Lecturas del día y Reflexión al Evangelio de Hoy  VIERNES 23   DE SEPTIEMBRE de 2022 «Lectio Divina»

“Tú eres el Mesías de Dios”

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San Pío de Pietrelcina, presbítero

El Señor es mi herencia y mi cáliz; tú me entregas mi herencia.

Sal 15, 5-6
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Audios originales tomados de: panversia.com

Primera Lectura

Lectura del libro del Eclesiastés             

Qo 3, 1-11

1 Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol: 2 un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado; 3 un tiempo para matar y un tiempo para curar, un tiempo para demoler y un tiempo para edificar; un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar; 5 un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas, un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse; 6 un tiempo para buscar y un tiempo para perder, un tiempo para guardar y un tiempo para tirar; 7 un tiempo para rasgar y un tiempo para coser, un tiempo para callar y un tiempo para hablar; 8 un tiempo para amar y un tiempo para odiar, un tiempo de guerra y un tiempo de paz. 9 ¿Qué provecho obtiene el trabajador con su esfuerzo?

10 Yo vi la tarea que Dios impuso a los hombres para que se ocupen de ella. 11 El hizo todas las cosas apropiadas a su tiempo, pero también puso en el corazón del hombre el sentido del tiempo pasado y futuro, sin que el hombre pueda descubrir la obra que hace Dios desde el principio hasta el fin.

P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
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Salmo Responsorial

Sal 143, 1a y 2abc. 3-4

R/. ¡Bendito el Señor, mi alcázar!

Bendito el Señor, mi Roca;
mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y refugio. R/.

Señor, ¿qué es el hombre
para que te fijes en él?
¿Qué los hijos de Adán
para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa. R/.

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Evangelio

Lectura del santo evangelio según San Lucas

Lc 9, 18-22

“El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”.

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18 Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». 19 Ellos le respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado». 20 Pero a ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?. Pedro, tomando la palabra, respondió: «Tú eres el Mesías de Dios».

21 Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie. 22 «El hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día».

P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITACIÓN

Para el Padre, su Elegido debía humillarse, pasar confrontándose con las autoridades de la época, sufrir toda clase de contradicciones y persecuciones

Hoy estamos celebrando la fiesta de san Pío de Pietrelcina, más conocido como padre Pío. Se llamaba Francisco Forgione, llegando a ser “sacerdote de la Orden de los hermanos menores Capuchinos. En el convento de san

Giovanni Rotondo (Puglia, Italia) se comprometió con la dirección espiritual de los fieles y con la reconciliación de los penitentes, a la vez que socorría a los pobres y necesitados. Así, se configuró con Jesús crucificado, Nació el 25 de mayo de 1887, murió el 23 de septiembre de 1968, a los 81 años, y fue canonizado en 2002” (Liturgia cotidiana, 23 de septiembre 2020). “Toda su familia era muy devota de san Francisco de Asís. Recibió los estigmas de Cristo. Tuvo muchos problemas de salud, y durante su vida fue muy cuestionado. Falleció sin los estigmas”

(La Liturgia Cotidiana, 23/09/2022, pág. 74).

Existen tantos testimonios en torno a este fraile que nos llena de alegría y orgullo por su entrega en el servicio a través de la atención a las personas. Con tantos dones que Dios le regaló, hizo que se volviera alguien a quien acudía hasta personas tan alejadas de Dios, que luego de encontrarse con él salían fascinadas. Estaba lleno de Dios, obrando siempre con misericordia. Padre Pío, ruega por nosotros.

Las ideas que la gente tiene sobre quién es Jesús son insuficientes y hasta erróneas. Pedro confiesa que Jesús es el Mesías o Ungido que viene de parte de Dios, que todavía resulta ser insuficiente su confesión en este caso, porque Jesús no será ese Mesías político y nacionalista que estaban esperando los contemporáneos de esa época, el descendiente de David que llegaría a liberar y restaurar el reino de Israel (cf. Lc 24,21). Sin embargo, Jesús es el Mesías que, por su obediencia, se entrega hasta la muerte en cruz, por ello Dios lo resucitará y será proclamado Mesías y Señor cuando triunfe sobre el pecado y el mal, y ascienda hasta los cielos (cf. Hech 2,36). Ciertamente para esa época no resultó fácil interpretar quién era Jesús.

