“Sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo«

Escucha, Señor, la voz de mi clamor: No me rechaces ni me abandones, Dios, mi salvador, porque tú eres mi refugio.
Sal. 26, 7. 9

Audios Originales tomados de: https://panversia.com/
Primera lectura de hoy
Lectura del primer libro de los Reyes
1 Re 21, 17-29
Después de la muerte de Nabot,17 la palabra del Señor llegó a Elías, el tisbita, en estos términos: 18 «Baja al encuentro de Ajab, rey de Israel en Samaría. Ahora está en la viña de Nabot: ha bajado allí para tomar posesión de ella. 19 Tú le dirás: Así habla el Señor: ¡Has cometido un homicidio, y encima te apropias de lo ajeno! Por eso, así habla el Señor: En el mismo sitio donde los perros lamieron la sangre de Nabot, allí lamerán tu sangre».
20 Ajab respondió a Elías: «¡Me has sorprendido, enemigo mío!». «Sí, repuso Elías, te he sorprendido, porque te has prestado a hacer lo que es malo a los ojos de Señor. 21 Yo voy a atraer la desgracia sobre ti: barreré hasta tus últimos restos y extirparé a todos los varones de la familia de Ajab, esclavos o libres en Israel. 22 Dejaré tu casa como la de Jeroboam, hijo de Nebat, y como la de Basá, hijo de Ajías, porque has provocado mi indignación y has hecho pecar a Israel. 23 Y el Señor también ha hablado contra Jezabel, diciendo: Los perros devorarán la carne de Jezabel en la parcela de Izreel.
24 Al de la familia de Ajab que muera en la ciudad, se lo comerán los perros, y al que muera en despoblado, se lo comerán los pájaros del cielo». 25 No hubo realmente nadie que se haya prestado como Ajab para hacer lo que es malo a los ojos del Señor, instigado por su esposa Jezabel. 26 El cometió las peores abominaciones, yendo detrás de los ídolos, como lo habían hecho los amorreos que el Señor había desposeído delante de los israelitas.
27 Cuando Ajab oyó aquellas palabras, rasgó sus vestiduras, se puso un sayal sobre su carne, y ayunó. Se acostaba con el sayal y andaba taciturno. 28 Entonces la palabra del Señor llegó a Elías, el tisbita, en estos términos: 29 «¿Has visto cómo Ajab se ha humillado delante de mí, no atraeré la desgracia mientras él viva, sino que la haré venir sobre su casa en tiempos de su hijo».
P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
Salmo responsorial del día
Libro de los Salmos
Sal 50
R/. Misericordia, Señor: hemos pecado.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad en tu presencia. R/.Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Líbrame de la sangre, oh, Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia. R/.
Evangelio de hoy martes 14 de junio de 2022
EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN San Mateo (Mt 5, 43-48)
“Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores, así serán hijos del Padre que está en el cielo”
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: 43 ustedes han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo». 44 Pero yo les digo: amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; 45 así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
46 Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿Qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? 47 Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿Qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? 48 Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo
P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
MEDITACIÓN
“Debemos amar a los que nos odian y persiguen, a quienes nos maldicen o nos calumnian y a quienes están dispuestos a hacernos todo el mal que pudieran.”
En el Antiguo Testamento, en el libro del Levítico (cf. Lev 19,18), se halla formulada la ley del amor al prójimo, recordando que prójimo se limitaba a los miembros del pueblo de Israel y a quienes de alguna manera se incorporaron a dicho pueblo, es decir, de la misma raza o nación. La otra parte, donde dice “odiarás a tu enemigo” no se halla escrita en ninguna parte de la Biblia. Era una deducción que hacían los judíos como consecuencia de la primera afirmación, pues quienes no eran del pueblo de Dios eran idólatras, y así, enemigos de Dios. Entonces, ya que los judíos no conocían un término medio entre amor y odio, ese sentimiento que tenían hacia los no judíos lo formularon con el término de odio. “Odiarás a tu enemigo”, se podría traducir por “no tendrías por qué amar a tu enemigo”.
