, sin ponernos nosotros en el centro de referencia.
En la cultura actual se nos pide que acumulemos más bienes, más dinero, más comodidades, tengamos más bienestar, estar atentos a las propagandas comerciales, entrar en la dinámica del consumismo, lo que lleva al ser humano a ambicionar cada vez más. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde o arruina su vida? Con eso Jesús está enseñando que nadie llevará nada de los bienes materiales consigo, partiremos hacia Dios desnudos así como habíamos nacido; lo que sí nos acompañarán serán las buenas actitudes y obras que hemos regalado para el bien de los demás.
GOTAS DE AMOR

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