“Apacienta mis ovejas.”

San José Obrero (ML). Día del Trabajador
Aclame al Señor toda la tierra. Canten la gloria de su nombre. Aleluia.
Sal 65, 1-2

Del libro de los Hechos de los apóstoles
Hechos 5, 27b-32. 40b-41
En aquellos días, 27 el sumo sacerdote interrogó a los apóstoles diciendo: 28 «Les habíamos advertido y prohibido enseñar en nombre de ése. Pero ahora en Jerusalén no se oye más que la predicación de ustedes, y quieren echarnos la culpa por la muerte de ese hombre.» 29 Pedro y los apóstoles respondieron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. 30 El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes dieron muerte colgándolo de un madero. 31 Dios lo exaltó y lo puso a su derecha como Jefe y Salvador, para dar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. 32 Nosotros somos testigos de esto, y lo es también el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que le obedecen.»
40 Los hicieron azotar y les ordenaron severamente que no volviesen a hablar de Jesús Salvador. Después los dejaron ir. 41 Los apóstoles salieron del Consejo muy contentos por haber sido considerados dignos de sufrir por el Nombre de Jesús.
P/ Palabra de Dios
R/Te alabamos Señor
Salmo responsorial del día
Sal 29, 2 4.5 & 6.11 12a 13b
R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R/.Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante,
su bondad, de por vida. R/.Escucha, Señor, y ten piedad de mí,
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R/.
Segunda lectura
Del Libro del Apocalipsis
Apocalipsis 5, 11-14
11 Yo, Juan, tuve una visión, y oí el clamor de una multitud de ángeles que estaban alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los Ancianos. Eran millones, centenares de millones 12 que gritaban a toda voz: Digno es el Cordero degollado de recibir poder y riqueza, sabiduría y fuerza, honor, gloria y alabanza. 13 Y les respondían todas las criaturas del cielo, de la tierra, del mar y del mundo de abajo. Oí que decían: Al que está sentado en el trono y al Cordero, la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. 14 Y los cuatro Seres Vivientes decían el Amén, mientras los Ancianos se postraban y adoraban.
P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN San Juan (21,1-19)
1 En aquel tiempo, después de resucitar, se apareció Jesús a sus discípulos en la orilla del lago de Tiberíades. Y se hizo presente como sigue:
2 Estaban reunidos Simón Pedro, Tomás el Mellizo, Natanael de Caná de Galilea, los hijos del Zebedeo y otros dos discípulos. 3 Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar.» Contestaron: «Vamos también nosotros contigo.» Salieron, pues, y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. 4 Al amanecer, Jesús estaba parado en la orilla, pero los discípulos no sabían que era él. 5 Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo que comer?» Le contestaron: «Nada.»
6 Entonces Jesús les dijo: «Echen la red a la derecha y encontrarán pesca.» Echaron la red, y no tenían fuerzas para recogerla por la gran cantidad de peces. 7 El discípulo de Jesús al que Jesús amaba dijo a Simón Pedro: «Es el Señor.» 8 Apenas Pedro oyó decir que era el Señor, se puso la ropa, pues estaba sin nada, y se echó al agua. Los otros discípulos llegaron con la barca -de hecho, no estaban lejos, a unos cien metros de la orilla; arrastraban la red llena de peces. 9 Al bajar a tierra encontraron fuego encendido, pescado sobre las brasas y pan. 10 Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar.» 11 Simón Pedro subió a la barca y sacó la red llena con ciento cincuenta y tres pescados grandes. Y no se rompió la red a pesar de que hubiera tantos. 12 Entonces Jesús les dijo: «Vengan a desayunar». Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor. 13 Jesús se acercó, tomó el pan y se lo repartió. Lo mismo hizo con los pescados. 14 Esta fue la tercera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos. 15 Cuando terminaron de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» Contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos.» 16 Le preguntó por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Pedro volvió a contestar: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Jesús le dijo: «Cuida de mis ovejas.» 17 Insistió Jesús por tercera vez: «Simón Pedro, hijo de Juan, ¿me quieres?» Pedro se puso triste al ver que Jesús le preguntaba por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.» Entonces Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.» 18 En verdad, cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas a donde querías. Pero cuando llegues a viejo, abrirás los brazos y otro te amarrará la cintura y te llevará a donde no quieras.» 19 Jesús lo dijo para que Pedro comprendiera en qué forma iba a morir y dar gloria a Dios. Y añadió: «Sígueme.».
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús
MEDITACIÓN
“El amor a Cristo debe crecer en el que apacienta a sus ovejas hasta alcanzar un ardor espiritual,”
Hoy entregamos a todos los trabajadores del mundo entero a nuestro Señor, por intercesión de san José, para que reciban las gracias que más necesitan en sus vidas. En el evangelio, Pedro aparece como protagonista tanto en la pesca milagrosa, cuanto en la misión que Jesús le da en este pasaje. Jesús resucitado se aparece en medio de la comunidad que misiona a pesar de las hostilidades del mundo. Jesús se apareció en Jerusalén y luego se manifiesta a la orilla del lago de Tiberíades o mar de Galilea. Están siete de sus discípulos, lo que en el evangelista Juan siempre tiene un significado. Pedro toma la iniciativa diciendo “voy a pescar” y los demás lo siguen. Es notorio que luego de la Pasión, los discípulos regresan a su antigua región, la Galilea, a su vida y actividad anterior: la pesca. Y así como se apareció en sus vidas cotidianas para la primera llamada, acá ya resucitado se aparece de nuevo en lo cotidiano de sus vidas.
