Lectio Divina – Reflexión al Evangelio del Domingo de la Sexta Semana en Pascua «Misionando Con Amor»

“El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará.”

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Con gritos de alegría anuncien y proclámenlo hasta los confines de la tierra: El Señor ha liberado a su pueblo. Aleluia. 

Is 48, 20

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Primera lectura de hoy

Del libro de los Hechos de los Apóstoles  

Hch 15, 1-2. 22-29

En aquellos días, algunas personas venidas de Judea enseñaban a los hermanos que si no se hacían circuncidar según el rito establecido por Moisés, no podían salvarse. 2 A raíz de esto, se produjo una agitación: Pablo y Bernabé discutieron vivamente con ellos, y por fin, se decidió que ambos, junto con algunos otros, subieran a Jerusalén para tratar esta cuestión con los Apóstoles y los presbíteros.

22 Entonces los Apóstoles, los presbíteros y la Iglesia entera, decidieron elegir a algunos de ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, hombres eminentes entre los hermanos 23 y les encomendaron llevar la siguiente carta:

«Los Apóstoles y los presbíteros saludamos fraternalmente a los hermanos de origen pagano, que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia. 24 Habiéndonos enterado de que algunos de los nuestros, sin mandato de nuestra parte, han sembrado entre ustedes la inquietud y provocado el desconcierto, 25 hemos decidido de común acuerdo elegir a unos delegados y enviárselos junto con nuestros queridos Bernabé y Pablo, 26 los cuales han consagrado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo. 27 Por eso les enviamos a Judas y a Silas, quienes les transmitirán de viva voz este mismo mensaje. 28 El Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las indispensables, a saber: 29 que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos, de la sangre, de la carne de animales muertos sin desangrar y de las uniones ilegales. Harán bien en cumplir todo esto. Saludos».

P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
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Salmo responsorial del día

Libro de los Salmos

Sal 66, 2-3. 5. 6 y 8  

R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben

Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R/.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.

Oh, Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
todos los confines de la tierra. R/.

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Segunda lectura de hoy

Del libro del Apocalipsis

Apoc 21, 10-14. 22-23

Un ángel 10 me llevó en espíritu a una montaña de enorme altura, y me mostró la Ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios. 11 La gloria de Dios estaba en ella y resplandecía como la más preciosa de las perlas, como una piedra de jaspe cristalino.

12 Estaba rodeada por una muralla de gran altura que tenía doce puertas: sobre ellas había doce ángeles y estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel. 13 Tres puertas miraban al este, otras tres al norte, tres al sur, y tres al oeste. 14 La muralla de la Ciudad se asentaba sobre doce cimientos, y cada uno de ellos tenía el nombre de uno de los doce Apóstoles del Cordero.

22 No vi ningún templo en la Ciudad, porque su Templo es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. 23 Y la Ciudad no necesita la luz del sol ni de la luna, ya que la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero.

P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
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Evangelio de hoy domingo 22 de mayo de 2022

EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN san Juan (14,23-29)

“La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: 23 «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. 24 El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. 25 Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. 26 Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.

27 Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! 28 Me han oído decir: «Me voy y volveré a ustedes». Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. 29 Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.

P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

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MEDITACIÓN

Es maravilloso que Alguien tan grande estuviera en algo tan pequeñito, un Dios que se hace a nuestra medida.”

Lo principal en el tiempo pascual es la búsqueda y el encuentro con Jesús Resucitado en nuestra vida, y que con Su Presencia llena ese “lugar”. Es la presencia de Dios en nuestro interior, en el alma, en el corazón, lugar poco frecuentado por nosotros. La Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, quiere habitar en nosotros, hacer de nuestro corazón su morada, su habitación, su lugar, residencia: “vendremos a él, y haremos morada en él”. «El fin último de toda la economía divina es el acceso de las criaturas a la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad. Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima Trinidad (Jn 14,23)” (Catecismo de la Iglesia Católica, 260).

