“Yo soy la resurrección y la vida”

Santos Marta, María y Lázaro, amigos y discípulos del Señor (MO)
Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa.
Lc 10, 38


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Primera Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol San Juan
1 Jn 4, 7-16
7 Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. 8 El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. 9 Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él.
10 Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados.
11 Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. 12 Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros.
13 La señal de que permanecemos en él y él permanece en nosotros, es que nos ha comunicado su Espíritu. 14 Y nosotros hemos visto y atestiguamos que el Padre envió al Hijo como Salvador del mundo. 15 El que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios permanece en él. 16 Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él.
P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
Salmo Responsorial
Sal 33, 2-3. 4 y 6. 9 y 12. 14-15
R/. Bendigo al Señor en todo momento
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis angustias. R/.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.
El ángel del Señor acampa en torno
a quienes lo temen y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R/.
Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que lo temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según San Juan
Jn 11, 19-27
“El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás”
En aquel tiempo, 19 muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. 20 Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. 21 Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22 Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas».
23 Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». 24 Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día». 25 Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá: 26 y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?». 27 Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo».
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús
MEDITACIÓN
“Signo que demuestra el poder eficaz de la fe, pues el resultado de la fe es la posesión de la vida eterna”
“(Siglo I) Hoy celebramos la memoria de estos tres santos hermanos, quienes, además de ser amigos de Jesús, según los evangelios, fueron también discípulos y propagadores del Evangelio después de la resurrección. Betania, el lugar donde ellos vivían, era para el Señor el lugar de la amistad, del descanso del corazón, donde también se predicaba la Buena Noticia, con palabras, gestos, escucha y milagros. En enero de 2021, el papa Francisco unió a la memoria de santa Marta, la memoria de sus dos hermanos: María, quien sabía ponerse a la escucha del Señor, y Lázaro, el amigo a quien el Maestro le devolvió la vida” (La Liturgia Cotidiana, 29/07/2021, pág. 85). Marta, María y Lázaro eran de Betania, una ciudad pequeñita cercana a Jerusalén, por donde Jesús siempre pasaba cuando se dirigía a Jerusalén. El evangelio habla de que Jesús amaba mucho a los tres hermanos (cf. Jn 11,5).
Marta representa a la servidora, siempre pronta para preparar la comida, la mesa y acoger a los huéspedes. Es figura de la Iglesia, quien sirve a todos los peregrinos de este mundo para darles consuelo, amor y misericordia, una casa abierta para todos y lugar en donde se puede entrar en comunión. Marta tenía en su corazón la actitud de servicio, pues Jesús llegó a decir a sus discípulos “el más grande entre ustedes será el servidor” (Mt 23,11). Por otro lado, María demostró la delicadeza de su amor al Maestro ungiendo su cabeza con un perfume costosísimo, que se solía hacer para los huéspedes en señal de gran distinción y de gran respeto; quien se pone a sus pies a escucharlo, actitud de un discípulo, rompiendo los esquemas del discipulado que sólo estaba reservado a los varones. Lázaro, es un hermano para Él, también con quien compartía lo más profundo de su corazón.
En esa época las mujeres y los niños no tenían instrucción o formación en la Ley del Señor, sólo los varones adultos (considerados éstos desde los 30 años). Por eso los maestros judíos de la Ley no se dirigían ni a mujeres ni a niños. Pero eso no pasaba con Jesús (a quien en varias partes lo llaman Maestro), porque Él sí tenía entre los discípulos a mujeres y también a niños (cf. Mc 3,31-35; Hch 22,3), mostrando una gran apertura y abarcando a los más débiles de la época en el llamado y en la posibilidad del seguimiento. Previo al texto presentado hoy, se expresa que Jesús llegó cuatro días después de la muerte de Lázaro (cf. Jn 11,17) para enseñarnos que Él tiene poder de dar la vida, pues los judíos creían que hasta tres días después de la muerte se podría volver a la vida naturalmente. Los judíos y Marta creen en la resurrección del último día. Con Jesús se comprende que ha llegado la etapa final de la historia de la salvación y que la resurrección se concreta gracias a la fe en Él, quien verdaderamente logra que un muerto pueda llegar a la vida
Lo más grande que Jesús revela es: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11,25), que lo anticipó por la vida que Jesús concedió en día sábado al hombre enfermo desde hacía treinta y ocho años (cf. Jn 5,1-9.24-28). Novedad que irrumpe gratamente en la vida de cada persona que cree en el Mesías, el Hijo de Dios, e impulsa a la persona a un camino para adherirse gradualmente en comunión con Jesús que llegará a su culmen luego de la muerte en ese encuentro pleno de la vida eterna.
Esta enseñanza se halla concentrada en la conversación entre Marta y Jesús y en la afirmación de Jesús cuando dice “Yo soy la resurrección y la vida”. Por ello la resurrección de Lázaro no se puede considerar sólo como un milagro realizado por Jesús sino como un signo que demuestra el poder eficaz de la fe, pues el resultado de la fe es la posesión de la vida eterna, ya en el momento presente, por parte del creyente. Esto es, no hace falta esperar hasta el último día para participar de la vida eterna como lo pensaban Marta y los judíos. Además, Juan no habría recordado la historia si no hubiese creído que había sucedido realmente. Es que su convicción más profunda está en que el Verbo se hizo carne y manifestó su gloria en sucesos históricos. Incluso la resurrección de Lázaro provoca en los enemigos de Jesús el deseo y la decisión de darle muerte.
Para discernir en profundidad lo que Jesús dice y está haciendo es necesario tener esa actitud de escucha al Maestro, eso hace que el discípulo tenga la motivación principal con relación a la su Palabra y se encargue de construir el Reino. Quien escucha al Maestro es realmente aquella persona prudente que construye su casa sobre roca y no sobre arena, la persona que escucha la Palabra de Dios y la lleva a la práctica. Si es así, el discípulo fiel y obediente, aunque enfrente problemas y adversidades en la vida, aunque vengan enfermedades y calamidades, calumnias y persecuciones, no se debilitará, porque su casa (su vida) está construida sobre roca. La persona que está unida a Dios, a quien lo escucha y obedece, será quien podrá verlo en los hermanos que más sufren y sin mezquindad alguna concretará y promocionará obras de misericordia.

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