¿Cómo comprender que estamos al final de los tiempos?
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
ORACIÓN INICIAL
Jesús, quiero cruzar junto a ti el desierto de la humildad. Quiero salir más desprendido para poderte buscar con un corazón más libre. Ayúdame a que mi encuentro contigo en este desierto me haga más parecido a ti. Quiero ser dichoso por contarme entre tus elegidos.
Lectura de la profecía de Daniel (9,4b-10):
¡AY, mi Señor, Dios grande y terrible, que guarda la alianza y es leal con los que lo aman y cumplen sus mandamientos!
Palabra de Dios
Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos, nos hemos rebelado apartándonos de tus mandatos y preceptos. No hicimos caso a tus siervos los profetas, que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra.
Tú, mi Señor, tienes razón y a nosotros nos abruma la vergüenza, tal como sucede hoy a los hombres de Judá, a los habitantes de Jerusalén y a todo Israel, a los de cerca y a los de lejos, en todos los países por donde los dispersaste a causa de los delitos que cometieron contra ti.
Señor, nos abruma la vergüenza: a nuestros reyes, príncipes y padres, porque hemos pecado contra ti.
Pero, mi Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona, aunque nos hemos rebelado contra él. No obedecimos la voz del Señor, nuestro Dios, siguiendo las normas que nos daba por medio de sus siervos, los profetas.
Para meditar mientras hacemos nuestro camino de Fe
Jesucristo es el ejemplo más perfecto de humildad. Nuestro Dios asume nuestra naturaleza y entra al desierto preparándose para su Pasión. Se retira para entrar una oración profunda con el Padre, donde Cristo acepta ofrecer el sacrificio de su vida y el Padre lo acepta con amor como precio por nuestra redención. Jesús es “manso y humilde de corazón”, es el Cordero de Dios.
Y con más humildad aún, antes de dejarnos y partir al cielo, decide regalarnos su presencia real en la Eucaristía y al mismo Espíritu Santo que habita en nosotros y lo revela en las Escrituras. Jesús sabe que necesitamos de Él, que solos no podemos continuar caminando por nuestro propio desierto hacia el cielo.
Jesús nunca fue más fuerte que en esos momentos; la humildad no debe confundirse con debilidad.
El humilde agradecimiento reconoce que no merece que Cristo haya muerto por Él, pero lo acepta con como una muestra de su amor y misericordia. Somos pequeños y débiles pero Dios es la Grandeza y la Fuerza. Somos imperfectos pero Dios es perfecto, y nosotros seremos purificados por Él en la medida que permanezcamos unidos a su corazón.
El humilde a través de su limitación se abre y reconoce el amor del Padre. Un amor que se ofrece a nuestra alma y que solo pide una respuesta, desde la libertad.
Dios no quiere un pueblo de súbditos obedientes que cumplan órdenes, sino de corazones que voluntariamente eligen seguirlo y amarlo. No busca sujetos infalibles a la hora de seguir sensaciones, sino almas frágiles que en su miseria deciden acogerse a su misericordia con confianza diciendo: “si quieres, puedes curarme”.
Meditemos
Adaptación Del Libro de Oro (Agustín del Divino Corazón) Escucha este mensaje Aquí en el siguiente video:
¿ Cómo comprender que estamos al final de los tiempos?
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