Lecturas del día y Reflexión al Evangelio de Hoy  LUNES 14  DE NOVIEMBRE de 2022 «Lectio Divina»

«¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!».

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San José Pignatelli

Por la alianza del Señor y la ley de nuestros Padres, los santos de Dios perseveremos en el amor fraterno; mantuvieron un mismo espíritu y una misma fe.

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Audios originales tomados de: panversia.com

Primera Lectura

Lectura del libro del Apocalipsis  

Ap 1, 1-4.2, 1-5a

Revelación de Jesucristo, que le fue confiada por Dios para enseñar a sus servidores lo que tiene que suceder pronto. Él envió a su Angel para transmitírsela a su servidor Juan. 2 Este atestigua que todo lo que vio es Palabra de Dios y testimonio de Jesucristo. Feliz el que lea, y felices los que escuchen las palabras de esta profecía y tengan en cuenta lo que está escrito en ella, porque el tiempo está cerca.

Yo, Juan, escribo a las siete Iglesias de Asia. Llegue a ustedes la gracia y la paz de parte de aquel que es, que era y que vendrá, y de los siete Espíritus que están delante de su trono.

Escribe al Angel de la Iglesia de Efeso: «El que tiene en su mano derecha las siete estrellas y camina en medio de los siete candelabros de oro, afirma»:

«Conozco tus obras, tus trabajos y tu constancia. Sé que no puedes tolerar a los perversos: has puesto a prueba a quienes usurpan el título de apóstoles, y comprobaste que son mentirosos. Sé que tienes constancia y que has sufrido mucho por mi Nombre sin desfallecer. Pero debo reprocharte que hayas dejado enfriar el amor que tenías al comienzo. 5 Fíjate bien desde dónde has caído, conviértete y observa tu conducta anterior.

P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
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Salmo Responsorial

Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6

R/. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida

Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.

Será como un árbol,
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

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Evangelio

Lectura del santo Evangelio según San Lucas

Lc 18, 35-43

“ ¿Qué quieres que haga por ti?».”

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En aquel tiempo, 35 cuando se acercaba Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. 36 Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. 37 Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. 38 El ciego se puso a gritar:

«¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!».

39 Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte:

«¡Hijo de David, ten compasión de mí!».

40 Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: 4

En aquel tiempo, 35 cuando se acercaba Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. 36 Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. 37 Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. 38 El ciego se puso a gritar:

«¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!».

39 Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte:

«¡Hijo de David, ten compasión de mí!».

40 Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: 41 ¿Qué quieres que haga por ti?».

«Señor, que yo vea otra vez».

42 Y Jesús le dijo: «Recupera la vista, tu fe te ha salvado».

43 En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.

«Señor, que yo vea otra vez».

42 Y Jesús le dijo: «Recupera la vista, tu fe te ha salvado».

43 En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.

P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITACIÓN

“Cuánto nos enseña el Señor en un solo hecho. En este pasaje se muestra una persona que busca la solución a su problema físico. Solución que pasa por la fe.”

Los dos personajes, Jesús y el ciego, se perfilan sobre el fondo de la muchedumbre, que sirve de contraste. El movimiento de ambos es opuesto y convergente: el ciego «estaba sentado» con una actitud de inactividad pasiva y resignada -pide limosna-, de marginación y aislamiento -junto al camino-; Jesús se hace prójimo, «se acercaba» a la ciudad rodeado por la gente que se apiña, tal vez sólo por curiosidad, a su alrededor.

El ciego, sin embargo, parece ir despertando de manera progresiva a la vida: de la curiosidad a la petición insistente, hasta la fe y el seguimiento. Se distingue de la muchedumbre no ya por su enfermedad, sino porque toma conciencia de su propia condición y pide ayuda: intentan hacerle callar, pero él grita cada vez más fuerte. 

Jesús, por el contrario, pasa del movimiento a la detención: «se detuvo» para oírle y le escucha casi en sordina, sólo después de su petición, sin realizar ninguno de los gestos que acompañan a menudo a los milagros. Parece como si quisiera ceder al ciego el papel principal: «¿Qué quieres que haga por ti?» y «tu fe te ha salvado» son dos expresiones que ponen el acento voluntariamente en la oración y en la fe, más que en las dotes extraordinarias del taumaturgo.

El protagonista es el ciego, figura y modelo de la humanidad necesitada de salvación: se produce en él un cambio interior, una conversión, más importante que la curación, que es sólo una manifestación externa. La transformación del hombre convertido y salvado tiene consecuencias sobre los que asisten a ella: la muchedumbre de los curiosos, que antes le reprendía por lo molesto de sus gritos, «al verlo, se puso a alabar a Dios».

Cuánto nos enseña el Señor en un solo hecho. En este pasaje se muestra una persona que busca la solución a su problema físico. Solución que pasa por la fe. Este hombre probablemente nunca había visto al Señor; habría oído mucho sobre él. Esto le bastó para creer que Jesús era hijo de David y también para saber que Jesucristo tenía un corazón tan grande que siempre se compadecía de aquellos que sufrían. Cristo nunca coarta la libertad, sino que respeta profundamente a cada ser humano. «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego responde sencillamente con lo que tenía dentro del corazón: «Señor haz que vea», y Jesús se compadece de inmediato.

Lo hermoso del pasaje y lo que nos puede ayudar a reflexionar más es la actitud del ciego una vez que deja de serlo, y es que «sigue a Jesús glorificando a Dios».

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