Sin embargo, Jesús eleva el principio del amor al prójimo, que estaba limitado por los judíos hacia los miembros del pueblo de Israel, a una categoría universal, no haciendo ninguna distinción entre las personas. Si no se hace de esta manera, entonces equivaldría quedarse al nivel de los publicanos (los pecadores públicos) que, por solidaridad, estaban unidos entre sí y se amaban, o al nivel de los paganos. Parte de un principio aceptado por los judíos: “debe imitarse la conducta de Dios”, para establecer un principio del amor universal. Pues Dios no hace distinción, hace salir el sol para todos, sobre buenos y malos. Es una nueva visión e interpretación sobre Dios, porque los judíos creían que tenían preferencia ante Él.
Quién sabe si nos contentamos con el precepto hebraico solamente. Puede ser que estemos ya contentos por no odiar, con no querer mal, con no hacer el mal, todas formas negativas de expresarse. Sin embargo, Jesús con el amor que nos manda es sumamente positivo. Si seguimos sólo lo negativo, no estaríamos respondiendo a lo que el Evangelio nos pide. Entiéndase que para el cristiano el concepto de “prójimo” es universal: si es que todo ser humano es un hijo de Dios, o está llamado a serlo, tiene la vocación para esa filiación divina, es un hermano nuestro, y siendo un hermano, es nuestro prójimo. Ciertamente que, entre esos hermanos, entre esos prójimos, se encuentran quienes no nos quieren, incluso, quienes nos molestan, y pensar que también esos son nuestro prójimo. De ahí que Jesús nos detalla la proyección de este amor al prójimo, cuando explicita, que debemos amar a los que nos odian y persiguen, a quienes nos maldicen o nos calumnian y a quienes están dispuestos a hacernos todo el mal que pudieran. Si bien, es imposible lograrlo humanamente, Dios nos ayuda a poder alcanzar ese grado de generosidad, como Él lo hizo perdonando hasta a sus verdugos. Fomentemos en nuestros corazones el amor a nuestros enemigos o a quienes nos hacen daño, no excluyéndolos de las muestras externas de respeto en nuestras conversaciones, en nuestro trato con ellos y en las oraciones que hacemos todos los días ofreciéndolas por ellos.
La última prescripción se expresa de modo imperativo, obligando a los creyentes a la perfección. Dicha perfección apunta a que nuestra vida y nuestras acciones y actitudes lleguen a ser una unidad. Y todo para Dios, sin distinciones ni parcelaciones en el campo de la vida humana. Esta exhortación de Jesús “sean perfectos” podemos entenderla incluso como “sean plenos”. Y esa plenitud de Dios es el amor, en donde no se rechaza a nadie, ni si es alguien que nos haya hecho daño, ni si fuere un enemigo. Esto sería vivir en plenitud, un amor oblativo, una caridad que tiene en cuenta a todos, sin dejar a nadie fuera. Sabemos que humanamente es imposible llegar a amar al enemigo, pero con la gracia del Espíritu Santo se podría lograr, ya que es Dios quien nos hace plenos de amor.
Esa magnanimidad de corazón, que supone el amor a los propios enemigos o a los que nos hicieron daño, será un fruto, al par que una manifestación de que somos hijos de Dios. Esa será la forma a través de la cual los demás reconocerán que somos hijos de Dios, que somos cristianos. Sabemos que la bondad de Dios es esencial y con ella abarca y ama a todos los hombres y a todos los beneficia con los dones naturales y sobrenaturales: hace salir el sol para los buenos y malos, a todos ofrece la gracia divina.
Si se vive esta bondad del Padre, se notará ser sus hijos. Ese sería el espíritu de hijos de Dios que hace posible al cristiano descubrir a un hermano, inclusive a aquel que lo está persiguiendo. De ahí que Jesús nos presenta al Padre como modelo de toda perfección. Que podamos tender permanentemente hacia el Padre para vivir su santidad, dejándonos amar por su Espíritu, que podamos esforzarnos siempre por vivir en nosotros la misma vida del Padre y nos haga realmente sus hijos, participando de su misma naturaleza, de su misma bondad, y obrar con su misma santidad y perfección, haciendo siempre sólo su voluntad. La perfección que nos ofrece Jesús es no contentarse sólo con el bien que se haga, sino siempre reflexionar si se podría ser y hacer mejor lo que se es y se hace..
