“No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada”
CUARTO DIA DE LA NOVENA DE NAVIDAD (AGUINALDOS)

San Nemesio, mártir
El que ha de venir, vendrá sin tardar y ya no habrá temor en nuestra tierra, porque él es nuestro Salvador.
Heb 10, 37

Audios originales tomados de: panversia.com
Primera Lectura
Lectura del Libro de los Jueces
Jueces 13, 2-7.24-25a
En aquellos días, había un hombre de Sorá, del clan de los danitas, que se llamaba Manóaj. Su mujer era estéril y no tenía hijos.
El Angel del Señor se apareció a la mujer y le dijo: «Tú eres estéril y no has tenido hijos, pero vas a concebir y a dar a luz un hijo.
Ahora, deja de beber vino o cualquier bebida fermentada, y no comas nada impuro.
Porque concebirás y darás a luz un hijo. La navaja nunca pasará por su cabeza, porque el niño estará consagrado a Dios desde el seno materno.
Él comenzará a salvar a Israel del poder de los filisteos».
La mujer fue a decir a su marido: «Un hombre de Dios ha venido a verme. Su aspecto era tan imponente, que parecía un ángel de Dios. Yo no le pregunté de dónde era, ni él me dio a conocer su nombre.
Pero me dijo: «Concebirás y darás a luz un hijo. En adelante, no bebas vino, ni comas nada impuro, porque el niño estará consagrado a Dios desde el seno de su madre hasta el día de su muerte».
La mujer dio a luz un hijo y lo llamó Sansón. El niño creció y el Señor lo bendijo.Y el espíritu del Señor comenzó a actuar sobre él.
P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
Salmo Responsorial
Sal 70,3-4a.5-6ab.16-17
R/. Que mi boca esté llena de tu alabanza y cante tu gloria
Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R/.Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R/.Contaré tus proezas, Señor mío;
narraré tu justicia, tuya entera.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R/
Evangelio
Lectura del santo Evangelio según San Lucas
Lc 1, 5-25
“Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia.”
En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías. Su mujer, llamada Isabel, era descendiente de Aarón.
Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor.
Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad avanzada.
Un día en que su clase estaba de turno y Zacarías ejercía la función sacerdotal delante de Dios, le tocó en suerte, según la costumbre litúrgica, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso.
Toda la asamblea del pueblo permanecía afuera, en oración, mientras se ofrecía el incienso.
Entonces se le apareció el Angel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso.
Al verlo, Zacarías quedó desconcertado y tuvo miedo.
Pero el Angel le dijo: «No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan.
El será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre, y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios.
Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto».
Pero Zacarías dijo al Angel: «¿Cómo puedo estar seguro de esto? Porque yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada». El Angel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia.
Te quedarás mudo, sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo».
Mientras tanto, el pueblo estaba esperando a Zacarías, extrañado de que permaneciera tanto tiempo en el Santuario.
Cuando salió, no podía hablarles, y todos comprendieron que había tenido alguna visión en el Santuario. El se expresaba por señas, porque había quedado mudo.
Al cumplirse el tiempo de su servicio en el Templo, regresó a su casa.
Poco después, su esposa Isabel concibió un hijo y permaneció oculta durante cinco meses.
Ella pensaba: «Esto es lo que el Señor ha hecho por mí, cuando decidió librarme de lo que me avergonzaba ante los hombres».
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús
MEDITACIÓN
“Si no hay conversión, se obstaculiza la llegada de Dios a nuestra vida, aunque también sin la llegada de Dios, la conversión no se realizaría plenamente.”
Juan el Bautista hace de puente entre el Antiguo Testamento y el mensaje de Jesús. Su exigencia de conversión actualiza lo mejor de la historia de Israel; su anuncio del juicio anticipa la venida de Jesús, por eso en la tradición lo ubica con el nacimiento de Jesús. Al presentar el nacimiento de un personaje bíblico no se pretende detallar sobre ello, sino sobre el sentido de su obra entre los hombres, para entender el relato sobre Juan que es muy rico. Como Juan proviene de Israel, nos dirige al templo, condensando toda la grandeza y esperanza del Antiguo Testamento. Así, se evoca el misterio del pueblo de las antiguas esperanzas, referido a sus libros sagrados, su culto y sus promesas, indicándonos que Juan vincula con el pueblo de Israel.
Como personaje del Antiguo Testamento aparece en el templo, Zacarías, sacerdote, quien así como otros personajes bíblicos no tiene hijos (ejemplo, Abraham, los padres de Sansón, Ana). Al mencionar a Isabel se dice que es estéril y anciana. En medio de esa piedad religiosa e impotencia humana se desborda la Palabra de Dios: tendrán un hijo, quien será la plenitud de los caminos del Antiguo Testamento. Dios le pide que se llame Juan y vivirá como un “nazareo”, es decir, un hombre consagrado a Dios según las normas religiosas de su pueblo (cf. Lc 1,13-15). Juan, nace como Isaac, por intervención divina, un milagro, que hizo fecundo el vientre de su madre; de ahí que rebosará de Espíritu de Dios y cambiará el corazón de numerosos miembros de su pueblo, transmitiéndoles el fuego sagrado de las viejas esperanzas (cf. Lc 1,15-17).
Juan se presenta como quien viene con la fuerza y el poder de Elías para disponer los caminos de Dios (cf. Lc 1,17). De Elías se decía en las tradiciones antiguas de Israel que estaba vivo en el misterio de Dios sobre la altura (cf. 2 Re 2); por ello esperaban que vendría a terminar su obra (cf. Mal 4,5-6), preparando el camino a la llegada definitiva de Dios. Con nuestro relato se indica implícitamente que Elías ya ha venido, concretando su misión a través de Juan Bautista. ¿Cómo Juan prepara los caminos de Dios? Lo hace a través de su mensaje de penitencia, que cambien de vida, aceptando el misterio de Dios que se acerca. Si no hay conversión, se obstaculiza la llegada de Dios a nuestra vida, aunque también sin la llegada de Dios, la conversión no se realizaría plenamente, es decir, Juan no vino para sí mismo, sino para anunciar la preparación de los caminos que conducen a Dios. El nombre del niño Juan no será elegido por sus padres, sino por el mismo Dios. Juan significa “el Señor hace misericordia”. Será el precursor, el que preparará el camino para que reciban al Mesías, el gran mensajero que anunciará la llegada del Mesías enviado por Dios, según anunciaron los profetas. Como Isabel y Zacarías son justos (por cumplir con la Ley de Dios), reciben este regalo a pesar de que sean ancianos e Isabel sea estéril, pues para Dios nada hay de imposible (cf. Lc 1,37).Se ve claramente la mano de Dios, aunque Zacarías haya dudado por un momento, sin embargo, acontecerá la manifestación y concreción de la obra de Dios. Juan será la expresión de la penitencia y Jesús de la Gracia para que el Evangelio cale en el corazón de la persona.

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