“Estos son mi madre y mis hermanos”
TERCERA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Toda la tierra se postra ante ti, Señor, y canta en tu honor, en honor de tu nombre.
Sal 65, 4

Audios originales tomados de: panversia.com
Primera Lectura
Lectura de la carta a los Hebreos
Hb 10, 1-10
Hermanos: La Ley, en efecto –al no tener más que la sombra de los bienes futuros y no la misma realidad de las cosas– con los sacrificios repetidos año tras año en forma ininterrumpida, es incapaz de perfeccionar a aquellos que se acercan a Dios.
De lo contrario, no se hubieran ofrecido más esos sacrificios, porque los que participan de ellos, al quedar purificados una vez para siempre, ya no tendrían conciencia de ningún pecado.
En cambio, estos sacrificios renuevan cada año el recuerdo del pecado, porque es imposible que la sangre de toros y chivos quite los pecados.
Por eso, Cristo, al entrar en el mundo, dijo: “Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has dado un cuerpo.
No has mirado con agrado los holocaustos ni los sacrificios expiatorios.
Entonces dije: Aquí estoy, yo vengo –como está escrito de mí en el libro de la Ley– para hacer, Dios, tu voluntad”.
El comienza diciendo: “Tú no has querido ni has mirado con agrado los sacrificios, los holocaustos, ni los sacrificios expiatorios”, a pesar de que están prescritos por la Ley.
Y luego añade: “Aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad”. Así declara abolido el primer régimen para establecer el segundo.
Y en virtud de esta voluntad quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre.
P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor

Salmo Responsorial
Sal 39,2.4ab.7-8a.10.11
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito.
Me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios. R/.Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios,
entonces yo digo: «Aquí estoy». R/.He proclamado tu justicia
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios,
Señor, tú lo sabes. R/.No me he guardado en el pecho tu justicia,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea. R/.

Evangelio
Lectura del santo Evangelio según San Marcos
Mc 3, 31-35
“Porque el que hace la voluntad de dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”
En aquel tiempo, llegaron la madre de Jesús y sus hermanos y, quedándose afuera, lo mandaron llamar.
La multitud estaba sentada alrededor de Jesús, y le dijeron: «Tu madre y tus hermanos te buscan ahí fuera». Él les respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?».
Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de él, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre».
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITACIÓN
“Ningún apostolado tendrá sentido alguno si no responde a una vida íntima sincera y profunda de Jesucristo en uno.”
Delante de los maestros de la Ley que rechazan la identidad y misión de Jesús, diciendo incluso que estaba endemoniado o actuaba por el poder de Belzebul, el príncipe de los demonios (cf. Mc 3,21-22), Él forma el nuevo Israel con quienes lo aceptan como Mesías. Vemos que destacan dos grupos: quienes se quedan afuera de la casa donde está Jesús (cf. Mc 3,31-32; 4,11) y quienes ingresan en ella para estar con él (cf. 3,32-34; 4,10). La expresión “estar afuera” en ese tiempo la comunidad la usaba para atribuir a quienes no son cristianos (cf. 1Cor 5,12-13), teniendo claro que “los de Jesús” son quienes ingresan en su familia para sentarse en torno a él, esto es, para conocer y hacer, ciertamente por obra del Espíritu Santo, la voluntad del Padre que se manifiesta por Jesús.
Nadie se llega a convertir en cristiano por una decisión ética, por una gran idea o razón social porque le invitaron simplemente, sino porque realmente entra a la casa de Jesús y los suyos, adhiriéndose de corazón al Mesías y viviendo el don de ser hijos de Dios y hermanos de los demás. El fiel ejemplo de cultivar esto fue María, una relación familiar con su Dios y su Hijo (cf. Lc 1,38; 11,27-28). Los lazos de sangre son frágiles delante de esta misión totalmente nueva que nos muestra Jesús, sino sólo siendo partes de la familia de Dios, ungidos por el Espíritu Santo desde el Bautismo y compartiendo con los hermanos la alegría de ese amor.
Se sabe, también, que por lo que nos dice Eusebio en el siglo IV, después de Santiago, “hermano” del Señor, otros parientes de Jesús asumieron la dirección de la Iglesia de Jerusalén. Puede estar diciendo así, entendiéndose entre líneas, que podría haber un peligro de nepotismo en la Iglesia. Y durante muchos siglos la Iglesia se verá perjudicada por este mal, ya que los cargos eclesiásticos fueron asumiendo un carácter político, que los hacía muy apetecibles y así se explica el entramado de las ambiciones familiares alrededor de las elecciones papales, cardenalicias, episcopales y otras. Como la Iglesia está conformada por personas humanas, siempre está este riesgo de meterse personas con ambiciones de poder y van alejándose de la misión que Jesús nos dejó.
Nunca la Iglesia dejará de recibir esta tentación para sus miembros, los hermanos dentro de la familia de Dios. Aunque María Santísima es siempre nuestro Modelo y ejemplo en todo, expresando una forma de vida por el apostolado, si bien desde el silencio y la sabiduría, pero siempre desde una vida profunda interior, compartiendo en intimidad con el mismo Señor en familia la voluntad del Padre. Ningún apostolado tendrá sentido alguno si no responde a una vida íntima sincera y profunda de Jesucristo en uno. Pero atención: la misión de María Santísima es esencialmente maternal, pues Dios la creó para ser Madre del Salvador, esto es, su maternidad es su razón de ser. Si Jesús se prolonga y vive en cada persona bautizada, María sigue siendo Madre para todo bautizado de todos los tiempos y de cualquier parte del mundo. Así, se nos invita a vivir nuestra condición de hijos de Dios, e hijos de María, teniendo una vida íntima tanto m con Él como con Ella, para entender mejor en cada situación cuál es la voluntad de Dios en nuestra vida.
Jesús manifiesta que su Madre Santísima era dichosa por haberlo llevado en su seno, pero más aún por haber oído y cumplido la Palabra de Dios. No se puede separar nunca lo que Dios ha unido: Jesús y María. Sabemos que Jesús llegó hasta nosotros por María, entonces, no creo que haya algo en contra de su voluntad y al plan que trazó para nuestra salvación que nosotros también podamos ir hasta Él por el mismo camino: su Madre. Quisiera decir más de la misión que Dios da a María, siendo madre de Jesucristo, pero del Jesucristo total: integrado por Jesús de Nazareth como Cabeza y por todos los bautizados, como Cuerpo. Por eso María es Madre nuestra teniendo la misión de formar a Jesucristo en el corazón de todos los bautizados en cada corazón. Por tanto, para cumplir bien la voluntad de Dios, hagamos lo que Dios nos pide y tengamos a María como nuestra Madre en todo. Somos de la familia de Dios
Virgencita Santa, María, Madre de Jesucristo y de todas las naciones, principalmente de Paraguay, claramente “tierra de María”, danos a Jesucristo para darnos la vida cumpliendo así tu misión materna con nosotros. Tú eres nuestra “Vida, dulzura y esperanza nuestra”, ayudándonos a amarte amando a tu Hijo y a la Iglesia en este tiempo difícil que Dios nos pide seamos testigos. Acompáñanos a ser de verdad familia haciendo siempre la voluntad de Dios, como tú lo dijiste: “que se haga en mí según tu Palabra”. Fiel ejemplo de hacer la voluntad de Dios es san Francisco de Sales, que ruegue por nosotros y nos ayude a discernir y decidir siempre conforme a lo que le agrada a nuestro Señor..


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