LUNES 9 de enero || EL BAUTISMO DEL SEÑOR

Las enseñanzas que nos deja el bautismo de Jesucristo

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9 de enero

Cristo es iluminado: dejémonos iluminar junto con él; Cristo se hace bautizar: descendamos al mismo tiempo que él, para ascender con él.

 san Gregorio Nacianceno
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Ya en el año 300, la Iglesia oriental celebraba la Epifanía y el Bautismo de Jesús el 6 de enero, mientras que en la Iglesia occidental esta fiesta se mencionaba en la Liturgia de las Horas. Con la reforma litúrgica de 1969, la fiesta se fijó en el domingo siguiente a la Epifanía. En los países donde la Epifanía no es fiesta civil, la celebración se traslada al domingo entre el 2 y el 8 de enero, y la fiesta del Bautismo de Jesús, al lunes siguiente a la Epifanía.
Con la fiesta del Bautismo de Jesús finaliza el Tiempo de Navidad, aunque queda abierta una «ventana» el 2 de febrero, día en el que se celebra la Presentación de Jesús en el Templo (conocida popularmente como «Candelaria»).

Jesús en el Jordán

El texto del Evangelio comienza con una nota geográfica: Jesús va de Galilea al Jordán para hacerse bautizar por Juan el Bautista. En su camino, Jesús no se declara el Mesías, no predica, sino que se sitúa con la gente queriendo ser bautizado y mostrando su solidaridad con el pueblo pecador. Jesús no se aísla, sino que sale al encuentro de los hombres, aunque estén marcados por la herida del pecado; y se compromete por ellos, como se comprometió haciéndose hombre en el seno de María. Hay, pues, un plan en este «movimiento» de Jesús, en su  «itinerario de salvación».

Juan el Bautista

 “Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!”, dirá el Bautista al ver a Jesús. Nos encontramos ante el desconcierto del profeta, que unos versículos antes había dicho: «Aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias». (Mt 3,11). Esta escena nos recuerda el desconcierto de Pedro en Cesarea, cuando Jesús confió a los suyos que le esperaban la pasión, la muerte y la resurrección: ««Dios no lo quiera, Señor»… Pero Jesús, dándose vuelta, dijo a Pedro: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres»”. (Mt 16,22-23). O en el Cenáculo, cuando Pedro se negó a que le lavara los pies (Jn 13,6.8). Reacciones, la del Bautista y la de Pedro, que ponen de manifiesto la incomodidad al ver la entrega total de Jesús.

«Dejar hacer»

Hay un momento en el que es importante «dejar hacer». Lo que puede parecer fuera de lo común, hasta el punto de avergonzar a los interlocutores más cercanos a Jesús, forma parte, sin embargo, de un plan de Dios para dar cumplimiento a toda la justicia, puesto que Cristo -como Él mismo declarará- no ha venido a abolir la ley y los profetas (cfr. Mt 5,17), sino precisamente a dar «cumplimiento» a todo lo que es la justicia de Dios, que no humilla, no separa, no juzga, sino que une, rompe las barreras, responde a la necesidad de todos con el respeto a todos. La justicia de Dios es superior a la de los hombres: no utiliza la vara de medir del “tanto has ofendido y tanto pagarás”. Utiliza la vara de medir del amor, de la misericordia, del perdón. La única vara de medir capaz de salvar las distancias y sanar los corazones heridos, porque es del interior de donde nacen las malas intenciones (cfr. Mc 7,1-23).

Los cielos abiertos

La elección de Jesús es confirmada por la apertura de los cielos, por el don del Espíritu y por la voz del Padre que sella la misión de Jesús: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección». En esta apertura de los cielos, la «justicia» borra la separación entre el hombre y Dios, devolviendo al hombre al amanecer de la creación, cuando el Espíritu se cernía sobre las aguas. En Jesús, Dios Padre señala al hombre nuevo, al amado en quien se complace. Es como si dijera: «En ti soy feliz, estoy orgulloso». Una felicidad que, en cualquier caso, está presente en cada uno de nosotros, porque cada uno lleva en sí mismo la huella de Dios, al estar hecho «a su imagen y semejanza» (Jn 1,26); un sello que nadie podrá borrar jamás: «Y vio que era muy bueno» (Gen 1:31). La venida de Cristo manifiesta el interés de Dios por nosotros, su deseo de empezar una nueva historia de salvación, de establecer un nuevo comienzo. Uno es un hombre nuevo en la medida en que aprende a reconocer la vida como un regalo de amor y vive de este Amor.

