“Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo”

La Transfiguración del Señor (F)
En una nube luminosa se apareció el Espíritu Santo, se oyó la voz del Padre: “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección, escúchenlo”.
Mt 17, 5


Audios originales tomados de: panversia.com
Primera Lectura
Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pedro
2Pe 1, 16-19
Hermanos: 16 No les hicimos conocer el poder y la Venida de nuestro Señor Jesucristo basados en fábulas ingeniosamente inventadas, sino como testigos oculares de su grandeza. 17 En efecto, él recibió de Dios Padre el honor y la gloria, cuando la Gloria llena de majestad le dirigió esta palabra: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección». 18 Nosotros oímos esta voz que venía del cielo, mientras estábamos con él en la montaña santa.
19 Así hemos visto confirmada la palabra de los profetas, y ustedes hacen bien en prestar atención a ella, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que despunte el día y aparezca el lucero de la mañana en sus corazones.
P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
Salmo Responsorial
Sal 96,1-2.5-6.9
R/. El Señor reina, Altísimo sobre toda la tierra
El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono. R/.Los montes se derriten como cera ante el Señor,
ante el Señor de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. R/.Porque tú eres, Señor,
Altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según San Marcos
Mc 9, 2-10
“Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”
En aquel tiempo, 2 Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevo a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. 3 Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. 4 Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
5 Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». 6 Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
7 Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo». 8 De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
9 Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. 10 Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría «resucitar de entre los muertos».
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús
MEDITACIÓN
“Todos necesitamos tener la experiencia de la Transfiguración, subir al monte y gozar del Encuentro con el Señor”
“La fiesta de hoy se remite al acontecimiento bíblico en el que nuestro Señor se reviste de gloria en el monte Tabor ante la mirada atónita de algunos de sus apóstoles. Desde antiguo, la Iglesia Oriental celebró esta fiesta con gran solemnidad. En la Iglesia Occidental, tardó algún tiempo más en celebrarla. El papa Calixto III fijó la fecha actual en honor a una victoria obtenida por los cristianos en defensa de su fe y libertad. Sobre todo ello, celebramos a Cristo, que nos consuela, y nos recuerda que con él damos el paso de la Cruz a la gloria”
(La Liturgia Cotidiana, 6/08/2021, pág. 34).
En este texto de la Transfiguración, Jesús se está mostrando a sus mejores amigos tal cual es, revelando su secreto más íntimo: Él es Hijo de Dios. Jesús enseña que un secreto más grande no es algo negativo, sino lo más maravilloso de la persona, en este caso, la Gloria de Dios. Pedro, Santiago y Juan pudieron comprender esa revelación porque, a través de sus diálogos con Jesús, lo habían ido conociendo y sabían de su relación con Moisés y Elías (en quienes se expresa la Ley y los Profetas: mencionando todo el Antiguo Testamento).
Dios confirma la revelación de Jesús, pidiendo a los discípulos que lo escuchen. Es una experiencia mística que pone de manifiesto la comunicación entre Jesús y sus amigos, y toda la receptividad que deberíamos tener a la Palabra de Dios. La llave siempre estará en el “Shemá Israel” (Escucha Israel), pero entendiendo que esa verdadera escucha implica la respuesta positiva a lo que le está diciendo la Palabra, por ende, es la obediencia a la Palabra de Dios.
Cuando el Padre dijo a los tres apóstoles: “Éste es mi Hijo amado, escúchenlo”, Jesús estaba entre Moisés y Elías, signos de “la Ley” y “los Profetas”, los dos pilares del judaísmo. Así, Jesús es el Profeta por excelencia, el último en la historia de la salvación, pues en él se realizan todas las profecías del Antiguo Testamento y su mensaje se orienta al final de los tiempos, donde toda la creación dará gloria al Señor. También Él lleva a su plenitud la Ley del Antiguo Testamento, eliminando las cargas de ésta y pide la Ley del amor, que se puede cumplir gracias al mismo amor de Dios. Era necesario que tengan esa hermosa experiencia de la Transfiguración, porque luego tienen que descender del monte y entrar a Jerusalén donde el Maestro será condenado a muerte, pasando por la Pasión. Todos necesitamos tener la experiencia de la Transfiguración, subir al monte y gozar del Encuentro con el Señor para lograr tener una hermosa experiencia de Dios y con mucha fe y esperanza afrontar los problemas de cada día. Escuchar quiere decir “prestar atención a lo que se oye”, pero para entender la Palabra de Dios, sólo se logra con el auxilio de la Gracia y se puede así llevarla a la práctica. Los apóstoles con el tiempo comprenderán que se deben dejar guiar por el Espíritu Santo, para que siempre Dios sea protagonista y que nunca deben perder de vista el destino final: la Gloria de Dios, porque se debe pasar por la travesía de la Pasión y de la Muerte. Ojalá que nosotros nunca lo rechacemos, como lo hicieron algunos al no escuchar su Palabra.
San Pedro dijo en su carta: “Son una raza escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido, para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz” (1 Ped 2,4). Su Presencia y su Palabra nos iluminan siempre ante cualquier oscuridad que se presentara en la vida. Jesús nos dice: “Yo he venido, para que tenga vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10), es la vida sobrenatural de la Gracia por la que participamos de la misma vida de Dios, y por esa vida, nosotros podemos llamarnos hijos de Dios y a Él decirle Padre nuestro (Abba: Papito).
Cuántas veces seguramente hemos disfrutado de la intimidad con el Señor, gozando de su ternura, de su mirada, abrazos, de toda su misericordia. Experiencias llenas de misterio que Dios nos regala en algún momento de nuestra vida que no siempre sucede en nuestra vida cotidiana. Ocurre también que nuestras dudas, estando en la oscuridad por poca fe, nos cueste saborear del misterio de su Presencia radiante, llena de Luz. Lo que Jesús nos quiere enseñar es sobre lo que nos espera al final del camino, luego de enfrentar y pasar el dolor, el sufrimiento de la cruz de cada día para que nos dirijamos hacia la gloria de la Resurrección.


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