Lecturas del día y Reflexión al Evangelio de Hoy    DOMINGO 16 DE OCTUBRE  de 2022 «Lectio Divina»

“¿encontrará fe sobre la tierra?”

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Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes: inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras. Protégeme como a la pupila de tus ojos; escóndeme a la sombra de tus alas.

Sal 16, 6. 8
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Audios originales tomados de: panversia.com

Primera Lectura

Lectura del libro del Éxodo        

Ex 17, 8-13

En aquellos días, 8 cuando el pueblo de Israel caminaba a través del desierto, vinieron los amalecitas y lo atacaron en Refidim. 9 Moisés dijo a Josué: «Elige a algunos de nuestros hombres y ve mañana a combatir contra Amalec. Yo estaré de pie sobre la cima del monte, teniendo en mi mano el bastón de Dios».

10 Josué hizo lo que le había dicho Moisés, y fue a combatir contra los amalecitas. Entretanto, Moisés, Aarón y Jur habían subido a la cima del monte. 11 Y mientras Moisés tenía los brazos levantados, vencía Israel; pero cuando los dejaba caer, prevalecía Amalec.

12 Como Moisés tenía los brazos muy cansados, ellos tomaron una piedra y la pusieron donde él estaba. Moisés se sentó sobre la piedra, mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sus brazos se mantuvieron firmes hasta la puesta del sol. 13 De esa manera, Josué derrotó a Amalec y a sus tropas al filo de la espada.

P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
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Salmo Responsorial

Sal 120, 1-2, 3-4, 5-6, 7-8

R/. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. R/.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel. R/.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche. R/.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre. R/.

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Segunda lectura

Lectura de la Segunda Carta del apóstol San Pablo a Timoteo  

2 Tim 3, 14-4,2

Querido hermano: 3:14 Permanece fiel a la doctrina que aprendiste y de la que estás plenamente convencido: tú sabes de quiénes la has recibido. 15 Recuerda que desde la niñez conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación, mediante la fe en Cristo Jesús.

16 Toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argüir, para corregir y para educar en la justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para hacer siempre el bien.

4:1 Yo te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y en nombre de su Manifestación y de su Reino: 2 Proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar.

P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
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Evangelio

Lectura del santo evangelio según San Lucas

Lc 18, 1-8

“¡pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme’!”.

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En aquel tiempo, Jesús 1 les enseñó con una parábola a sus discípulos que era necesario orar siempre sin desanimarse: 2 «En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; 3 y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: “Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario”. Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: “Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, 5 pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme”.»

6 Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto. 7 Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche? ¿los hará esperar? 8 Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?».

P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITACIÓN

Agradecer a Dios desde lo profundo del corazón es reconocer que le debemos todo lo que somos.

Los temas dominantes de este domingo: la fe y la oración de súplica, estrechamente relacionadas. La primera lectura, leída desde la Tradición de los Padre de la Iglesia, nos enseña que lo determinante en todas las batallas de la vida es la acción de Dios. Sólo Él y con Él podemos ser fuertes y salir victoriosos. Pero Dios subordina o condiciona su ayuda, de algún modo, a la súplica perseverante del creyente y a su valentía en la acción. El cansancio que nos hace bajar los brazos es parte de nuestra condición humana. Necesitamos de la comunión de los santos, de la ayuda de los hermanos creyentes, de la oración de toda la Iglesia, para sostener nuestra súplica. Entonces, el combate de la fe se juega, en última instancia, en la oración y en la comunión eclesial.

Quien abandona la oración, antes o después, sentirá un debilitamiento de su fe. Y, sin el acompañamiento de la Iglesia es difícil perseverar en la fe, y hasta no es posible creer. Pues, la fe no es únicamente entre el yo del fiel y el Tú divino, sino, se abre al nosotros, a la comunión (cf. Lumen Fidei 39). Jesús manda para que oremos siempre y sin desfallecer, unos por otros. La viuda de la parábola insiste a pesar de la falta de respuesta, a pesar del aparente silencio de Dios. La oración es un arte más que una ciencia teórica. Se aprende a orar, orando, y no sólo leyendo libros sobre oración.