¿Qué sucede cuando se sumerge Jesús


Cuando Jesús entra en las aguas y Juan baña su cabeza, son sumergidos todos los pecados de los hombres. Las aguas limpian el cuerpo, y por eso son tomadas como símbolo de la limpieza de las almas que se arrepienten ante Dios de sus pecados. Más no pueden hacer. Pero al sumergirse Jesús en las aguas, las santifica, les da una fuerza nueva. Más adelante, el bautismo lavará con las aguas los pecados hasta la raíz, y dará la nueva vida que Cristo conquistará en su resurrección. Serán, efectivamente, aguas vivas que saltan hasta la vida eterna.

Dios se manifiesta

Al salir Jesús del agua sucede el gran acontecimiento: Dios se manifiesta. «Inmediatamente después de ser bautizado, Jesús salió del agua; y he aquí que se le abrieron los Cielos, y vio al Espíritu de Dios que descendía en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz del Cielo que decía: Este es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido»(Mt).

La voz es la del Padre, eterno Amante, el que engendra al Hijo en un acto de amor eterno, dándole toda su vida. El Hijo es el Amado, igual al Padre según su divinidad. Es tan Hijo que es consustancial con el Padre, los dos son uno en unión de amor. El Padre le dio toda su vida, y el Hijo ama al Padre con ese amor obediente que vemos en Jesús cuando desciende a las aguas como hombre que se sabe Dios, desde una libertad humana con la que se entrega por los hombres y ama al Padre. Y el Padre se complace en ese hombre que le ama con amor total y mira a los demás hombres saliendo del pecado, y les ama en el Hijo.

El Espíritu

La paloma simboliza el Espíritu. Anunció la nueva tierra y la paz de Dios a los hombres después del diluvio, que habían sido castigados por sus pecados. Anuncia el amor a los que quieren vivir de amor. Anuncia junto a Jesús la nueva Alianza, en que, de nuevo, el Espíritu de Dios volará sobre las aguas del mundo. Limpiará los corazones con el fuego de su amor, purificará las intenciones, llenará de Dios a todos los que crean y esperen, inflamará de amor a los amantes que desean el amor total, tan lejano al amor propio.

Jesús es ungido por el Espíritu.

Jesús es así el Cristo, el nuevo rey del reino del Padre. Antes los reyes eran ungidos con aceite, y la gracia de Dios les daba fuerzas. Ahora el Espíritu mismo invade a Jesús. Podrá actuar con plena libertad en su alma dócil, le impulsará, le encenderá en fuego divino. Por eso «Jesús lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán, y fue conducido por el Espíritu al desierto». Comienza su vida de Ungido por el Espíritu que le lleva a lo más alejado del paraíso, al desierto, donde se mortifica, reza y sufre la tentación de Satanás.

Recordar nuestro propio bautizo.

El bautizo de Juan hacía visible el deseo de convertirse. El que nosotros hemos recibido en la Iglesia es el que nos hace Hijos de Dios. Hay que hacer el esfuerzo de saber en qué día fuimos bautizados. Es un día para ser celebrado porque lo seguiremos celebrando para siempre, toda la eternidad recordaremos el momento en el que fuimos hechos Hijos de Dios.

En nuestra vida celebramos mucho el nacimiento, pero tenemos que incorporar celebrar el bautismo. Es el momento de agradecer a todas las personas que han intervenido en nuestra vida cristiana: el sacerdote que nos bautizó, a nuestros padres, nuestros amigos. Y hacer el propósito de revivir el bautismo cada día de nuestra vida.

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CÓMO SOLICITAR LA RELIQUIA EN PEREGRINACIÓN

COMUNICADO DE LA POSTULAZIONE

10/01/2022   
Se han registrado varias denuncias de reliquias del beato Carlos Acutis que no cumplen con los requisitos canónicos ni con la Instrucción de la Congregación para las Causas de los Santos sobre «Las reliquias en la Iglesia: autenticidad y conservación», del 16 de diciembre de 2017.
En particular, reiteramos que para que las reliquias sean auténticas deben llevar un sello de cera y un documento de autentificación con la firma del Postulador. Hay que asegurarse de que no han sido manipuladas o falsificadas.
Nadie más está autorizado a autentificar las reliquias de Carlos Acutis, haciendo una excepción del Obispo de Asís.
Además, le recordamos que las reliquias se conceden gratuitamente, sin ninguna cantidad de dinero a cambio.
Por ello, invitamos a los pastores de la Iglesia a estar atentos al fenómeno de las falsas reliquias, y pedimos la colaboración de sacerdotes, religiosos y laicos para denunciar los casos de fraude o abuso a la Postulación.
Agradecemos a todos los que nos ayuden a frenar un fenómeno tan desafortunado.
 

Dr.Nicola Gori
Postulatore della Causa.

Si quieres Donar para que sigamos creando y creciendo. Abundantes Gracias y Bendiciones https://www.paypal.com/donate/?hosted_button_id=STYYR9CCBWKUC

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¡Viva María!
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