Lecturas del día y Reflexión al Evangelio de Hoy JUEVES 15 DE SEPTIEMBRE  de 2022 «Lectio Divina»

“Aquí tienes a tu madre”

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Nuestra Señora de los Dolores (MO)

Simeón dijo a María: “Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel, será signo de contradicción;  y a ti misma una espada te atravesará el corazón.
Lc 2, 34-35

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Audios originales tomados de: panversia.com

Primera Lectura

Lectura de la Carta a los Hebreos            

Heb 5, 7-9

Cristo 7 dirigió durante su vida terrenal súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión. 8 Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer. 9 De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.

P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
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Salmo Responsorial

Sal 30

R/. Sálvame, Señor, por tu misericordia

A tí, Señor, me acojo;
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí. R/.

Ven a prisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame. R/.

Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.

Pero yo confío en tí,
Señor, te digo: “Tú eres mi Dios”.
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.

Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos. R/.

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Evangelio

Lectura del santo Evangelio según San Juan

Jn 19, 25-27

“Mujer, aquí tienes a tu hijo”.

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En aquel tiempo, 25 junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. 26 Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien el amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». 27 Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITACIÓN

Jesús creará un nuevo vínculo entre ellos, extendiendo la maternidad de María a todo aquel que se hace discípulo

“Estrechamente unida a su Hijo, veneramos a la Virgen Dolorosa, la madre del amor y del dolor. Es ella la fiel discípula, la maestra que nos enseña, impulsa, anima y acompaña también en nuestro caminar y en ella rendimos homenaje a Cristo que dio su vida por nosotros. De pie junto a la cruz está María, en el momento crucial de nuestra salvación, pidiendo por nosotros, mostrándonos que es posible creer y que después de la muerte está la vida” (La Liturgia Cotidiana, 15/09/2021, pág. 51). “En el siglo XV, comienzan las primeras celebraciones litúrgicas sobre la compasión de María al pie de la cruz. Desde el año 1667, se celebraban los ‘siete dolores de la Virgen’, hasta que el papa Pío X estableció la fecha del 15 de septiembre para la celebración de ‘Nuestra Señora de los Dolores’” (La Liturgia Cotidiana, 15/09/2022, pág. 56).

Juan presenta espectacularmente este cuadro cuyo centro es Jesús en la cruz, hasta “de modo artístico”. Les recuerdo que cuando tengan la oportunidad y puedan ir a mirar el retablo de la parroquia san Pedro y san Pablo, del barrio Mbruricaó, conocido como barrio River Plate. Ese retablo expresa excelentemente el encuentro de María a los pies de la cruz de Jesús, conjuntamente con Juan, el discípulo a quien Jesús amaba tanto. La escena de dicho retablo refleja el texto bíblico: “contemplarán al que traspasaron” (Jn 19,37), pues siempre es Jesús al centro de toda la interpretación del misterio. Recuerdo que el artista encargado de ejecutar la obra, + don Faustino Adorno, trajo piedras de distintos colores de diferentes partes del país y algunas de otros países, para que de manera fantástica, se tuviera el mosaico terminado. Y detrás de cada pedacito de piedra, hay firmas de los miembros de las familias que frecuentaban la parroquia, mostrando la participación activa con amor de toda una comunidad que ama a su parroquia como su propia casa, y entregando así su ofrenda para perpetuarse ese gesto gratuito en dicho retablo del altar.

En el relato de hoy se encuentran cuatro soldados (cf. Jn 19,23) y cuatro mujeres (cf. Jn 19,25); probablemente estas mujeres son mencionadas porque son creyentes contrastando la presencia de los soldados, quienes no creen, y también el discípulo amado. Después de las bodas en Caná de Galilea, aparece en la escena de vuelta María ante la cruz, es decir, al principio y al final de su ministerio público. En las bodas, Jesús expresa que todavía no ha llegado su hora de manifestarse como Mesías, pero Ella dice a los servidores “hagan todo lo que Él les diga” (Jn 2,5), indicándoles que siempre deben escuchar a su Hijo. Ciertamente la hora de Jesús se va concretando en el otro encuentro que tiene con su madre, junto a la Cruz, que al mismo tiempo es la hora de su Madre, y nos lleva a pensar en la tristeza de una madre, porque ella sabe la decisión de su Hijo: hacer la voluntad de su Padre para la vida del mundo, aunque implique una condena siendo inocente. Llama la atención que en las dos ocasiones Jesús se dirige a su Madre llamándola “mujer” y no le dice madre, como le tendría que llamar. Nos surge preguntar ¿por qué? Podría ser porque quiere presentarla como la mujer muy unida al Salvador para concretar la obra de la redención. Podría ser la mujer que aparece en el Génesis 3,15: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu

descendencia y la suya: ella te herirá en la cabeza, pero tú sólo herirás su talón”; y en el Apocalipsis 12,1-5: “Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza… Entonces apareció en el cielo otra señal: un enorme dragón de color rojo con siete cabezas y diez cuernos y una diadema en cada una de sus siete cabezas… Y el dragón se puso al acecho delante de la mujer que iba a dar a luz, con ánimo de devorar al hijo en cuanto naciera. La mujer dio a luz un hijo varón, destinado a gobernar todas las naciones con cetro de hierro, el cual fue puesto a salvo junto al trono de Dios”.

A Juan le dice: “Ahí tienes a tu madre”; desde una preocupación humana por su madre, habrían bastado esas palabras y no dirigirse también a ella: “ahí tienes a tu hijo”. Cuando llegue la hora de Jesús, y llega justo en este momento en la cruz, saltará la relación peculiar entre Él y ella, mucho más fuerte que la relación simplemente físico generacional (de sangre). El afecto y relación maternal se centrará en aquellos por quienes su Hijo estará entregando su vida (que son sus seguidores): es la maternidad espiritual de María. Así, María pasa a ser Madre de todos los discípulos de Jesús de todos los tiempos. Esta dimensión de aquella “mujer” se ilumina desde el discípulo amado. En la teología de san Pablo encontraremos desarrollada esta propuesta, donde se les llama hermanos de Cristo a los creyentes, pues se participa de su filiación. Nos unimos a la vida de Cristo y participando de su vida llegamos a ser hijos del Padre, por tanto, en ese sentido somos hermanos de Jesús y al ser sus hermanos, le tenemos a Su Madre, también como la nuestra. Junto a la cruz hay un pequeño grupo de hombres y mujeres que acompaña al Maestro y Amigo, pues no se puede abandonar a quien forma parte de sus vidas. Nos puede decir: ¿también ustedes quieren abandonarme? Lo único que nos surge decir: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras que dan vida eterna. Allí Jesús creará un nuevo vínculo entre ellos, extendiendo la maternidad de María a todo aquel que se hace discípulo. Todos los que invocamos a María como Madre nos reconocemos como parte de esta familia nacida en la Pascua. Somos de la familia de Dios y Ella siendo Madre de Dios y Madre nuestra nos acompaña noche y día, nos mima y procura por nuestra salvación. Entendemos que María sufre con su Hijo el dolor por su muerte, recibiendo en su regazo Su cuerpo y en Él a todos sus hijos de todos los tiempos, unidos a la muerte del Señor. Eso es dar todo hasta que duela.

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¡Viva María!

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