“Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen”

Santos Joaquín y Ana, padres de la Virgen María (MO)
Alabemos a san Joaquín y santa Ana, porque en su descendencia, el Señor Dios les concedió la bendición para todos los pueblos . Ecli 44, 1. 25
Mt 4, 18. 21


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Primera Lectura
Lectura del libro del Eclesiástico
Sir 44, 1.10-15
1 Elogiemos a los hombres ilustres, a los antepasados de nuestra raza. 10 Ellos fueron los hombres de bien, cuyas obras de justicia no han sido olvidadas. 11 Con su descendencia se perpetúa la rica herencia que procede de ellos. 12 Su descendencia fue fiel a las alianzas y también sus nietos, gracias a ellos.
13 Su descendencia permanecerá para siempre, y su gloria no se extinguirá. 14 Sus cuerpos fueron sepultados en paz, y su nombre sobrevive a través de las generaciones. 15 Los pueblos proclaman su sabiduría, y la asamblea anuncia su alabanza.
P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
Salmo Responsorial
Sal 125
R/. El Señor Dios le ha dado el trono de David, su padre
El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
“A uno de tu linaje,
pondré sobre tu trono”. R/.Porque El Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
“Esta es mi mansión por siempre,
aquí viviré porque la deseo”. R/.“Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre Él brillará mi diadema”. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según San Mateo
Mt 13, 16-17
“Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron”
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: 16 Felices, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen.
17 Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús
MEDITACIÓN
“¿Cuál es nuestra vocación hoy, a nuestra edad? Custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar de los pequeños”
“Los evangelios canónicos no nos brindan ningún dato sobre los abuelos maternos de Jesús. La tradición cristiana, tomando datos de los llamados evangelios apócrifos, ha atribuido a los abuelos de Jesús los nombres de Joaquín y Ana, creyentes fervorosos, a quienes, siendo ancianos, el Señor les concedió la gracia de una hija. Su fiesta nos hace tener presente toda la realidad humana de Jesús, que creció en una familia y que, de niño, recibió el cuidado y la ternura de sus abuelos. Una tradición muy difundida entre los siglos XVII y XVIII muestra a santa Ana como maestra, instruyendo en las verdades de la fe a la Virgen María” “San Joaquín y santa Ana fueron los padres de la Virgen María, los abuelos de Jesús… El Protoevangelio de Santiago (un texto no canónico) presenta a Joaquín y Ana como un matrimonio que vivía de acuerdo a la Ley de Dios y confiando en sus promesas”
((La Liturgia Cotidiana, Edit. San Pablo, 26/07/2022, pág. 79).
El testimonio de Joaquín y Ana nos muestra cuánta confianza tenían en las promesas de Dios, que les llevó a ver al Salvador. Qué dichosos fueron al ver sus ojos lo que estaban viendo, porque muchas personas israelitas querían ver y no lo lograron. Sólo quien logra mirar y ver con los ojos de la fe podrá encontrar la maravillosa presencia de Dios en su historia. Tantas personas le miraron a Jesús y no pudieron ver en Él al Mesías, al Salvador. ¿Será que tenemos de verdad una mirada de fe ante las realidades que nos rodean? Cuántas veces tal vez Jesús pasó a nuestro lado o vino a nuestro encuentro y no lo hemos podido reconocer. Cada quien sabe hasta dónde llega su confianza en Dios y si su mirada logra ver más allá de lo que se ve materialmente.