J. Lafrance, sacerdote francés (falleció 14 marzo de 1991), pidió se escriba en el reverso del recordatorio de su muerte: “¿no hará justicia Dios a sus elegidos, que claman a él día y noche?”, frase de Jesús que mejor expresa el secreto de su vida, por ser un hombre de profunda oración. En la plegaria eucarística decimos: “no mires nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia; y, conforme a tu palabra concédenos la paz”. Es toda la Iglesia que acoge, aunque sea ardua e imposible, orando con y por nosotros. Dice que piensa “en la oración de los monjes, los ermitaños y de todos esos hombres de oración ignorados que se dedican a arrancarle a Dios la salvación de sus hermanos”. El Papa Francisco en su homilía del 16 de octubre de 2016 expresó: “Este es el misterio de la oración: gritarno cansarse y, si te cansas, pide ayuda para mantener las manos levantadas. Esta es la oración que Jesús nos ha revelado y nos ha dado a través del Espíritu Santo. Orar no es refugiarse en un mundo ideal, no es evadir a una falsa quietud. Por el contrario, orar y luchar, y dejar que también el Espíritu Santo ore en nosotros. Es el Espíritu Santo quien nos enseña a rezar, quien nos guía en la oración y nos hace orar como hijos”. Lafrance dijo: “Las pruebas, las angustias, los sufrimientos y los peligros es lo que engendra la perseverancia, la cual nos impulsa a la oración incesante”.

Hay una estrecha relación entre la oración y la fe. Reza, pide, suplica, ante todo, el que cree. En la oración de gratitud y en la súplica nos encontramos con nuestra identidad más profunda, con lo que realmente somos. Agradecer a Dios desde lo profundo del corazón es reconocer que le debemos todo lo que somos; reconocer que somos, existimos, porque él es, existe, nos ama y nos hace ser y existir. La súplica nos revela nuestra identidad de pobres evangélicos, como la viuda, de seres necesitados, no autosuficientes y, por ello, necesitamos pedirle, suplicarle desde lo más hondo de nuestro ser. Así, la acción de gracias y la súplica brotan de un alma que ha encontrado su centro, su profundidad, su verdad. Quien suplica de verdad, ora con autenticidad porque se reconoce necesitado, dependiente, pobre. Expresa Jesús al leproso samaritano que la fe lo había salvado, porque suplicó su curación y volvió a agradecerle el don. Las actitudes fundamentales que el creyente auténtico debe tener ante Dios: suplicar, pedir compasión, agradecer, alabar.

Nos preguntamos de dónde esperamos que vengan los frutos de nuestra actividad pastoral: ¿sólo de nuestro ingenio, de nuestras obras; o sobre todo, de la acción de Dios implorada en la oración? ¿Cuánto de súplica precede a nuestras iniciativas pastorales? La acción pastoral se sostiene con la oración de los contemplativos. “Todos debemos orar y ayudar a los demás a perseverar en la oración, y a no poner la confianza en la actividad externa, si es que queremos que la Iglesia no sea derrocada en los duros combates de nuestro tiempo” (H. U. vonBalthasar). En el mes de octubre, mes misionero, suplicamos a Dios que nos ayude a entender que la misión de la Iglesia se sostiene en la oración incesante (y ferviente) de los creyentes. Oremos por los misioneros que deben llevar la Buena Noticia a lugares complicados, con gestos y palabras.

La fe debe obrar revitalizando todo, está al servicio de la vida, plenificando todo lo que encuentra. La fe se testimonia a través de la caridad, entregando la vida para encender la chispa de alegría en las personas que más necesitan en el mundo entero, porque en cada uno de esos hermanos está nuestro Dios, quien nos dice que cada vez que lo hicimos con uno de esos hermanos más pequeños, lo hicimos con Él (cf. Mt 25,40). Es la esperanza cierta de que Dios se manifiesta en nuestra vida y da sentido a lo que somos y tenemos.

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¡Viva María!

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