“Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen.”
Conmemoración de san Patricio, Obispo.
Señor, no me abandones; Dios mío, no te quedes lejos de mí. Apresúrate a venir en mi ayuda, mi Señor, mi Salvador.
Sal 37, 22-23

EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN san Lucas (16,19-31)
“Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán.”
Jesús dijo a los fariseos: Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: “Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan”. “Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí”. El rico contestó: “Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento”. Abraham respondió: “Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen”. “No, padre Abraham”, insistió el rico. “Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán”. Pero Abraham respondió: “si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán”.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti Señor Jesús
SANTORAL
“El pecado no es la riqueza, sino el hecho de la indiferencia, de la falta de solidaridad, teniendo todas las posibilidades de hacerlo, de compartir sus bienes.”
“Patricio nació en la Britania romana, donde recibió una educación básica, y luego viajó por Irlanda, Francia e Italia. Se estableció en Irlanda como predicador y obispo durante el siglo IV. Sus escritos lo muestran como un hombre sencillo, lleno de fervor apostólico y hondo sentido pastoral. Se lo representa con un trébol, que él usaba para explicar el misterio de la Santísima Trinidad. Es el patrono de Irlanda”
(La Liturgia Cotidiana, 17/03/2022, San Pablo, Paraguay, pág. 59).
Cuando el dinero, la riqueza, los bienes materiales van envolviendo el corazón humano, lo lleva a convertirse en insensible, a no reconocer la presencia del pobre y hasta despreciarlo. La persona se vuelve interesada y sólo accede en cuanto recibirá un beneficio particular, tratando en muchas ocasiones a los seres humanos como objetos, convirtiéndose en alguien prepotente y desalmado, autorreferencial y viviendo su vida, alejado de Dios. Dios se cruza en el camino de este tipo de personas para que puedan escuchar su Palabra y cambiar de actitud, puedan llegar a verle a Él mismo en los más necesitados y heridos de la tierra.
Interpela bastante esta parábola y es muy simple. Habla de un rico que se goza en su fortuna, sea material o intelectual o religiosa, dejando a un lado que muera un pobre hambriento, enfermo y solo. La vida de este rico acaba en el sepulcro o el infierno del fracaso. El pobre, abierto a la grandeza de Dios, preocupado de los enfermos y perdidos de la tierra, con su muerte se da a conocer su tesoro en el seno de Abraham, en donde se manifiesta el cumplimiento de todas las promesas.
En la escena se da ese diálogo entre el rico y Abraham, en donde el rico aparentemente plantea ignorancia, incluso a favor de los miembros de su familia para que se les prevenga, pero Abraham se muestra firme, pues le dice que, si no escuchan la Palabra de Dios, aunque se hiciera el milagro que fuera, no estarán en condiciones de cambiar sus vidas. El rico es condenado no por su riqueza sino porque no supo recibir la vida como don y no ofreció su ayuda al pobre enfermo hambriento que se deteriora cada vez más al lado de su puerta. El pecado no es la riqueza, sino el hecho de la indiferencia, de la falta de solidaridad, teniendo todas las posibilidades de hacerlo, de compartir sus bienes. Del rico se habla que bajó al infierno, el hades, significando que su vida culminó en el fracaso. Al encerrarse en sí mismo, en sus propios intereses particulares, en ensalzar su ego y hacer banquetes para quedar bien con los demás; llega ante Dios, pura Luz, puro don de Amor, y se da cuenta que es inútil, está vacío y condenado. No es Dios quien lo condena, sino que él mismo se condena a sí mismo porque eligió otro camino alejado del misterio de Dios y de la vida, de la salvación ofrecida gratuitamente, la que anima motivando para hacer el bien con obras de misericordia llegando a ser misericordiosos como el Padre.
Del pobre se expresa que entregó su vida en manos de los ángeles de Dios (quienes vienen al final para separar en la cosecha lo bueno y desechar lo malo), éstos son el signo del amor de Dios, de su Palabra y de su influencia en nuestra vida. Llevan al pobre hasta el seno de Abraham, es decir, hasta donde se da el cumplimiento de todas las promesas de Israel para compartir el banquete del Reino y de la Gracia. Pero atención: el pobre no es que se salva sólo porque fue desgraciado en el mundo, sino porque estaba abierto a Dios y deja que influya en él la fuerza de su amor y de su Gracia, es decir, vivió como creyente.
La narración de hoy nos muestra que hay una escatología individual. Cada quien debe responder por sí mismo, cada uno es responsable de sus actos y de todas sus decisiones, por ello, invita el texto a ejercer correctamente la libertad, con responsabilidad y motivada por la caridad. Por eso san Agustín decía: “Ama y haz lo que quieras”, pues el que está lleno del Amor de Dios, amará y elegirá siempre todo lo referente al amor, obrando siempre con libertad responsable. Nadie sabe cuándo llegará la fecha de su muerte, que puede significar irse hasta el abismo del fracaso o ser llevado al seno prometido de la vida (cf. Lc 23,43; Hch 7,54-60). No hay tiempo que perder, debemos responder ahora ya, porque en nuestro “aquí y ahora” Dios nos habla y nos hace tomar conciencia de lo importante y urgente que esto es.
