Lectio Divina Reflexión al Evangelio Martes de la Segunda Semana en Pascua «Misionando Con Amor»

“Ustedes tienen que renacer de lo alto.”

Alegrémonos, regocijémonos y demos gloria a Dios, porque el Señor, nuestro Dios, el Todopoderoso, ha establecido su reino. Aleluia.

 Apoc 19, 7. 6

Audios originales

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles

Hch 4, 32-37

La multitud de los que habían creído tenía un solo corazón y una sola alma; todo lo poseían en común y nadie consideraba suyo nada de lo que tenía.

Con grandes muestras de poder, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y todos gozaban de gran estimación entre el pueblo. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían terrenos o casas, los vendían, llevaban el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles, y luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.

José, levita nacido en Chipre, a quien los apóstoles llamaban Bernabé (que significa hábil para exhortar), tenía un campo; lo vendió y puso el dinero a disposición de los apóstoles.

Salmo

Sal 118,99-100.101-102.103-104



R/.
 Lámpara es tu palabra para mis pasos,
luz en mi sendero

Soy más docto que todos mis maestros,
porque medito tus preceptos.
Soy más sagaz que los ancianos,
porque cumplo tus leyes. R/.

Aparto mi pie de toda senda mala,
para guardar tu palabra;
no me aparto de tus mandamientos,
porque tú me has instruido. R/.

¡Qué dulce al paladar tu promesa:
más que miel en la boca!
Considero tus decretos,
y odio el camino de la mentira. R/.

EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN san Juan (3,7b-15)


“El viento sopla donde quiere: tu oyes su vos, pero no sabes de donde viene ni a donde va.

Jesús dijo a Nicodemo: “Ustedes tienen que renacer de lo alto. El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu”. “¿Cómo es posible todo esto?”, le volvió a preguntar Nicodemo. Jesús le respondió: “¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas? Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna”.

Palabra del Señor. R. Gloria a ti Señor Jesús

MEDITACIÓN

“Si permanecen fieles a mi Palabra, serán verdaderamente mis discípulos

De a poco Jesús le va dando a conocer su identidad a Nicodemo. Si no cambia su mirada no podrá entender y ver lo que Jesús le está diciendo. Si se da esa docilidad, esa acogida, entonces se podrá comprender que Dios irrumpe en nuestra historia, en nuestra vida personal; es el Kairós, un tiempo favorable en donde Él es el protagonista para que se puedan comprender los misterios de salvación, superando inclusive nuestras expectativas y cualquier modelo o paradigma que existiere. Es un descubrir permanente con relación a las cosas nuevas que nos quiere comunicar y enseñar. Cuando Jesús dice “renacer de lo alto” está diciendo que se debe dar un salto para nacer del Espíritu, ciertamente un nacimiento nuevo, que no se puede medir por las categorías de la carne que quiere razonar todo sólo con la mente humana, sin dejarse guiar por el Espíritu.

Jesús repite que no habla por su cuenta, sino que dice lo que ha visto junto al Padre y lo que le ha dicho que diga. Él es la Palabra viva y eficaz del Padre, todo existió de la nada gracias a la Palabra de Dios. Por ello, es necesario acoger con absoluta disponibilidad la Palabra en nuestra vida y que Ella haga su trabajo de transformación en una nueva criatura. Si Jesús es la Palabra viva del Padre, ¿le escuchamos? ¿Hacemos lo que nos dice? Hasta los muertos salen vivos del sepulcro por la Palabra eficaz de Dios: “Las palabras que les dije son espíritu y vida” (Jn 6,63) y los seres humanos nos purificamos por su Palabra: “Ustedes están limpios, por la Palabra que yo les anuncié” (Jn 15,3). Por esa Palabra de Dios llegamos a ser hijos de Dios por el don del Espíritu Santo que se nos comunica desde el Bautismo, principio de vida eterna.

Si permanecen fieles a mi Palabra, serán verdaderamente mis discípulos” (Jn 8,31). Debemos más que nunca creer en Dios y en su Palabra, en todo lo que nos dijo, ser fieles a sus mandatos que están en su Palabra, y que nunca salgamos de esa comunión con Dios; estar vivos en la vida de Dios que se manifiesta a través de su Palabra hecha carne, en la Eucaristía y en la vida de tantos hermanos con rostros bien concretos con necesidades angustiantes (cf. Puebla 31ss.). Pero atención: la Palabra de Dios es dura, misteriosa al mismo tiempo, algunos la escuchan y no creen, otros, sí. Genera también división al interno mismo de la familia, porque algunos siguen con sus criterios contaminados por lo que el mundo les ofrece: “Desde ese momento muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo” (Jn 6,66). Es interesante el tema de los testimonios: Jesús da testimonio de la Verdad contra el mundo, da testimonio del Padre y de sí mismo como enviado del Padre. El Padre da testimonio a favor del Hijo e igualmente el Espíritu Santo. Luego estarán los testimonios de los apóstoles. En base a estos testimonios la fe recibe a Jesús (teniendo como presupuesto que es un don que antecede a cualquier testimonio recibido), lo conoce y en Él

conoce al Padre y en Jesús se reconoce al enviado del Padre. La fe va acompañada de las obras, debe ser una fe encarnada, práctica, cumpliendo los mandamientos de Dios en donde encontramos su voluntad.

El Hijo del Hombre debe ser levantado en la cruz e introducido nuevamente en la Gloria del Padre. Es un llamado a mirar al Cristo alzado en la cruz, y creer en Él, en la victoria del Amor y la Misericordia, derramando su Sangre por nuestra salvación. El Hijo del hombre debe ser levantado en alto, a la vez alzado en la cruz e introducido de nuevo en la gloria del Padre. Nos recordamos del texto “mirarán al que traspasaron” (Jn 19,37), en donde se nos pide mirar al crucificado y quien asciende y es glorificado a la diestra del Padre. Es el mismo Jesús, el crucificado, quien lleva consigo impregnado las llagas por donde le traspasaron. Sólo podrá ser salvado quien mire a Cristo, levantado en la cruz, creyendo que es el Hijo de Dios, porque de su costado salen agua y sangre, es Él quien nos purificará de todos nuestros pecados.

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