“No vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo.”

Te alabaré entre las naciones, Señor, y anunciaré tu Nombre a mis hermanos. Aleluia.
Sal 17, 50; 21, 23

Del libro de los Hechos de los Apóstoles
Hch 12, 24-13, 5a
En aquel tiempo, 12:24 la Palabra de Dios se difundía incesantemente. 25 Bernabé y Saulo, una vez cumplida su misión, volvieron de Jerusalén a Antioquía, llevando consigo a Juan, llamado Marcos.
13:1 En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo. 2 Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado». 3 Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.
4 Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre. 5 Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos.
P/ Palabra de Dios
R/Te alabamos Señor
Libro de los Salmos
Sal 66, 2-3. 5. 6 y 8
R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben
Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R/.Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.Oh, Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
todos los confines de la tierra. R/.
Evangelio de hoy miércoles 11 de mayo de 2022
EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN san Juan (12,44-50)
“Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mi no permanezca en las tinieblas.”
En aquel tiempo, 44 Jesús exclamó: «El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió. 45 Y el que me ve, ve al que me envió. 46 Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas.
47 Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo.
48 El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. 49 Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; 50 y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó».
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús
MEDITACIÓN
“Dios resiste a los orgullosos y da su ayuda a los humildes.”
Jesús repite varias veces que habla en nombre del Padre, es su agente en el mundo, pues responde a la misión que le encomendó. Jesús actúa en nombre del Padre, es su enviado en el mundo sin hacer nada por su cuenta, por su propia autoridad, sino que en comunión con el Padre, obedeciéndole fielmente. Creer en Jesús y verlo, significa creer y ver a quien lo envió: a Dios Padre. Jesús refleja a Dios, lo comunica, lo da a conocer, lo acerca totalmente. Jesús mismo se presenta como la Luz, Él lleva la salud, trae la salvación. Introduce luz en las tinieblas, en el mundo de la incredulidad para que las personas puedan creer en Él y salvarse. Pero muchos prefieren las tinieblas a la luz, es por ello que la Persona de Jesús, que es Luz, iluminará cualquier situación complicada por la que se esté pasando en la vida. Al haber claridad, al haber luz en un ambiente, se siente mayor seguridad y eso da tranquilidad y paz.
El destino del ser humano se define con el tema fe-incredulidad. Quien crea en Él se salvará, porque acepta a Jesús como su Salvador; quien no crea en Él, será juzgado por la misma palabra de Jesús en el último día. Jesús no ha venido para juzgar o condenar, sino para salvar (cf. Jn 3,16). “El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día”, pues escuchando su Palabra y llevándola a la práctica se parece a la persona prudente que construyó su casa sobre roca (cf. Mt 7,24). Llevar a la práctica la Palabra de Dios es lo más prudente que se puede hacer en nuestra vida, pues de esa manera el resultado final será estar en comunión permanente con Dios.
Si hay obediencia a lo que Él nos dice, recibimos la luz y nos ayuda a eliminar las tinieblas que nos pueden estar abrumando. Al recibir la luz, podremos ver con claridad dónde estamos y hacia dónde debemos ir. En muchas ocasiones puede pasarnos que estamos perdidos en la vida, y sin rumbo alguno, sin saber qué hacer y hacia dónde ir. Si sabemos hacia dónde ir y nuestro destino final, será fácil el tránsito a lo largo de nuestra historia, aunque lo que debamos pasar represente un verdadero calvario. Él ya nos dijo lo que tenemos que hacer, pero nos cuesta a veces creer plenamente en que se cumplirá a cabalidad la Palabra de Dios. Digamos entonces, “yo creo Señor, pero aumenta mi poca fe”, suplicándole su Gracia para que superemos cualquier interpretación que nos esté frenando para seguir avanzando hacia el encuentro definitivo con Él. El ser humano no ama las tinieblas porque siempre busca la luz. Las tinieblas u oscuridad nos dan inseguridad, temor, sin poder ver dónde uno está y hacia dónde ir. Seguramente es horrible vivir en el error y no poder ver en su alrededor ninguna luz de la verdad. Muchas personas que se acercan a pedir ayuda manifiestan estar en la oscuridad, sin claridad alguna. Algunos dicen en guaraní: iñipytüchéve, ndahecháimba´eve (estoy en la oscuridad, no veo nada, es como decir: no veo la salida). Sin embargo, el cristiano que tiene a Jesús, Luz del mundo, está en la Verdad, sabe dónde está y hacia dónde va. Una chispa de luz aminora notablemente la oscuridad y se impone iluminando lo que y a quien encuentre.
Por ello, concluimos que Jesús vino para traernos vida y vida en abundancia (cf. Jn 10,10). El Padre tiene tanto amor que, rebosante de ese amor por nosotros, le envía a su Hijo para que todos alcancemos la vida. No quiere que nadie se pierda, quiere no la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (cf. Ez 18,23; Ez 33,11). Tanto es el Amor del Padre que envía a su Hijo para que nadie se pierda o muera, sino para que tengan vida. Dios nos mira a todos siempre a cada uno como a sus bebés, como a sus niños pequeñitos, a quienes ama con locura, por ello, saboreemos nuestra vida estando siempre en comunión con Dios.
En definitiva, el propósito último de Dios es la Vida que la alcanzaremos creyendo en Jesús desde un profundo encuentro con Él y un verdadero arrepentimiento y conversión para llegar a ser discípulos misioneros de su amor y misericordia. Su Persona es el Amor encarnado, quien nos da la Vida y la Luz que iluminará cualquier dolor, angustia, adversidad, situación de incertidumbre e inseguridad, hará desaparecer cualquier oscuridad de nuestras vidas, y nos encenderá la esperanza hacia el Padre.

