“¡Vengan, benditos de mi Padre!.”
Conmemoración de las santas Perpetua y Felicidad, mártires
Como los ojos de los servidores están fijos en las manos de su Señor, así miran nuestros ojos al Señor, nuestro Dios, hasta que se apiade de nosotros. Ten piedad, Señor, ten piedad de nosotros.
Sal 122, 2-3

EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN san Mateo (25,31-46)
“Les aseguro que siempre que ustedes lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron.”
“Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, acompañado de sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todos los pueblos se reunirán en su presencia y él separará unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y colocará las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: “¡Vengan, benditos de mi Padre!, reciban en herencia el Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo, porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fui forastero y me recibieron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, en la cárcel y fueron a verme”. Entonces los justos le preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber?, ¿cuándo te vimos forastero y te recibimos, o desnudo y te vestimos?, ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y te fuimos a ver?” El Rey le responderá: “Les aseguro que siempre que ustedes lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron”. Después el Rey dirá a los de su izquierda: “¡Apártense de mí, malditos, vayan al fuego eterno, preparado para el Diablo y sus ángeles!, porque tuve hambre y ustedes no me dieron d comer, tuve sed y no me dieron de beber, fui forastero y no me recibieron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y en la cárcel y no me visitaron”. Entonces ellos le preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, forastero o desnudo, enfermo o encarcelado y no te ayudamos?” Él les responderá: “Les aseguro que siempre que ustedes lo dejaron de hacer con uno de estos más pequeños, también lo dejaron de hacer conmigo”. Y estos irán al castigo eterno, mientras los justos entrarán en la vida eterna”.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti Señor Jesús
SANTORAL
MEDITACIÓN
“Los justos para Dios son los que saben amar, se preocupan y ocupan de los necesitados.”
“Perpetua y Felicidad, noble, la primera; esclava, la segunda, fueron dos mujeres que, siendo catecúmenas, recibieron la misma palma del martirio, demostrando su valentía a la hora de confesar su fe en el siglo III” (La Liturgia Cotidiana, 07/03/2022, San Pablo, Paraguay, pág. 38).
Este juicio final hace referencia a la Segunda Venida de Nuestro Señor al final de los tiempos para juzgar al mundo. Tener presente que, en la primera venida, en la Navidad, Jesús vino para traernos la salvación a los seres humanos, pero para lograr esa salvación nos dejó todos los medios necesarios; en la Segunda Venida, sin embargo, vendrá como Juez y a cada persona le pedirá cuenta del uso de esos medios, o de los dones y talentos que le haya entregado. En ese momento fantástico y terrible a la vez, a Jesús lo reconoceremos como Rey y Señor de todo el universo, como el Salvador y Redentor de los seres humanos, y toda la humanidad lo reconocerá como Luz del mundo y que verdaderamente sus palabras eran de Vida eterna. Todos doblaremos rodillas ante Él; ahora ya vivamos el espíritu del Evangelio amando a los hermanos y especialmente a los más necesitados.
La sentencia del Rey comienza con los de la derecha, quienes son llamados «benditos de mi Padre» y son invitados a entrar en posesión del Reino prometido. Siguen las razones de este juicio favorable: el Rey confiesa haber sido objeto de seis obras de misericordia por parte de ellos: hambre, sed, forastero, desnudo, enfermo y preso que son cubiertas por obras de amor; las cuales son comunes en la tradición bíblica y judía (cf. Is 58,6-7). «Les aseguro que cada vez que lo hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40). La expresión «hermanos míos más pequeños” hoy día identifica con todos los hombres necesitados, tanto cristianos como no cristianos. La segunda parte de la parábola, los de la izquierda, es clara: se los condena por no haber asistido al Rey en los necesitados. No han hecho algo malo, sino que han omitido hacer algo bueno, y esto es lo malo. A. Rodríguez Carmona manifiesta: “antes se ha enseñado que vigilar es conservar la lámpara encendida, multiplicar los talentos recibidos; y ahora se concreta que todo esto consiste en servir por amor a todo tipo de necesitados, en los que está presente el Señor resucitado. Éste será el criterio de juicio: las obras de misericordia”. San Juan de la Cruz dijo: «Al atardecer de la vida te examinarán en el amor». Se trata del amor como búsqueda del bien del prójimo, de donación y entrega sincera de sí mismo a los demás. Los justos para Dios son los que saben amar, se preocupan y ocupan de los necesitados. Los injustos son los que viven sólo para sí mismos, sin preocuparse y ocuparse de las necesidades de los demás.
Ya Jesús nos dijo: “En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn 13,35). ¿Cómo se puede saber que amamos a Dios? Se puede saber, amando a los hermanos. La gran diferencia por quienes hacen servicio y el bien, pero sólo al ser humano sin más, es que nosotros los cristianos somos capaces de verle a Jesús en el hermano que necesita. Entonces, nos es sólo una mirada antropológica, sino teológica, mejor aún: una mirada cristiana, pues le vemos ahí a la Palabra hecha carne, quien nos deja tocar sus heridas, porque por sus llagas hemos sido sanados.
Ejemplo: cuando un enfermo necesita que se le visite, se le auxilie, no es esa persona humana la que nos está llamando, es el mismo Cristo en el enfermo quien nos espera para compartir el consuelo del amor. Y no será precisamente el enfermo el más favorecido (claro que es favorecido con la visita de un hermano que le lleva alegría y esperanza), sino nosotros que hemos visitado al Señor cuando estaba enfermo. A lo largo de mi experiencia he aprendido a dar lo que más me costaba dar: mi cansancio, porque comprendí (a fuerza de experiencia) que con ese cansancio que estoy donando, lo único mío en ese momento, Dios utiliza para hacer milagros tanto en mí cuanto en el enfermo y su entorno. Y siempre me ha sorprendido tan gratamente..
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