“Les aseguro que el que es fiel a mi palabra no morirá jamás”

Conmemoración de San Juan Bautista de la Salle, presbítero
Cristo es el mediador de la nueva alianza, para que, por su muerte, los que han sido llamados reciban la herencia eterna que les había prometido. Hb 9, 15

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Primera lectura de hoy
Génesis 17, 3-9
Abram pasa a ser Abraham
En aquellos días, 3 Abram cayó rostro en tierra, y Dios le habló así: 4 «Esta es mi alianza que voy a pactar contigo: tú serás el padre de una multitud de naciones. 5 No te llamarás más Abram, sino Abraham, pues te tengo destinado a ser padre de una multitud de naciones. 6 Te haré fecundo sin medida, de ti saldrán naciones y reyes, de generación en generación. 7 Pacto mi alianza contigo y con tu descendencia después de ti: ésta es una alianza eterna. Yo seré tu Dios y, después de ti, de tu descendencia.
8 Les daré a ti y a tu descendencia futura la tierra de tus andanzas, es decir, toda la tierra de Canaán, como posesión perpetua, y seré el Dios de los tuyos.»
9 Dijo Dios a Abraham: «Guarda mi alianza, tú y tus descendientes después de ti, de generación en generación.
P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
Salmo responsorial del día
Sal 104, 4-5. 6-7. 8-9
R/. El Señor se acuerda de su alianza eternamente
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
Recordad las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca. R/.¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.
EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN san Juan (8,51-59)
“Es mi Padre el que me glorifica, el mismo al que ustedes llaman ‘nuestro Dios’, y al que, sin embargo, no conocen”
Jesús dijo a los judíos: “Les aseguro que el que es fiel a mi palabra no morirá jamás”. Los judíos le dijeron: “Ahora sí estamos seguros de que estás endemoniado. Abraham murió, los profetas también, y tú dices: ‘El que es fiel a mi palabra no morirá jamás’. ¿Acaso eres más grande que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?”. Jesús respondió: “Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. Es mi Padre el que me glorifica, el mismo al que ustedes llaman ‘nuestro Dios’, y al que, sin embargo, no conocen. Yo lo conozco y si dijera: ‘No lo conozco’, sería, como ustedes, un mentiroso. Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra. Abraham, el padre de ustedes, se estremeció de gozo, esperando ver mi Día: lo vio y se llenó de alegría”. Los judíos le dijeron: “Todavía no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?”. Jesús respondió: “Les aseguro que desde antes que naciera Abraham, yo soy”. Entonces tomaron piedras para apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió del templo.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti Señor Jesús
MEDITACIÓN
“Se esconde de sus miradas, y se retira del templo, les resulta imposible verle, porque están cegados a la luz de la fe.”
Sigue la confrontación entre Jesús y los judíos llegando a su máxima tensión, pues Jesús se manifiesta como el Hijo de Dios, quien viene del mismo Padre y los judíos no lo aceptarán, tratándolo como un blasfemo. Él dice que es obediente al Padre, como Abraham, no así los judíos, “que tienen al diablo por padre” (Jn 8,44). El diablo “fue un homicida desde el principio y no perseveró en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, habla de lo que lleva dentro, porque él es mentiroso y es el padre de la mentira” (Jn 8,44).
Si la libertad es constitutiva de la vida, lo más constitutivo y esencial de la vida es la vida misma. Libertad frente incluso a la muerte: quien llegue a aceptar su palabra no morirá jamás. Es el sello de su expresión: “en verdad, en verdad les digo”, fórmula de quién garantiza comprometiendo su palabra, similar a su misma personalidad. Los judíos siguen sin entender, porque toman literalmente las expresiones de Jesús, apegados a sus seguridades humanas, pues ellos son de abajo, de la tierra, del mundo, quienes acusan de vuelta a Jesús que está endemoniado. Mientras que sus discípulos dirán lo contrario: “Nosotros hemos creído y sabemos que tú eres el santo de Dios” (Jn 6,69).
Jesús se presenta como más grande que Abraham y los profetas, ya que procede del Padre, pues tiene su mismo nombre: “Yo soy” (cf. Éx 3,14), expresión atribuida a Dios. Que Jesús se haga igual a Dios, es blasfemia para los judíos, que merece la muerte. Pero Jesús no podía decir otra cosa, o bien tendría que mentir. La verdad es que es Dios y viene a traernos Vida, y vida en abundancia (cf. Jn 10,10). Jesús les dice que “Abraham se regocijó en ver mi día; lo vio y se alegró”. Palabras que se apoyan tal vez en una interpretación rabínica de un texto del Génesis, donde se dice que Abraham era ya viejo, muy entrado en años y había sido bendecido en todo por Yahvé (cf. Gén 24,1). Según dicha interpretación rabínica, basándose en la multiplicación de los días, se creía que a Abraham le había sido concedida la gracia de ver los días del Mesías, poder ver la era futura, a lo que Jesús se está refiriendo. Los judíos persisten en interpretar literalmente y continúan en su incredulidad. Por ello, Jesús les habla claro: menciona su preexistencia, que ya lo dijo en Jn 1,1: “en el principio ya existía la Palabra”. Esta preexistencia va definiendo su existencia divina y eterna. A ello recordamos lo que dijo Juan el Bautista: viene antes que yo, pero era ya antes que yo. Abraham llegó a existir desde un momento bien determinado del tiempo, sin embargo, Jesús ya existe como Palabra del Señor, como Palabra de Dios, más allá del tiempo y del espacio: antes, ahora y después. Incluso dentro del tiempo mismo también. De ahí que dice “Yo soy”, expresión atribuida sólo a Dios.
Como Dios es el increado y quien creó todo de la nada, existe sin límite a las categorías espacios temporales.
Como Jesús afirma de sí mismo ser Dios, los judíos comprendieron y juzgaron blasfema dicha pretensión. Y como consecuencia necesariamente se le debe imponer la pena de la Ley en relación a la blasfemia. Sin embargo, Jesús se retira porque no había llegado aún su hora (cf. Jn 7,30). Un ocultamiento que debe ser entendido de modo sobrenatural, pues Él, Luz del mundo (cf. Jn 8,12), no es recibido ni aceptado por sus interlocutores, los judíos. Se esconde de sus miradas, y se retira del templo, les resulta imposible verle, porque están cegados a la luz de la fe.
Él debe ser obediente por su misma esencia, no puede decir una cosa y hacer otra. Esa obediencia y buscar siempre ser Hijo del Padre son la base de la luz y la fuerza que el discípulo necesita al ser insultado y perseguido cuando persevera como hijo. El discípulo correrá luego la misma suerte que su Maestro, también debe padecer, sufrir y morir, defendiendo la Verdad. Por ello, el don de la fe y la respuesta perseverante a sus mandatos, nos favorecerá poder alcanzar la Vida eterna. Basta que nos desapeguemos de nuestras seguridades humanas, y te dejemos obrar a Ti, para recibir en plenitud tu Gracia, que nos plenificará como discípulos misioneros tuyos.
