Bienaventurado el que pone la confianza en Dios
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
ORACIÓN INICIAL
Señor, concédenos la disposición de desapegarnos de todo aquello que nos aleja de ti. Regálanos tu Santo Espíritu para que con docilidad e infinita confianza en tu bondad y misericordia, podamos imitar a María Santísima. Que ella nos alcance la gracia de encontrar a Jesús en el silencio de nuestro corazón.
Lectura de la profecía de Jonás (3,1-10):
EL Señor dirigió la palabra a Jonás:
Palabra de Dios
«Ponte en marcha y ve a la gran ciudad de Nínive; allí les anunciarás el mensaje que yo te comunicaré».
Jonás se puso en marcha hacia Nínive, siguiendo la orden del Señor. Nínive era una ciudad inmensa; hacían falta tres días para recorrerla. Jonás empezó a recorrer la ciudad el primer día, proclamando:
«Dentro de cuarenta días, Nínive será arrasada».
Los ninivitas creyeron en Dios, proclamaron un ayuno y se vistieron con rudo sayal, desde el más importante al menor.
La noticia llegó a oídos del rey de Nínive, que se levantó de su trono, se despojó del manto real, se cubrió con rudo sayal y se sentó sobre el polvo. Después ordenó proclamar en Nínive este anuncio de parte del rey y de sus ministros:
«Que hombres y animales, ganado mayor y menor no coman nada; que no pasten ni beban agua. Que hombres y animales se cubran con rudo sayal e invoquen a Dios con ardor. Que cada cual se convierta de su mal camino y abandone la violencia. ¡Quién sabe si Dios cambiará y se compadecerá, se arrepentirá de su violenta ira y no nos destruirá!».
Vio Dios su comportamiento, cómo habían abandonado el mal camino, y se arrepintió de la desgracia que había determinado enviarles. Así que no la ejecutó.
Para meditar mientras hacemos nuestro camino de Fe
Originalmente de: https://haciadios.com/
El egoísmo nos esclaviza, nos hace prisioneros de nosotros mismos, de lo que queremos y no tenemos, de lo que tenemos y no queremos soltar. Ensimismados en la búsqueda de nuestra satisfacción, somos incapaces de tener un verdadero diálogo con alguien más, incluido Dios.
La oración es la comunicación sencilla y amorosa del alma con su Creador, pero para que sea fructífera es necesario que se eleve por encima del propio yo. Tiene que ser “música callada” del propio yo para lograr que sea una “soledad sonora” con el Tú que se hace canto y compañía.
La incesante búsqueda de la felicidad que nos propone el mundo, siempre nos deja con hambre de más, nunca será capaz de llenar nuestros anhelos más profundos o de alcanzarnos la paz duradera.
Bien dice el profeta Isaías que si le damos a Dios y a sus asuntos un lugar de importancia en nuestra vida, olvidándonos de nuestros propios intereses, entonces “…el Señor será tu delicia.” (Is 58, 14)
¡Qué diferente sería si aprendiéramos a ver la oración como una delicia! Si la paz y el amor que se consiguen en ese intercambio profundo entre nuestra alma y Dios fueran una prioridad en cada uno de nuestros días.
El Señor no se oculta a quien lo busca de corazón. Él está siempre dispuesto a darnos todo, incluso lo que no sabemos que necesitamos. Solo hace falta decidirnos, abandonar nuestras seguridades terrenales y adentrarnos en el desierto donde se silenciará nuestro egoísmo. Orar es amar con mayúsculas, aprender el amor del Amor.
Bienaventurado el que pone la confianza en Dios
Adaptación Del Libro de Oro (Agustín del Divino Corazón)
Toda la reflexión Completa Aquí:
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