Día 16 De camino en la Cuaresma 2ª Semana

Un llamado a la humanidad, pidamos perdón por nuestros pecados

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

ORACIÓN INICIAL

Jesús, quiero cruzar junto a ti el desierto de la humildad. Quiero salir más desprendido para poderte buscar con un corazón más libre. Ayúdame a que mi encuentro contigo en este desierto me haga más semejante a ti. Quiero ser dichoso por contarme entre tus elegidos.

Lectura del libro de Jeremías (17,5-10):

Esto dice el Señor:

ESTO dice el Señor:
«Maldito quien confía en el hombre,
y busca el apoyo de las criaturas,
apartando su corazón del Señor.
Será como cardo en la estepa,
que nunca recibe la lluvia;
habitará en un árido desierto,
tierra salobre e inhóspita.
Bendito quien confía en el Señor
y pone en el Señor su confianza.
Será un árbol plantado junto al agua,
que alarga a la corriente sus raíces;
no teme la llegada del estío,
su follaje siempre está verde;
en año de sequía no se inquieta,
ni dejará por eso de dar fruto.
Nada hay más falso y enfermo
que el corazón: ¿quién lo conoce?
Yo, el Señor, examino el corazón,
sondeo el corazón de los hombres
para pagar a cada cual su conducta
según el fruto de sus acciones».

Palabra de Dios

Para meditar mientras hacemos nuestro camino de Fe

Originalmente de: https://haciadios.com/

Misericordia quiero, no sacrificios. En las dos ocasiones que habla Jesús en referencia a las palabras del profeta Oseas, no sólo se refiere a lo que Dios espera de nosotros, sino que Él mismo nos da perfecto ejemplo de lo que es sanar al enfermo, perdonar al que me ha ofendido.

La misericordia es la expresión más alta del amor de Dios. Su modo más grande de amarnos. Uno de los que más nos sorprenden y menos entendemos, pero también uno que no agradecemos suficiente e incluso llegamos a abusar de él.

Jesucristo es la perfecta Revelación de la misericordia divina. Él criticó severamente la actitud farisaica de cumplir hasta la última letra de la Ley, mientras se tiene un corazón de piedra o faltas de caridad hacia el prójimo.

No debemos confundir la misericordia de Dios con una varita mágica. Aunque siempre consuela, no tiene como principal fin aliviar nuestro sufrimiento; a ese amor infinito se suma una sabiduría perfecta. Dios quiere siempre nuestro bien y en su pedagogía, sabe esperar el momento correcto para regalarnos sus dones. Quien hace una experiencia profunda de la misericordia, se dará cuenta que la única forma de corresponder al amor, es amando… a todos, siempre. “Ve y haz tú lo mismo”.

Pero para poder recibir la misericordia es ante todo, necesario reconocer nuestra miseria, la necesidad que tenemos de que sea Dios quien sane nuestras heridas, nos dé su perdón y derrame su amor sobre nosotros.

Él se inclina hacia nosotros. No importa lo profundo de nuestra miseria, lo humillante de nuestra caída, Dios es capaz de encontrar la más mínima huella de arrepentimiento; capaz de encontrar la más pequeña grieta en nuestro corazón endurecido, para poder entrar por ella y reblandecerlo para que sea capaz de latir por el otro, de moverse y conmoverse ante el dolor ajeno, para que se vaya pareciendo cada día más al Corazón de Cristo.

Meditemos el Mensaje de Hoy

Adaptación Del Libro de Oro (Agustín del Divino Corazón) Escucha este mensaje Aquí en el siguiente video:

Un llamado a la humanidad, pidamos perdón por nuestros pecados

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