Es un lugar fundamental de la Presencia de Dios, pues allí lo han encontrado (y gozado) muchos de los grandes creyentes. San Agustín, apasionado buscador de Dios, dijo:

«¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y Tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que Tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Me retenían lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti » (Confesiones, 10, 27). «He aquí, Señor Dios mío, sumo, inmenso y todopoderoso, que yo he hallado el lugar en el cual Vos habitáis; y éste es el alma, criada a vuestra imagen y semejanza, que a Vos solo busca y desea, no la que no busca ni desea. Yo, como oveja descarriada, anduve perdido buscándote por donde fuera, estando Vos dentro de mí; y trabajé mucho buscándolos fuera de mí, y vos morabais dentro»

(Meditaciones y Soliloquios, 31-32).

Esta presencia interior de Dios es lo que fascina a Santa Teresa, de la que hace el principio y fundamento de su edificio espiritual, un palacio de grandísima riqueza, dice que todo ese edificio es de oro, de piedras preciosas, cuando el alma está limpia y llena de virtudes. En ese palacio está el Rey, nuestro Padre, que está en el trono, nuestro corazón. Es maravilloso que Alguien tan grande estuviera en algo tan pequeñito, un Dios que se hace a nuestra medida (cf. Camino de perfección, 9-11). Esta savia nutriente de la tradición carmelitana dio su gran fruto en Santa Isabel de la Trinidad, quien expresara al ingresar al Carmelo:

«Todo mi ejercicio es entrar adentro y perderme en Los que están allí. ¡Lo siento tan vivo en mi alma! No tengo más que recogerme para encontrarlo dentro de mí. Eso es lo que constituye toda mi felicidad»

(Carta al Canónigo A., 15 junio 1903).

«Me parece que he encontrado mi cielo en la tierra, puesto que el cielo es Dios y Dios está en mi alma. El día que comprendí eso, todo se iluminó para mí y quisiera decir ese secreto en voz muy baja a los que amo, a fin de que también ellos, a través de todo, se adhieran a Dios» (Carta a la Sra. de S., 1902).

Si Dios habita en nuestro corazón, Su Presencia da Paz en el corazón. Al don de Su Presencia en nosotros, Jesús añade el don de la Paz. Según P. R. Cantalamessa dijo que, quien mejor comprendió esta Paz divina fue Pseudo-Dionisio Areopagita, diciendo que uno de los nombres de Dios es Paz, así como Amor (cf. Ef 2,14-17). Al decirnos “Mi paz les doy”, nos está transmitiendo aquello que Él es. Esa Paz divina, recibida como don, también es una tarea, por ello nos pide no inquietarnos ni agitarnos. Ya San Francisco de Sales pedía intentar siempre mantener el corazón en paz con un humor estable, para no tener el alma intranquila. Nuestra Iglesia tiene también como tarea seguir solucionando los conflictos en paz, pues si hay amor y comunión, la Verdad se irá manifestando poco a poco hasta triunfar sin perder la paz.

Esta Presencia y morada de Dios en nuestro interior como don, también exige condiciones previas para que se pueda dar: del amor y la observancia de los mandamientos, que se reclaman: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará…” (Jn 14,23). “Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos” (Jn 14,15) y “El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama” (Jn 14,21). Implica: creer en Cristo, recibir su palabra, su revelación y ser fiel a la misma en la vida, vivirla permaneciendo en su amor. Esta presencia de Dios en nosotros es coronamiento de nuestro itinerario pascual, así como lo fue para los apóstoles. “Para que nos sea dado el Espíritu Santo y permanezca en nosotros, es necesario que Cristo vuelva a su Padre y sea glorificado. Para prolongar su presencia en la tierra y permitirnos permanecer con él, Jesús envía su Espíritu (Jn 14,16-17). El Espíritu Santo se instala, pues, de manera estable en el corazón de los hombres, es él quien da testimonio de nuestra unión permanente con Dios” (J. Lafrance).

Finalmente, nos ayuda lo que dijo el Papa Francisco:

“Nosotros no estamos solos: Jesús está cerca de nosotros, en medio de nosotros, dentro de nosotros. Su nueva presencia en la historia se realiza mediante el don del Espíritu Santo, por medio del cual es posible instaurar una relación viva con Él, el Crucificado Resucitado. El Espíritu, infundido en nosotros con los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación, actúa en nuestra vida. Él nos guía en el modo de pensar, de actuar, de distinguir qué está bien y qué está mal; nos ayuda a practicar la caridad de Jesús, su donarse a los demás, especialmente a los más necesitados”

(Regina Coeli, 1° de mayo de 2016).
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