“Pero aquella noche no pescaron nada”: es una situación de fracaso, en un ámbito que se supone que ellos sabían hacer muy bien, porque eran pescadores. Lo que pasa es que ningún trabajador o servidor apostólico podrá hacer nada si no está unido a Jesús, así como la vid y los sarmientos (cf. Jn 15,4-5). La noche puede ser larga y la labor también fatigosa y hasta aparentemente infructuosa, pero el Señor siempre tiene en cuenta la constancia de los discípulos en permanecer unidos, confiando en sus indicaciones y orientaciones para vencer el peso del fracaso. En medio de esos miedos, Él se hace presenta en medio de ellos.
Por otro lado, el valor simbólico de la barca, con Pedro a la cabeza y de la pesca abundante es interpelante para nosotros. Es la Iglesia, donde Cristo siendo la Cabeza, pone a Pedro como cabeza visible para nosotros, quien tiene que presidir con sus sucesores, haciendo fecunda su acción evangelizadora gracias a su obediencia a la Palabra de Jesús, ya que Él es Su Señor. Por tanto, Jesús Resucitado es el Señor y está presente en su Iglesia.
En la primera lectura (cf. Hch 5,27-32.40b-41), Pedro anuncia que Jesús resucitado ha sido constituido por Dios “Jefe y Salvador”, mostrando que esa fe pascual ayuda a reconocer a Jesús como Señor, Jefe y Salvador, presente y operante en medio de su Iglesia, en nuestra vida cotidiana y en la historia. Es ese mismo Cristo, muerte y resucitado, a quien el Apocalipsis (cf. Ap 5,11-14) confiesa como Cordero que es digno de recibir toda la alabanza y honor junto con Dios, el que está sentado en el trono. Y así, “todas las creaturas del cielo y de la tierra” lo adoran como Dios y Señor de la historia. En el diálogo con Pedro, Jesús le pide que acepte dos cosas: apacentar el rebaño (darle de comer pastos, tomar agua y todo el cuidad necesario) y estar dispuesta para el martirio (disponibilidad total para la misión). Y la única motivación válida es el amor a Jesús, que da forma al apostolado cristiano. Como lo decía San Agustín: «¿Qué significan las palabras: «¿Me amas?», «apacienta mis ovejas?». Es como si, con ellas, dijera el Señor: «Si me amas, no pienses en apacentarte a ti mismo. Apacienta, más bien, a mis ovejas por ser mías, no como si fueran tuyas; busca apacentar mi gloria, no la tuya; busca establecer mi Reino, no el tuyo; preocúpate de mis intereses, no de los tuyos, si no quieres figurar entre los que, en estos tiempos difíciles, se aman a sí mismos y, por eso, caen en todos los otros pecados que de ese amor a sí mismos se derivan como de su principio. No nos amemos, pues, a nosotros mismos sino al Señor, y, al apacentar sus ovejas, busquemos su interés y no el nuestro. El amor a Cristo debe crecer en el que apacienta a sus ovejas hasta alcanzar un ardor espiritual que le haga vencer incluso ese temor natural a la muerte, de modo que sea capaz de morir precisamente porque quiere vivir en Cristo«.
En este segundo llamado, lo encuentra a Pedro más maduro, más humilde, consciente de su fragilidad, de su debilidad, al punto de aceptar que el ministerio pastoral es un don no merecido, cuya fecundidad depende esencialmente de la docilidad de la Gracia del Señor. Los méritos, los esfuerzos humanos son importantes y necesarios, pero absolutamente insuficientes a la hora de concretar la misión encomendada.
Esta narración nos mete en la alegría que el Señor nos envía a contagiar. “Dios llama, Dios sorprende, Dios ama […] Una Iglesia joven, una persona joven, no por edad sino por la fuerza del Espíritu, nos invita a testimoniar el amor de Cristo, un amor que apremia y que nos lleva a ser luchadores por el bien común, servidores de los pobres, protagonistas de la revolución de la caridad y del servicio, capaces de resistir las patologías del individualismo consumista y superficial. Enamorados de Cristo, testigos vivos del Evangelio en cada rincón de esta ciudad. No tengáis miedo de ser los santos que esta tierra necesita, una santidad que no os quitará fuerza, no os quitará vida o alegría; sino más bien todo lo contrario, porque vosotros y los hijos de esta tierra llegareis a ser lo que el Padre soñó cuando os creó. Llamados, sorprendidos y enviados por amor” (Papa Francisco, homilía del 5 de mayo de 2019).
“Apacienta mis ovejas”, hace referencia a que el pastor debe dar de comer pastos y llevar hasta donde hay agua a las ovejas. Jesús está dando una misión especial a Pedro (cf. Mt 16,18; cf. Lc 22,31-32). Pedro tendrá la misión principal de ser cabeza visible de la Iglesia de Jesucristo, y así guiar a todo el rebaño encomendado. No puede permitir que las ovejas estén desnutridas, debe darles de comer con su Palabra y con la Eucaristía en la comunidad. ¡Qué sabrosa comida cuando nos vamos a celebrar el sacramento de la Eucaristía (y cualquier sacramento o reflexión de la Palabra) y se nos sirve un plato gourmet con la explicación de la Palabra de modo fiel a la voluntad de Dios, capacitándonos con las mejores multivitaminas para misionar en medio de las tribulaciones o adversidades que se presenten! Así las ovejas, bien nutridas, por recibirle a Dios a través de su Palabra y la Eucaristía, podrán servir a quien sea, donde sea y cuando sea, sin temor a nada ni nadie porque confían plenamente en las enseñanzas del pastor, y estando bien alimentadas, podrán soportar el peso de la fatiga a enfrentar cada día,.

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