“¿Cómo puedes decirle a tu hermano: ‘Deja que te saque la paja de tu ojo’, si hay una viga en el tuyo?”

El Señor es la fuerza de su pueblo, el baluarte de salvación para su Ungido. Señor, salva a tu pueblo y bendice a tu heredad; apaciéntalo, y sé su guía para siempre. Sal
27, 8-9

Audios Originales tomados de: https://panversia.com/
Primera lectura de hoy
Lectura del segundo libro de los Reyes
2 Reyes 17, 5-8. 13-15. 18
En aquellos días, Salmanasar, rey de Asiria, 5 invadió todo el país, subió contra Samaría y la sitió durante tres años. 6 En el noveno año de Oseas, el rey de Asiria conquistó Samaría y deportó a los israelitas a Asiria. Los estableció en Jalaj y sobre el Jabor, río de Gozán, y en las ciudades de Media.
7 Esto sucedió porque los israelitas pecaron contra el Señor, su Dios, que los había hecho subir del país de Egipto, librándolos del poder del Faraón, rey de Egipto, y porque habían venerado a otros dioses. 8 Ellos imitaron las costumbres de las naciones que el Señor había desposeído delante de los israelitas, y las que habían introducido los reyes de Israel.
13 El Señor había advertido solemnemente a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y videntes, diciendo: «Vuelvan de su mala conducta y observen mis mandamientos y mis preceptos, conforme a toda la Ley que prescribí a sus padres y que transmití por medio de mis servidores los profetas». 14 Pero ellos no escucharon, y se obstinaron como sus padres, que no creyeron en el Señor, su Dios. 15 Rechazaron sus preceptos y la alianza que el Señor había hecho con sus padres, sin tener en cuenta sus advertencias. Fueron detrás de ídolos vanos, volviéndose así vanos ellos mismos, por ir detrás de las naciones que los rodeaban, aunque el Señor les había prohibido obrar como ellas.
18 El Señor se irritó tanto contra Israel, que lo arrojó lejos de su presencia. Sólo quedó la tribu de Judá.
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús
Salmo responsorial del día
Libro de los Salmos
Sal 59, 3. 4-5. 12-13
R/. Que tu mano salvadora, Señor, nos responda
Oh Dios, nos rechazaste y rompiste nuestras filas
estabas airado, pero restáuranos. R/.Has sacudido y agrietado el país:
repara sus grietas, que se desmorona.
Hiciste sufrir un desastre a tu pueblo,
dándole a beber un vino de vértigo. R/.Oh, Dios, nos has rechazado
y no sales ya con nuestras tropas.
Auxílianos contra el enemigo,
que la ayuda del hombre es inútil.
Con Dios haremos proezas,
él pisoteará a nuestros enemigos. R/.
Evangelio de hoy lunes 20 de junio de 2022
EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN San Mateo (Mt 7, 1-5)
“Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano”
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: 1 No juzguen, para no ser juzgados. 2 Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes.
3 ¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo? 4 ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Deja que te saque la paja de tu ojo», si hay una viga en el tuyo? 5 Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús
MEDITACIÓN
“No deberíamos hacer a los demás lo que no quisiéramos que los demás nos hicieran a nosotros.”
En todo el discurso del Sermón de la montaña, se enfoca en ir reconociendo y aceptando que somos hijos de un mismo Padre y hermanos con los demás. Ciertamente nos llevará a ser comprensivos, pacientes y tolerantes con los demás, pero sobre todo también, ser auténticos, coherentes con nosotros mismos, y desde una actitud humilde poder aceptar e ir corrigiendo nuestros errores. Es fácil ver los errores de los demás y no los propios. Esto muchas veces se debe por falta de una verdadera conversión y superar la autorreferencialidad. Aprender que el centro no somos nosotros, sino Jesús, Él debe estar al centro de nuestros pensamientos, palabras y acciones. El centro de nuestro discernimiento y decisiones. Por ello, recordar que estamos llamados no a condenar, sino a condonar. Siguiendo la misma actitud de Dios para con nosotros, quien actúa con fidelidad y misericordia siempre.
Tener presente que, en los escritos sagrados, amar, significa hacer el bien. Encontraremos que en el Antiguo Testamento se mandaba hacer el bien sólo a los buenos (cf. Eclo 12,1-7) y se comprendía que se debía castigar a los enemigos y los que hacían el mal (cf. Jer 18,21-23; Sal 69,23-29). Jesús plantea una superación de todo ello: los discípulos deben hacer el bien sin mirar a quién, es decir, a todos, incluso a los enemigos, a quienes les agreden y persiguen, así como Dios es bueno con todos (cf. Lc 6,35). Entonces, ¿el que le sigue a Cristo está llamado a ser generoso sólo con ciertas personas? No, debe practicar la generosidad sin límites, así como el Padre hace salir el sol sobre buenos y malos.
Llegar a este nivel de entrega y amor, es imposible con las solas facultades humanas; para conseguirlo, es necesario del auxilio de Dios y llegar a tener tanto amor, actuando con misericordia con todos. Porque fácilmente podemos caer en querer ser vengativos, o justicieros tal vez. Dios nos llama a obrar con amor con todos. ¿Qué nos enseña este tema? Que siempre estamos en camino para entender y vivir la misericordia de Dios, es decir, siempre nos seguirá faltando madurar en este aspecto. Somos viandantes, en tensión hacia la plenitud, pero en la medida en que el Espíritu Santo nos inunde iremos aproximándonos a esa perfección a la que nos llama Dios (cf. Mt 5,48). ¿Qué características debe tener la conducta del discípulo de Jesús? Fácilmente emitimos juicios sobre los demás y la mayoría de las veces a sus espaldas, generando rumores y habladurías que poco a poco va envenenando a la familia, la comunidad y toda la sociedad. Purifiquemos nuestro interior, nuestro corazón con la misericordia divina para nunca difamar al prójimo y dejarle mal ante los demás. El discípulo de Jesús no debe ni juzgar ni condenar y debe llegar a perdonar y regalar siempre. Un discípulo no es juez de nadie, sino que debe perdonar con generosidad, es decir, no estamos llamados a condenar (juzgar) a los demás, sino a condonar (perdonar), así como Jesús quien no vino a condenar, sino a salvar (cf. Jn 3,17), quien nos pide perdonar de corazón para recibir el perdón. En la oración del Padrenuestro decimos “perdónanos…, así como nosotros perdonamos…”, esto es, condicionamos la recepción del perdón de Dios al perdón que regalamos a los hermanos. Ojalá que la medida que usemos sea la del amor misericordioso, no de la venganza, porque esa misma medida que estamos usando es la que Dios usará con nosotros.
Qué fáciles para darnos el certificado de buena conducta, y tan comprensivos, indulgentes y benignos con nosotros mismos, siempre hallando velozmente explicaciones justificativas de nosotros y de nuestros actos. Pero cuando se trata de los demás, no es así, es todo lo contrario. Para llegar a ver los defectos de nuestros hermanos, somos linces, pero para ver y reconocer nuestras deficiencias y fallas, somos normalmente ciegos. No nos olvidemos que “el que siembra vientos, recoge tempestades”. Que no caigamos en eso. Por tanto, practicar lo que el Señor nos pide: no juzgar a los hermanos, procurando pensar siempre bien de todo y de todos, sin caer en la murmuración y la difamación. De esta manera nuestra conciencia quedaría más tranquila inclusive. No deberíamos hacer a los demás lo que no quisiéramos que los demás nos hicieran a nosotros, tratemos a los otros como quisiéramos que nos trataran a nosotros, es decir, amemos a los demás como quisiéramos que se nos amara en la vida.
