“Al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener”

San Jenaro, obispo y mártir (ML)
Yo soy el Salvador de mi pueblo, dice el Señor. Lo escucharé cuando me invoque en su angustia y seré su Señor para siempre.
Ecli 36, 18


Audios originales tomados de: panversia.com
Primera Lectura
Lectura del libro de Proverbios
Pr 3, 27-34
27 No niegues un beneficio al que lo necesite, siempre que esté en tus manos hacerlo. 28 No digas a tu prójimo: «Vuelve después, mañana te daré», si tienes con qué ayudarlo. 29 No trames el mal contra tu prójimo, mientras vive confiado junto a ti. 30 No litigues con un hombre sin motivo, si no te ha causado ningún mal. 31 No envidies al hombre violento ni elijas ninguno de sus caminos. 32 Porque el hombre perverso es abominable para el Señor, y él reserva su intimidad para los rectos. 33 La maldición del Señor está en la casa del malvado, pero él bendice la morada de los justos. 34 El se burla de los insolentes y concede su favor a los humildes.
P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
Salmo Responsorial
Sal 14
R/. El justo habitará en tu monte santo, Señor
El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua. R/.El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor. R/.El que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según San Lucas
Lc 8, 16-18
“No hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado”.
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:16 No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. 17 Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado. 18 Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener».
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús
MEDITACIÓN
“La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, el hombre mira las apariencias, pero Yahvé mira el corazón”
La luz tiene como esencia expandirse, alumbrar, por eso es antinatural ocultarla. Para nosotros, la luz que debe expandirse es la verdad de Cristo y su Evangelio, la verdad de la semilla del Reino que Jesús introdujo en el surco de la tierra y que se extiende y fructifica a pesar de todos los esfuerzos de aquéllos que pretendan ocultarla. Esta certeza del triunfo de la luz, esta confianza absoluta en el poder de expansión en la victoria final del Evangelio, está en el cimiento del mensaje de Jesús y de la Iglesia.
Ante la fuerza del reino que Jesús ha iluminado sobre el mundo se esclarece la verdad de la existencia de los hombres. Si se toman en sí mismas, las palabras pueden llegar a ser escandalosas: “Nada hay oculto que no llegue a descubrirse…”. Se tiene la impresión de que el hombre pierde el derecho a la intimidad, al secreto del corazón, a ese misterio que no quiere hacer patente a nadie. Este texto desvela la ambivalencia de la intimidad, que puede llegar a ser fruto de un ocultamiento egoísta o expresión de una gracia, de una vida anterior, que se abre amorosamente al otro.
Desde aquí se esclarecen las palabras de Jesús. La luz resulta ser gracia cuando penetra en el interior, lo vuelve transparente hacia los demás y lo abre hacia el misterio de la vida, la resurrección. Así no se pierde la intimidad, sino que se comparte, introduciéndose en el misterio de Cristo y mostrándose como amor hacia los demás. Aunque esa luz se condena cuando patentiza la contradicción del hombre que, debiendo estar abierto hacia la Gracia, se ha encerrado en sí mismo, convirtiéndose en un puro egoísmo, en un solo vivir para sí, para la tierra y no para el cielo. Luego parece la frase más escandalosa de nuestro evangelio en cuestión. El mensaje de Jesús se resumía como un don que se halla abierto hacia los pobres, es decir, al que no tiene se le ofrece la plenitud del reino, y al que confía en su riqueza se le dice que se quedará vacío. Pero acá se dice: “Al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener”. No es tan fácil de entender esa expresión. La primera sentencia se refiere a la condición del hombre ante la Gracia: esto es, ante el don original de Dios es necesario estar vacíos, por eso la ventaja es de los pobres, de los hambrientos, los que saben su pecado y se mantienen a la espera. Es el hombre abierto ante la gracia: “El que tiene”, es decir, el que se mantiene abierto ante el don de la vida que Cristo le ofrece “recibirá más”, recibirá la plenitud del reino, lo máximo que alguien creyente puede recibir; sin embargo, “aquél que no tiene”, quien no dejó que la Gracia le penetre, perderá aún aquello que parecía tener, terminando en un profundo fracaso.
Lo último refiere a la perdición definitiva, del total fracaso, de aquél que no ha vivido en el plano de la Gracia, por más que su existencia fuera rica en otros planos: en lo económico, en lo intelectual, en lo social, en un buen pasar. Por ello, llegar al fracaso total sería decepcionante, es como tener todos los recursos y no utilizarlos. Pero si aprovecha la Gracia recibida del Señor, todos recibirán sus rayos, como la luz que no puede ocultarse, se expandirá naturalmente por todas partes y todos quienes estén en torno recibirán sus beneficios.
Recordamos entonces, que nuestro Dios no es de exterioridades, no se queda sólo en los ritos o ceremonias u observancias de los mandamientos, si bien es importante cumplir, pero cobrará significación cuando responda a una realidad interior: “La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, el hombre mira las apariencias, pero Yahvé mira el corazón” (1 Sam 16,7). Esa purificación del interior es obra del Espíritu Santo, es decir, cuando se abre el corazón al Espíritu, cuando el Espíritu se apodera de un corazón, se caen las escamas que el mundo, el demonio y la carne habían dejado en ese corazón, y una vez purificado, fructifica en él la acción del Espíritu Santo, como una obra de santificación, de participar de la naturaleza de Dios. La semilla se hunde en la tierra, en la oscuridad del surco, nadie la ve, nadie sabe que está allí, su presencia no se da a conocer, ésa es la primera etapa de la vida, de oscuridad y desconocimiento, etapa necesaria, etapa vital, pero es una etapa transitoria, no definitiva. Cuando se supera esa etapa, la semilla saldrá a la luz del sol, desarrollándose, creciendo, mostrando a la luz su verdadera vitalidad. La vida espiritual nuestra es una vida de interioridad, de intimidad, de profundidad, será un poseer a Dios, vivir a Dios, entregarse a Dios; aunque posteriormente esa vida interior debe manifestarse al exterior, a los demás para contagiar a quienes nos rodean. El cristiano está llamado a tener un corazón sencillo, no complicado, no problematizado, ni traumatizado por ninguna causa. Es tener un corazón de niño para entrar al Reino.

