Lecturas del día y Reflexión al Evangelio de Hoy   DOMINGO 2 DE OCTUBRE  de 2022 «Lectio Divina»

“Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”

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Señor, todo está bajo tu poder y nada puede resistir a tu voluntad. Tú hiciste el cielo y la tierra, y todo lo que está bajo el firmamento; tú eres el Señor del universo.

Est 4, 17
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Audios originales tomados de: panversia.com

Primera Lectura

Lectura del libro del profeta Habacuc        

Ha 1, 2-3; 2, 2-4

1:2 ¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que tú escuches, clamaré hacia ti: «¡Violencia», sin que tú salves? 3 ¿Por qué me haces ver la iniquidad y te quedas mirando la opresión? No veo más que saqueo y violencia, hay contiendas y aumenta la discordia.

2:2 El Señor me respondió y dijo: Escribe la visión, grábala sobre unas tablas para que se la pueda leer de corrido. 3 Porque la visión aguarda el momento fijado, ansía llegar a término y no fallará; si parece que se demora, espérala, porque vendrá seguramente, y no tardará. 4 El que no tiene el alma recta, sucumbirá, pero el justo vivirá por su fidelidad.

P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
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Salmo Responsorial

Sal 94, 1-2. 6-7. 8-9

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón»

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R/.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron,
aunque habían visto mis obras». R/.

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Segunda lectura

Lectura de la primera Carta del apóstol san Pablo a Timoteo  

2 Tim 1, 6-8. 13-14

Querido hermano: 6 Te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por la imposición de mis manos. 7 Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad. 8 No te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que soy su prisionero. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios.

13 Toma como norma las saludables lecciones de fe y de amor a Cristo Jesús que has escuchado de mí. 14 Conserva lo que se te ha confiado, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.

P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
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Evangelio

Lectura del santo evangelio según San Lucas

Lc 17, 5-10

“Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: ‘Me arrepiento’, perdónalo”.

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En aquel tiempo, 5 los apóstoles dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». 6 El Señor les respondió: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a ese moral que está ahí: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, les obedecería.

7 Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando éste regresa del campo, ¿acaso le dirán: “Ven pronto y siéntate a la mesa”? 8 ¿No le dirá más bien: “Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después”? 9 ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? 10 Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: “Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”».

P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITACIÓN

Jesús quiere decir que así es un hombre de fe en su relación con Dios: se rinde completamente a su voluntad, sin cálculos ni pretensiones

sino que ve a Dios Padre. Está en relación con él. Es el puente cotidiano, desde la hora en que nos levantamos hasta la hora en que vamos a la cama y nos acompaña y está en una relación entre nosotros y Dios Padre. El Ángel es la puerta cotidiana a la trascendencia, al encuentro con el Padre: es decir, el Ángel me ayuda a caminar porque mira al Padre y conoce el camino. No olvidemos a estos compañeros de camino” (Papa Francisco, Meditaciones cotidianas, 2/10/2018; citado en: Liturgia Cotidiana, 2/10/2020).

En el evangelio se resalta la actitud de los discípulos, quienes conscientes de su fragilidad natural ante las exigencias de Jesús, le piden al Señor un aumento de fe. Ellos, al igual que Habacuc, recurren a la oración para superar su sentimiento de impotencia ante las exigencias evangélicas que ponían en crisis su fe. Esta fe es confianza en que Jesús puede obrar más allá de las posibilidades humanas. Es una confianza activa, que mueve a obrar, a pedir y a esperar de parte del Señor (cf. Lc 5,20; 7,9.50; 8,47; 17,19; 18,42), quien nos da la salvación, el perdón, que sólo Él lo puede dar. En 4 ocasiones en Lucas encontramos “Tu fe te ha salvado”. Lo contrario a esa fe es el miedo que bloquea, que genera desesperación (cf. Lc 8,25).

