Descubramos cuál es la Voluntad de Dios
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
ORACIÓN INICIAL
Jesús, quiero cruzar junto a ti el desierto de la humildad. Quiero salir más desprendido para poderte buscar con un corazón más libre. Ayúdame a que mi encuentro contigo en este desierto me haga más semejante a ti. Quiero ser dichoso por contarme entre tus elegidos.
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Lectura del libro de Jeremías (18,18-20):
ELLOS dijeron:
Palabra de Dios
«Venga, tramemos un plan contra Jeremías porque no faltará la ley del sacerdote, ni el consejo del sabio, ni el oráculo del profeta. Venga, vamos a hablar mal de él y no hagamos caso de sus oráculos».
Hazme caso, Señor,
escucha lo que dicen mis oponentes.
¿Se paga el bien con el mal?,
¡pues me han cavado una fosa!
Recuerda que estuve ante ti,
pidiendo clemencia por ellos,
para apartar tu cólera.
Para meditar mientras hacemos nuestro camino de Fe
Originalmente de: https://haciadios.com/
En un mundo lleno de injusticias, el uso indiscriminado de la palabra justicia la va dejando cada vez más vacía de sentido, limitándose únicamente a lo humano y social. Pero nosotros debemos sentir verdadera urgencia por la justicia divina, que se refiere ante todo a Cristo. Él es el Justo por excelencia, quien nos justificó a todos siendo fiel a la voluntad del Padre, asumiendo su Pasión y posteriormente resucitando.
La Cuaresma es una preparación al acontecimiento más grande de la historia. Es en la Resurrección donde se alimenta nuestra esperanza; la vida eterna es la promesa de Dios que debe ser motivación para tener hambre de la justicia, buscarla y vivirla.
Aceptar la voluntad de Dios en nuestra vida sólo significa una cosa: amar. Y como la justicia se debe primeramente a Dios, debemos amarle a Él sobre todas las cosas, anhelar su cercanía, buscar su rostro, querer lo que Él quiere, confiar en Él durante la prueba, esperar con humildad la salvación que sólo Él nos puede alcanzar.
Justicia es amar al prójimo, al que por naturaleza queremos o nos quiere, pero también al que nos ha herido, o al que quisiéramos juzgar. Es caminar en la fe y en la verdad, aceptando el sufrimiento, perseverando en la persecución; custodiando la vida, perdonando sin excepción, llevando a todos los corazones la alegría del amor de Dios… sabiendo que al final, Dios limpiará las lágrimas de nuestro rostro y saciará nuestra sed para siempre. Nunca volveremos a tener hambre.
Esta justicia es exigente y nosotros somos pequeños, por lo que es necesario pedir al Espíritu Santo sus dones para poder renovar cada día las promesas de nuestro Bautismo y continuar con nuestra conversión, recordando las palabras de San Pablo: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?… ¿Quién será el que condene…? ¿Quién nos separará del amor de Cristo?” (Rm 8, 31.34.35)