Lecturas del día y Reflexión al Evangelio de Hoy  miércoles  17 de agosto  de 2022 «Lectio Divina»

“Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”

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Señor, protector nuestro mira el rostro de tu Ungido, porque vale más un día en tus atrios que mil en otra parte.

Sal 83, 10-11
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Audios originales tomados de: panversia.com

Primera Lectura

Lectura del libro del profeta Ezequiel    

Ez 34, 1-11

1 La palabra del Señor me llegó en estos términos: 2 ¡Profetiza, hijo de hombre profetiza contra los pastores de Israel! Tú dirás a esos pastores: Así habla el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿Acaso los pastores no deben apacentar el rebaño? 3 Pero ustedes se alimentan con la leche, se visten con la lana, sacrifican a las ovejas más gordas, y no apacientan el rebaño. 4 No han fortalecido a la oveja débil, no han curado a la enferma, no han vendado a la herida, no han hecho volver a la descarriada, ni han buscado a la que estaba perdida. Al contrario, las han dominado con rigor y crueldad. 5 Ellas se han dispersado por falta de pastor, y se han convertido en presa de todas las bestias salvajes. Mis ovejas se han dispersado, 6 y andan errantes por todas las montañas y por todas las colinas elevadas. ¡Mis ovejas están dispersas por toda la tierra, y nadie se ocupa de ellas ni trata de buscarlas!

7 Por eso, pastores, oigan la palabra del Señor.

8 Lo juro por mi vida –oráculo del Señor–: Porque mis ovejas han sido expuestas a la depredación y se han convertido en presa de todas las fieras salvajes por falta de pastor; porque mis pastores no cuidan a mis ovejas; porque ellos se apacientan a si mismos, y no a mis ovejas; 9 por eso, pastores, escuchen la palabra del Señor : 10 Así habla el Señor: Aquí estoy yo contra los pastores. Yo buscaré a mis ovejas para quitárselas de sus manos, y no les dejaré apacentar mi rebaño. Así los pastores no se apacentarán más a sí mismos. Arrancaré a las ovejas de su boca, y nunca más ellas serán su presa.

11 Porque así habla el Señor: ¡Aquí estoy yo! Yo mismo voy a buscar mi rebaño y me ocuparé de él.

P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
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Salmo Responsorial

Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

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Evangelio

Lectura del santo evangelio según San Mateo

Mt 20, 1-16

“Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿O no tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece?”

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En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. 2 Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña. 3 Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, 4 les dijo: “Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo”. 5 Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. 6 Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: “¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?”. Ellos les respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Entonces les dijo: “Vayan también ustedes a mi viña”. 8 Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: “Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros”.

9 Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.

10 Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. 11 Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, 12 diciendo: “Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada”. 13 El propietario respondió a uno de ellos: “Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? 14 Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. 15 ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?”. 16 Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos.

P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITACIÓN

Dios siempre actúa con bondad, con misericordia y regala amor, es pura Gracia”

Esta parábola inicia con unos obreros que están en la plaza pública sin trabajo y un propietario de una viña va y los contrata acordando con cada uno en un denario por el trabajo que realizasen. Una jornada de trabajo se limitaba a la luz del día: desde que salía el sol hasta que aparezcan las estrellas. Un jornal de trabajo correspondía a un denario. Llama la atención que algunos trabajadores fueron contratados desde el inicio del día, otros desde las 09:00 hs., otros, desde el mediodía o media tarde, y algunos hasta al final de la tarde. Esta diversidad en la duración del trabajo es lo que nos dará poder sacar el mensaje de la parábola.

En el Antiguo Testamento tenían la prescripción de pagar el salario el mismo día en que se trabajó: “no retengas el sueldo del jornalero hasta la mañana siguiente” (Lev 19,13); “Les darás cada día su jornal, antes de la puesta del sol, pues es pobre y espera impaciente su salario. Así no clamará al Señor contra ti, y tú no serás reo de pecado” (Dt 24,15). Al final de la jornada, el dueño de la viña envía a su mayordomo para pagar el salario a los trabajadores, pero empezando por los últimos; y vaya sorpresa que también les paga el mismo monto acordado con quienes iniciaron a trabajar desde la salida del sol.

Los trabajadores de primera hora protestan, porque vieron que a los últimos contratados y que trabajaron tan poco se les paga lo mismo. Entonces reclaman al dueño indicando que es injusto, pero el dueño les dice si por qué ven con malos ojos (haciendo alusión a la envidia y animosidad contra los que recibieron el favor) su decisión, expresando: “Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario?” Le está haciendo notar que fue eso lo que acordaron, por tanto, realmente no es injusto con ningún trabajador.

“¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?”, sería la conclusión ante los trabajadores. El dueño decide dar la misma recompensa a todos, y eso genera celos y envidias. Se interpreta que el Dueño (Dios) de la Viña (su Iglesia, el Reino) es libre y soberano para decidir como cree conveniente pagar a los servidores, y siempre será la recompensa mucho mayor a los méritos, pues es pura Gracia. El ser humano (el trabajador en la viña) no tiene derecho para reclamar porque trabajó más, sino que simplemente agradecer porque tiene trabajo (lo cual indica que es de los suyos) en su viña. Dios obra con bondad y misericordia, pues se compadeció de aquellos trabajadores que llegaron último e hizo que sin haberlo merecido también obtuviesen el mismo salario que los demás, aunque sea desproporcionado a la cantidad de trabajo que hiciera. Dios siempre actúa con bondad, con misericordia y regala amor, es pura Gracia. Al final del texto de hoy se nos plantea sobre los últimos y los primeros. Los primeros son los fariseos o maestros de la Ley y, también, a todo el pueblo de Israel elegido por Dios, quienes se creían con derecho de reclamarle a Dios y pasarle la factura por las obras o acciones que hacían. Sin embargo, Dios actúa siempre más allá de nuestros méritos y a todos nos retribuye igual: nos comunica su Espíritu y nos llena con su Gracia para que alcancemos y experimentemos su misericordia. Y así, nos enseña, que si Dios obra de esta manera, de la misma manera el ser humano, el creyente, debe obrar. Invita a no ser envidiosos ni celosos si Dios le quiere regalar mucho a quien para nosotros no se lo merece, así como lo hace con nosotros. Ojalá nos ponga feliz si existen personas que se convierten en distintas horas del día, o en distintas etapas de la vida, pues para Dios nada hay de imposible (cf. Lc 1,37).

Espero que al final de mi vida, cuando sea juzgado sobre el amor, Jesús me reciba como al último jornalero de su viña, al cual paga la misma recompensa que al primero, diciéndome como al ladrón arrepentido: ‘Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso’ (Lc 23,43)” (Card. F. X., Nguyen Van Thuan).

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¡Viva María!

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