Los apóstoles piden un aumento de fe, poder confiar más en la Palabra de Dios que en sus propias capacidades o propia visión de la realidad. Esta fe es un don de Dios que se debe pedir en oración, porque para perdonar se requiere fe, no basta la razón. Los razonamientos pueden motivar el perdón alguna vez, pero no siempre. La fe nos introduce en el modo de ver y vivir de Dios, quien perdona siempre a los que se arrepienten. Para superar las resistencias afectivas y objeciones racionales, sólo la fe ayuda al perdón. Jesús dice que un poco de esta fe, aunque pequeña como un grano de mostaza, puede obtener de Dios lo imposible para los hombres. Esa fe viva puede obtenernos la salvación de Dios, imposible para los hombres por sí mismos.

L. H. Rivas expresó que no hay nada peor que la arrogancia de la persona que se cree virtuosa, ostentando su religiosidad. Seguir las orientaciones de Jesús viviendo desde la humildad una fe como los niños confían en sus padres. Dejarse amar por Dios, pues “No somos importantes, somos amados” (P. Moliné). Somos criaturas, siervos, servidores. No podemos exigirle nada a Dios, ahí está nuestra verdad, aunque el Señor nos dará gratuitamente lo que le pidamos. “¡Felices los servidores a quienes el Señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlo” (Lc 12,37). “La fe comparable al grano de mostaza es una fe que no es orgullosa ni segura de sí misma, ¡no pretende ser un gran creyente haciendo el ridículo en algunas ocasiones! Es una fe que en su humildad siente una gran necesidad de Dios y, en la pequeñez, se abandona con plena confianza a Él. Es la fe la que nos da la capacidad de mirar con esperanza los altibajos de la vida, la que nos ayuda a aceptar incluso las derrotas y los sufrimientos, sabiendo que el mal no tiene nunca, no tendrá

nunca la última palabra. ¿Cómo podemos entender si realmente tenemos fe, es decir, si nuestra fe, aunque minúscula, es genuina, pura y directa? Jesús nos lo explica indicando cuál es la medida de la fe: el servicio. Y lo hace con una parábola que a primera vista es un poco desconcertante, porque presenta la figura de un amo dominante e indiferente. Pero ese mismo comportamiento del amo pone de relieve el verdadero centro de la parábola, es decir, la actitud de disponibilidad del siervo. Jesús quiere decir que así es un hombre de fe en su relación con Dios: se rinde completamente a su voluntad, sin cálculos ni pretensiones. Esta actitud hacia Dios se refleja también en el modo en que nos comportamos en comunidad: se refleja en la alegría de estar al servicio de los demás, encontrando ya en esto nuestra propia recompensa y no en los premios y las ganancias que de ello se pueden derivar” (Papa Francisco en el ángelus del 6 de octubre de 2019).

El apostolado es como la oración (cf. F. Nemeck y M. Coombs): en los comienzos se vive como un deber u obligación; luego, casi como un placer, con entusiasmo y consolación; y por fin, luego del paso por la purificación y aridez, en madurez, como una necesidad interior, vital. San Pablo en esto es ejemplo, viviendo su misión evangelizadora: “Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no predico el Evangelio! Si lo hiciera por propia iniciativa, ciertamente tendría derecho a una recompensa. Mas si lo hago forzado, es una misión que se me ha confiado” (1 Cor 9,16-17). No existen motivación externa alguna que justifique su entrega de predicar la Buena Nueva, pues le cambió la vida, identificándose con la misión, ya vive de la fe.

En síntesis, en la primera lectura la fe es un esperar confiando en que Dios actuará. En el evangelio, Jesús presenta la fe que mueve a obrar hasta acciones que nos superan humanamente, porque el Señor actuará en nosotros y por medio nuestro. La obra del hombre es un servicio, un ministerio, una misión o tarea encomendada; somos así, simples y humildes servidores en la viña del Señor. Auméntanos la fe y la caridad, para no ser autorreferenciales. En el mes extraordinario misionero pedimos al Señor fe para ser testigos viviendo con humildad la misión encomendada.

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¡Viva María!

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