Reflexión al Evangelio Lunes 11/04/2022 «Misionando Con Amor» Semana Santa

“Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura”

Lunes santo de la Unción en Betania.

Combate, Señor, a los que me atacan, pelea contra los que me hacen la guerra. Toma el escudo y la armadura, levántate y ven en mi ayuda, Señor, mi ayuda poderosa  

Cf. Sal 34, 1-2; Sal 139, 8

Primera lectura de hoy

Del libro del profeta Isaías

Isaías 42, 1-7

El siervo de Yavé


1 He aquí a mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido, al que escogí con gusto. He puesto mi Espíritu sobre él, y hará que la justicia llegue a las naciones. 2 No clama, no grita, no se escuchan proclamaciones en las plazas. 3 No rompe la caña doblada ni aplasta la mecha que está por apagarse, sino que hace florecer la justicia en la verdad. 4 No se dejará quebrar ni aplastar, hasta que establezca el derecho en la tierra. Las tierras de ultramar esperan su ley.

5 Así habla Yavé, que creó los cielos y los estiró, que moldeó la tierra y todo lo que sale de ella, que dio aliento a sus habitantes y espíritu, a los que se mueven en ella.

6 Yo, Yavé, te he llamado para cumplir mi justicia, te he formado y tomado de la mano,te he destinado para que unas a mi pueblo y seas luz para todas las naciones.

7 Para abrir los ojos a los ciegos, para sacar a los presos de la cárcel, y del calabozo a los que yacen en la oscuridad.

P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor

Salmo responsorial del día

Sal 26, 1. 2. 3. 13-14

R/. El Señor es mi luz y mi salvación

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.

Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen. R/.

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo. R/.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.

EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN san Juan (12,1-11)


“A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre

Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le prepararon una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los comensales. María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: “¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?”. Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella. Jesús le respondió: “Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre”. Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado. Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.  

Palabra del Señor. R. Gloria a ti Señor Jesús

MEDITACIÓN

“La generosidad es la virtud que nos conduce a dar y darnos a los demás de una manera habitual, firme y decidida

Se nos llama a dos cosas, al gesto de amor y de pertenecer públicamente a Jesús honrándolo con la unción con perfume, y todo el desamor de quienes no le aceptan como Mesías y no quieren adherirse a su Persona y su Mensaje. Si bien existen varios personajes con actitudes diferentes en el texto, sin embargo, siempre el centro es Jesús, quien se prepara para donarse por los pecadores, pero por quien valdría la pena ofrecer todo lo que somos porque nuestra vida le pertenece.

Camino a Jerusalén, Jesús habituaba descansar en casa de familias amigas. En este caso sus amigos muy cercanos son Lázaro, Marta y María. A Marta se la presenta siempre como la humilde servidora del Señor. Marta tenía en su corazón la actitud de servicio, pues Jesús llegó a decir a sus discípulos “el más grande entre ustedes será el servidor” (Mt 23,11). María demostró la delicadeza de su amor al Maestro ungiendo sus pies con un perfume costosísimo, que se solía hacer para los huéspedes en señal de gran distinción y de gran respeto. El texto dice que derramó todo, no reservó nada para sí, lo que nos indica que el gesto representa una entrega total para Cristo, para el Huésped. Esta unción es símbolo de su sepultura, que tiene la dignidad de un rey. ¿Cómo no derramar toda la generosidad teniendo al Rey de reyes delante? Del corazón arrepentido nace dar lo mejor a Jesús. Invita a derramar con el mejor olor de amor solidario hacia nuestro Dios, quien se presenta a nosotros a través de los necesitados.

Al mismo tiempo se acentúa la malicia judía, que intenta eliminar a Lázaro, porque por su causa muchos creían en Jesús. Nombrar a Lázaro es para demostrar el poder que tiene Jesús para dar vida. Están en la mesa: Lázaro, a quien Jesús lo resucitó después de morir, Marta, quien servía y, María, quien ungía a Jesús con un perfume costosísimo, demostrándole su amor profundo y rebosante de generosidad. “La generosidad es la virtud que nos conduce a dar y darnos a los demás de una manera habitual, firme y decidida, buscar su bien y poner a su servicio lo mejor de nosotros mismos, tanto bienes materiales como cualidades y talentos”. Recuerdo cuando estuve sirviendo en una hermosa comunidad, donde hemos organizado un evento multidisciplinario denominado “fiesta de la generosidad”. Y produjo tanta alegría en la comunidad haciendo que los miembros encararan con una mirada de fe, involucrando a toda la estructura interna de la comunidad parroquial y abrirse a otras parroquias, a otras culturas y religiones. Con ello hemos aprendido que una pizca de generosidad venida de Dios, acogida y compartida con los hermanos, abre tantas puertas para sembrar el amor con mucha fe. Quien cuestiona el gesto de María es Judas Iscariote, llamando derroche al perfume derramado sobre los pies y cabeza de Jesús.

Judas protesta porque supuestamente con el dinero de ese perfume (eran unos 300 denarios, equivalente a la remuneración de todo un año de un obrero común), se podía ayudar a muchos pobres, aunque el evangelista habla de que él quería poner las manos en la bolsa, es decir, era   un ladrón, lo que le movía era la avaricia para hablar en esos términos. El Señor le dice: a los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre”. Le indica que lo más importante es Él, Cristo, quien nació, morirá y resucitará por todos, es el centro de ese encuentro, invitando a que se tenga una mirada de fe.

Existen personas que utilizan abundantemente la palabra “pobres” pero sus corazones están lejos de ellos. Más bien buscan cuidar sus propios intereses (sean bienes materiales, dinero o prestigio de poder) y los pobres así llegan a ser medios para lograr sus propios fines. Cuidar ayudando a Jesús y cuidar ayudando a los pobres vienen del mismo acto de amor y de fe, ya que Él se identifica con ellos: “Les aseguro que siempre que ustedes lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt 25,40); “Les aseguro que siempre que ustedes lo dejaron de hacer con uno de estos más pequeños, también lo dejaron de hacer conmigo” (Mt 25,45).

Algo muy peculiar que resalta el evangelista Juan es que María, sentada a los pies de Jesús, estaba escuchando su palabra. Ella escogió la parte mejor y nadie se la privaría de tal privilegio (cf. Lc 10,38-42). Es la actitud del verdadero discípulo, que escucha la Palabra del Maestro. Téngase presente que la escucha en la cultura judía se traduce por ser obediente para nosotros (en guaraní: iñe’êrendu, se interpreta a la persona obediente). Pues el verdadero discípulo tuvo que pasar por la conversión y previamente por el encuentro profundo y fascinante con Jesucristo vivo. Nadie después de un encuentro puede continuar y permanecer igual, algo necesariamente tuvo que haber cambiado. El discípulo que está enamorado de Dios, entra en comunión con la comunidad y con el mismo Dios y con esa fuerza nutrida permanentemente sale a compartir esa experiencia.

Entonces desde el encuentro se da la conversión, porque sólo Dios puede cambiar a la persona, cuando ésta empieza a cambiar, le quiere seguir y luego quiere entrar en comunión permanente con Él y los hermanos, y salir siempre a compartir con los demás la alegría de la llegada de Dios en su historia (cf. Documento de Aparecida, 276-278). Por eso, la actitud de María, como discípula que se encuentra con Jesús, significa que ha cambiado de vida y siente la necesidad de estar con Él.

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