No quisiera dejar pasar esta oportunidad para presentar algunas expresiones del Mensaje del Santo Padre Francisco para la Primera Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, que se celebra el cuarto domingo de julio -este año (2021) el 25 de julio- sobre el tema «Yo estoy contigo todos los días» (cf. Mt 28,20):“El Señor conoce cada uno de nuestros sufrimientos de este tiempo. Está al lado de los que tienen la dolorosa experiencia de ser dejados a un lado. Nuestra soledad —agravada por la pandemia— no le es indiferente. Una tradición narra que también san Joaquín, el abuelo de Jesús, fue apartado de su comunidad porque no tenía hijos. Su vida —como la de su esposa Ana— fue considerada inútil. Pero el Señor le envió un ángel para consolarlo. Mientras él, entristecido, permanecía fuera de las puertas de la ciudad, se le apareció un enviado del Señor que le dijo: “¡Joaquín, Joaquín! El Señor ha escuchado tu oración insistente” (El episodio se narra en el Protoevangelio de Santiago). Giotto, en uno de sus famosos frescos (Se trata de la imagen elegida como logotipo de la Jornada Mundial de los Abuelos y de las Personas Mayores), parece ambientar la escena en la noche, en una de esas muchas noches de insomnio, llenas de recuerdos, preocupaciones y deseos a las que muchos de nosotros estamos acostumbrados”. La experiencia de Joaquín y Ana nos iluminan las tantas situaciones vividas por los abuelos y personas mayores de todos los tiempos. Aprovechemos de la experiencia y sabiduría de los abuelos, quienes nos regalan compartiendo misericordiosamente. Entre otras cosas manifiesta el papa: “¿cuál es nuestra vocación hoy, a nuestra edad?Custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar de los pequeños. No lo olviden”. De la vocación nadie se jubila, menos los abuelos y personas mayores que tienen tanto que aportar a las siguientes generaciones. Es importante no perder la memoria, porque gracias a ello evitaremos tantas veces cometer los mismos errores. “Ojalá no nos olvidemos de los ancianos que murieron por falta de respiradores […]. Ojalá que tanto dolor no sea inútil,
que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para que la humanidad renazca» (Carta enc. Fratelli tutti, 35). Nadie se salva solo. Estamos en deuda unos con otros. Todos hermanos”. En una sociedad tan compleja, nos necesitamos para seguir construyendo un mundo mejor. “Todos «somos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas» (Fratelli tutti, 77). Entre los diversos pilares que deberán sostener esta nueva construcción hay tres que tú, mejor que otros, puedes ayudar a colocar. Tres pilares: los sueños, la memoria y la oración”.
El texto de hoy nos enseña sobre qué privilegio tenemos nosotros que sí podemos conocer y entender estos misterios, por ello nos dice: “Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen”. ¿Por qué felices o bienaventurados? Porque nuestro corazón no está endurecido, sino que se abre a escuchar la Palabra de Dios y llevarla a la práctica. Cuando la Gracia de Dios es la protagonista principal, pasan maravillas en nuestra historia. Es la experiencia de María, quien comprendió que debía existir la primacía de la Gracia en sus pensamientos, palabras y acciones; por eso se alegró, porque Dios la ha favorecido. ¿Que estemos en el camino del Señor y estemos recibiendo este gran regalo en la vida debe generar en nosotros soberbia? Todo lo contrario, porque llevamos este tesoro en vasijas de barro (cf. 2 Cor 4,7). Todo siempre con humildad.
Así como nosotros somos de barro, también lo son nuestros hermanos: de barro. Nunca olvidemos de dónde hemos salido: de una vida y experiencia seguramente también alejada de Dios, pero Dios pasó por nuestra vida y todo cambió, porque por donde Dios pasa, todo se transforma, nada ni nadie quedan iguales. Sabemos que debemos responderle al Señor con nuestro sí asumiendo todas las consecuencias de esa opción. Si nosotros hemos podido decir sí al Señor, no debe significar que nos lleve a juzgar o condenar a las personas que todavía dicen que no. Por ello, hay que tener paciencia e interceder por los hermanos que todavía no están dando su sí y llevarle a Cristo con amor y misericordia. Recordemos que Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (cf. Ez 18,23). Los abuelos saben de amor, gratuidad, perdón y misericordia, pues tantas veces los recibieron y los tuvieron que regalar.

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