Lecturas del día y Reflexión al Evangelio de Hoy   MARTES 03 DE ENERO DE 2023 «Lectio Divina»

“La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre”

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MARTES 03 DE ENERO DE 2023

Santísimo Nombre de Jesús

Bendito el que viene en nombre del Señor. El Señor es Dios y él nos ilumina.

Sal 117, 26. 27
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Audios originales tomados de: panversia.com

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol San Juan

(2,29;3,1-6)

Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha nacido de él. Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro. Todo el que comete pecado quebranta también la ley, pues el pecado es quebrantamiento de la ley. Y sabéis que él se manifestó para quitar los pecados, y en él no hay pecado. Todo el que permanece en él no peca. Todo el que peca no le ha visto ni conocido.

P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
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Salmo Responsorial

Sal 97,1.3cd-4.5-6

R/. Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas;
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera,
gritad, vitoread, tocad. R/.

Tañed la cítara para el Señor
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas
aclamad al Rey y Señor. R

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Evangelio

Lectura del santo Evangelio según San Juan

Jn  (1,29-34

“Aquél sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que bautiza en el Espíritu Santo”
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Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel”. Y Juan dio este testimonio: “He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquél sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que bautiza en el Espíritu Santo’. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios”.

er.

P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITACIÓN

También es hermoso pensar la vocación cristiana así. Un cristiano no se anuncia a sí mismo, anuncia a otro, prepara el camino para otro: al Señor.”

Juan significa “el Señor hace misericordia”. Será el precursor, el que preparará el camino para que reciban al Mesías, el gran mensajero que anunciará la llegada del Mesías enviado por Dios, según anunciaron los profetas. ¿Cómo Juan prepara los caminos de Dios? Lo hace a través de su mensaje de penitencia, que cambien de vida, aceptando el misterio de Dios que se acerca. Si no hay conversión, se obstaculiza la llegada de Dios a nuestra vida, aunque también sin la llegada de Dios, la conversión no se realizaría plenamente, es decir, Juan no vino para sí mismo, sino para anunciar la preparación de los caminos que conducen a Dios.

Notamos que Juan Bautista presenta a Jesús como el Cordero de Dios, porque la imagen del cordero era muy significativa para los judíos, ya que les recordaba la liberación de Egipto (cf. Pascua, paso del Señor en Éx 12-14) y al chivo que cargaba las culpas de la gente (cf. el gran día de la expiación y el chivo expiatorio en Lv 16). Son tantos elementos simbólicos y referenciales que aparecen, y nos llevan a entender la historia de Salvación, de todo el pueblo de Israel, y cómo Dios sigue obrando en ese contexto simbólico.

Cuando un día Jesús mismo, desde Nazaret, fue a ser bautizado, Juan al principio se negó, pero luego aceptó, y vio al Espíritu Santo posarse sobre Jesús y oyó la voz del Padre celestial que lo proclamaba su Hijo (cf. Mt 3, 13-17). Pero la misión del Bautista aún no estaba cumplida: poco tiempo después, se le pidió que precediera a Jesús también en la muerte violenta: Juan fue decapitado en la cárcel del rey Herodes, y así dio testimonio pleno del Cordero de Dios, al que antes había reconocido y señalado públicamente.

Jesús es quien nos alcanza la liberación plena del pecado y la muerte al entregar su vida por el perdón de los pecados el mismo día y la hora en que se sacrificaba a los corderos en el templo de Jerusalén. Por ello que nosotros los cristianos designamos a Jesús con la imagen del “Cordero de Dios” afirmando su triunfo definitivo en la imagen del Cordero en el Apocalipsis, pues es Él el Señor de la historia (cf. Ap 5). Es más, en varias ocasiones mencionamos al Cordero en la celebración Eucarística: por ejemplo, alabamos a Cristo mencionando la imagen del Cordero en el himno del Gloria; lo invocamos con las mismas palabras para que nos dé su misericordia y su paz en el rito de la comunión, y es Jesús, el Cordero de Dios, quien nos invita a la Cena del Señor. En definitiva, tiene un significado profundo en toda la historia de la salvación y lo vivimos celebrando en la Misa.

Cuando alguien da testimonio de sí mismo, puede considerarse como algo interesado, incluso no válido para un proceso judicial. El evangelista Juan nos presenta en 1,17-30, el testimonio de auto-revelación dado por Jesús a favor de sí mismo. Para que ese testimonio sea válido, se debe garantizar por una serie de otros testimonios. El testimonio que da Jesús a su favor es válido. Su testimonio no puede ser independiente del otro, del Padre (cf. Jn 5,32). Si Jesús es el enviado del Padre, quien lo refleja perfectamente, que no actúa por cuenta propia sino determinado únicamente por la voluntad del Padre, se sigue que en un único testimonio concluye la voz unánime de dos personas. En la ley judía esto significaba validez de un testimonio. Además del testimonio del Padre, está el del Bautista (cf. Jn 1,7-8.19.32.34). Todo lo que Juan negaba de sí, lo afirmaba de Jesús: el Mesías, la Luz, el Profeta, el más fuerte, el preexistente, etc. Jesús hace notar que Juan es más que un profeta, es el precursor del Mesías, es decir, los otros profetas veían desde lejos al Mesías en sus vaticinios, pero Juan lo presenta de manera oficial al pueblo de Israel, lo que lo diferencia de todos los otros profetas. Pero Juan niega ser un profeta, sencillamente porque no lo era a la manera de que era los demás, quienes anunciaban desde lejos a Jesucristo que iba a venir al mundo, sino que les mostraba, señalaba con el dedo a Quien ya había venido y está entre ellos.

“Tres vocaciones en un hombre San Juan Bautista: preparar, discernir, y dejar crecer al Señor disminuyéndose a sí mismo. También es hermoso pensar la vocación cristiana así. Un cristiano no se anuncia a sí mismo, anuncia a otro, prepara el camino para otro: al Señor…”. (Homilía del Papa Francisco, 11/11/15). La conversión para el perdón de los pecados está íntimamente unida al bautismo de Juan que lleva a la conversión y bautismo de Cristo que es bautismo de fuego y Espíritu Santo, que nos hace que renazcamos según Dios y que nos reúne en el Pueblo de Dios. Esto de conversión, arrepentimiento, confesión de los pecados, nuestra gente sencilla lo entiende muy bien. El problema siempre será autosuficiencia e hipocresía de los escribas y fariseos. Todos necesitamos convertirnos todos los días, dejando lo cómodo y engañoso que nos ofrecen los ídolos de este mundo. Recordemos que en el atardecer de nuestros días, nos examinarán en el amor (cf. San Juan de la Cruz).

Cumple con la misión que Dios le da, pues vio cómo el Espíritu Santo descendía sobre Él en forma de paloma y se convence que será quien al manifestarse a Israel nos trae la Buena Noticia de la Salvación como Mesías. Y es tan significativo que nunca Juan se centró en sí, siempre enfocó todo hacia Jesús. De alguna forma cada uno de nosotros somos precursores, vamos delante para la Redención de los hermanos. El don que Cristo nos trae, llega a nosotros a través de precursores, de otras personas que se acercan a nosotros y nos comunican el amor de Dios.

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