Reflexión al Evangelio Lunes 14 de marzo 2022/ «Misionando Con Amor» 2da. Semana del Tiempo de Cuaresma

“Den, y se les dará.”

Líbrame, Señor, y concédeme tu gracia. Mis pies están firmes sobre el camino llano y, en la asamblea, bendeciré al Señor

Sal 25, 11-12

EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN san Lucas (6,36-38)


“No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.

Jesús dijo a sus discípulos: “Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes”.

Palabra del Señor. R. Gloria a ti Señor Jesús

SANTORAL

nadie es juez ante quien peca o se equivoca, pues todos somos muy pecadores y necesitamos del perdón de Dios y de los hermanos.

El discípulo está llamado a ser generoso ilimitadamente, como el Padre lo es con cada uno de nosotros, porque no nos trata como merecemos por nuestros pecados, sino con absoluta misericordia, Él es lento para enojarse y veloz para perdonar. Lo que enseña este mandamiento del amor extremo es que siempre seremos discípulos delante de ello, pues nunca aprenderemos del todo hasta el punto de amar a los enemigos o a los que nos persiguen. Sólo la persona que es dócil a la Gracia de Dios, que se llena del Espíritu Santo, puede llegar a hacer ese salto cualitativo en su respuesta a Dios para dejarle a Él que sea quien obre en nosotros, hasta decir: “ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Gál 2,20), pues si es Cristo el que vive en mí, toda acción será cristiana capaz de amar siempre y a todos.

Dios pasa a ser el modelo decisivo de amor, de ahí que nos pide ser misericordiosos como nuestro Padre es misericordioso (cf. Lc 6,36). Por ejemplo, en el judaísmo se tenía una norma de justicia, consistente en tratar a cada uno según sus obras. En el marxismo se plantea la dialéctica de la revolución donde se presenta poder superar (o incluso destruir) al enemigo a través de la lucha de clases para alcanzar la armonía final. Existen otras políticas en donde se sacrifica el interés de las minorías más pobres. En el fondo, prima en los hombres el egoísmo, se ama a las personas en cuanto sean provechosas o tengan algún valor en la vida de uno.

El amor “ágape”, no consiste en buscar la plenitud personal, sino en el gran sacrificio de entregar la propia vida por los demás. Es un amor generoso, oblativo, manifestando así: “te quiero para ti, no te quiero para mí”, en el sentido de que se supera totalmente el egoísmo, es totalmente altruista. El amor al enemigo no es un dato circunstancial o marginal, sino es el sentido y centro del amor de los cristianos. Las demás actitudes esconden el egoísmo del ser humano que se siente el centro, siendo autorreferencial. Si llegamos de verdad a dar sin esperar recompensa alguna, es cuando se ama, aunque la otra persona no lo merezca, cuando se es capaz de perder para que el otro gane, entonces podemos decir que estamos en el buen camino. En este texto, Jesús expresa de modo imperativo: “No juzguen…no condenen… perdonen… Den…”. Enseña que debe ser la actitud de su discípulo y que Dios multiplicará en generosidad al discípulo que tenga esa conducta. Al discípulo no le corresponde estar juzgando, sino que está llamado a perdonar, a condonar, para que Dios le trate con misericordia. ¿Quién será el modelo de todo discípulo? Será Jesús, quien vino no a juzgar, sino a salvar, a dar vida (cf. Jn 3,16-17), pero es necesario de parte del discípulo perdonar de corazón para recibir el perdón (cf. Mt 6,12-15; 18,21-35; Eclo 27,30-28,7).Jesús está enseñando que nadie es juez ante quien peca o se equivoca, pues todos somos muy pecadores y necesitamos del perdón de Dios y de los hermanos. En vez de estar mirando los pecados ajenos, mejor mirar los nuestros y arrepentirnos de ellos. Cuando una persona actúa siendo juez riguroso, critica y condena a los que no están obrando bien, propagan conflictos al interno de la comunidad y no precisamente la paz. Si no existe amor misericordioso para las relaciones, siempre estaremos cayendo en condenar al hermano por minucias sin entender muchas veces que tal vez nosotros mismos somos mucho más culpables que el hermano a quien se condena.

Seamos misericordiosos como el Padre lo es con nosotros, recordando que la medida que usamos con los demás en nuestra vida es la que Dios la usará con nosotros. Espero que Dios use con nosotros la medida del amor misericordioso en la evaluación final y no una medida egoísta que hayamos usado en la vida, porque la medida que usamos se usará con nosotros. Si nuestra medida siempre fue la venganza, es la que se usará con nosotros. Ojalá que todos usemos la medida del amor que no tiene medidas, que obremos con misericordia con todos.

En nuestra cultura actual, fácilmente se difama al hermano. La difamación es destruir la fama del hermano, que se puede dar o por maledicencia, esto es, decir el mal o el error o el pecado del hermano a otras personas, o por calumnia, inventar que algún hermano hizo algo malo y transmitir a otras personas. Es destruir la fama, que en definitiva es motivo de condenación, porque se está faltando al mandamiento del amor. Como en el amor al prójimo está también el amor a Dios, al faltar al amor al prójimo, faltamos al mandamiento principal, por tanto, eso es motivo de condenación. Si somos imagen y semejanza de Dios, y cada hermano también es imagen y semejanza de Dios, al difamarlo, al descomponer su imagen o fama, estamos descomponiendo la imagen de Dios. Por eso es muy grave. Esperamos que esto nos ayude para recapacitar, y restaurar la imagen del hermano, actuando siempre con misericordia, así como Dios obra con cada uno de nosotros, aunque seamos buenos o malos

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