Este texto menciona, por un lado, la opinión de los hombres ante Jesús, quienes lo identifican con un viejo profeta (cf. Lc 9,19) y, los discípulos, quienes a través de Pedro, le dicen que es el Cristo; por otro lado, Jesús se revela a sí mismo como el Hijo del hombre que padecerá, morirá y resucitará. Si pensamos en un ámbito prepascual, “Jesús es el Mesías”, significaría ubicarlo en la espera de Israel en donde se mezclan ideales de conquista universal (a través del poder meramente temporal y humano, poniéndole como un señor que vence en la batalla de la vida aniquilando las fuerzas enemigas), soñar con revancha en relación con lo que pasaron en varias ocasiones en la historia y algunos rasgos con características religiosas. En un ámbito postpascual, sabemos la historia en que Pedro confiesa que Jesús es el Mesías de Israel que murió, ha sido glorificado por el Padre y fue constituido como Juez universal de la historia. Importante entender estas dos maneras de mirarle a Jesús. En la perspectiva prepascual hay un rechazo. Pedro le siguió porque esperaba en la gloria de su triunfo, por ello, Jesús le contesta mostrando su camino de fracaso externo, no será precisamente el resultado de imponerse por encima de los demás, ni de dominio y expansión armamentista, sino el aparente fracaso de la Cruz.

Luego de la Pascua la palabra Mesías cambiará de sentido, en referencia clara al Señor que muere y resucita.

Sólo cuando se unen las perspectivas del Mesías de la esperanza y del Hijo del hombre que asume el sufrimiento de la historia se logra una imagen válida de Jesús; por tanto, aceptar a Jesús no significa sólo confesarlo como el Mesías, sino también seguirlo en su camino de fidelidad en medio del sufrimiento y de la muerte en Cruz.

Hoy como antes la presencia de Jesús es cuestionada por muchos, incluso desde dentro mismo de la Iglesia también se cuestiona por las visiones a veces no completas que se tienen sobre Él. Si no hay fe, difícilmente podamos penetrar profundamente todo el misterio que engloba la personalidad de Jesús. Nosotros también estamos llamados a responder quién es Jesús en nuestro aquí y ahora, con toda nuestra vida. Jesús es el Cristo de Dios, el Ungido por el Padre para traernos la salvación, porque es inútil pensar en que otro nos pueda traer la salvación, “Nadie más que él puede salvarnos, pues sólo a través de él nos concede Dios a los hombres la salvación sobre la tierra” (Hech 4,12). Vaya misterio: Él es nuestra esperanza y quien realiza esa esperanza, es la promesa y quien realiza la promesa.

Nosotros si pensamos que la victoria de Cristo será pública y manifestación definitiva, aplastante y gloriosa ya, estamos todavía lejos de entender que, para el Padre, su Elegido debía humillarse, pasar confrontándose con las autoridades de la época, sufrir toda clase de contradicciones y persecuciones, y llegar a morir en la Cruz con aparente derrota ante el mundo. Sabemos que no todo termina en la Cruz y en el sepulcro. Jesús mismo dice que resucitará al tercer día. Y llegará a resucitar no sólo para sí mismo, para salvarse Él por llevar hasta el final en obediencia la voluntad del Padre, sino que lo hará para todos, pues eso incluía ser obediente.

Hoy día tenemos miedo a sufrir y pasar por la pasión y muerte, tememos ser perseguidos y calumniados por todos, sin entender que es el camino seguro, y es lo más seguro, para alcanzar la Vida eterna, para resucitar. Sin sufrimiento y Cruz, no existe redención, el único camino para purificarnos es pasar por la Pasión de Cristo, y llevar con alegría la cruz de cada día, sabiendo cuál es nuestra meta definitiva. Todo discípulo participa de la vida total de Jesucristo desde el Bautismo en todas las dimensiones.

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